Vamos, José, no decaigas, aunque nada hay ganado, tampoco hay nada perdido. Para empezar, aún estás aquí, podrías no estar, podrías estar y no estar, podrías, podrías… Ya ves, tantas posibilidades como combinación de palabras con estar como verbo. Elige, tú que puedes, la descripción que más te convenga. Puedes estar a medias, es un estado cómodo. No te exiges más, te conformas. No te imaginas el coñazo que es estar a pleno rendimiento; siempre exigiéndote mantener el nivel. Estando en la frontera de estar y no estar, caer más bajo lo aceptas como inevitable; subir un peldaño, siempre lo vas a celebrar. También se puede estar a verlas venir. Y es aconsejable. En ese estado no padeces de la angustia que sobreviene al fracaso, porque el fracaso no existe. Eres un espectador de futuribles, si alguno es malo, no te afectará gravemente; pero si es bueno, lo tomas como una lotería que te acaba de tocar. Ya nos explicaron en la escuela que ser no es lo mismo que estar. Ser es un verbo radical; se es o no se es, y punto. Estar es un verbo contingente, se está o no se esta, depende. En ese «depende» está el quid, el toque mágico que convierte todo en esperanza. Aférrate, pues, a ese verbo que te permite conjugarlo como te apetezca: estoy, he estado, estaba, estuve, estaré, estaría, habría estado… Todo es posible desde tu voluntad. Aléjate, pues, del verbo ser, ese excluyente soy, era, seré, sería, he sido, habría sido… que te deja inerme ante el pasado, presente y futuro.
Quizá lo anterior no es de lo mejor de mi pensamiento, pero me permite volver a la cama a retomar el sueño; son las 5 h. de la madrugada,
Gracias, José, lo que has escrito es un mensaje directo a mi «estar a medias». Eres un guerrero, aunque no lo aceptes.
Que soy un guerrero, dices? Pero si hasta tú me das miedo