Un tercio de nuestra vida lo vivimos en nuestra cama, solos o acompañados. Desconozco el origen del hecho común por el que los esposos duermen en la llamada cama de matrimonio. Pudo ser parte de un deseo compartido en la primera época del amor recién estrenado, pero pasado algún tiempo, supongo que a todos los que han pasado por esa experiencia les hubiese gustado disponer de ese espacio libre de tropiezos que obligan a recolocarse, adoptando, a veces, posturas incomodas..
Mi cama de matrimonio ya sólo guarda el nombre, ha dejado de ser lo que fue. No utilizo más que la mitad de ella, la otra mitad permanece sin deshacer. Podía haber intentado hacer que hubiese vuelto a ser integralmente funcional, pero no ha sido el caso.
No ha sido el caso en su significado natural ni lo será. Pero stricto sensu mi cama ha vuelto a cumplir con la función para la que fue diseñada. Mi gatita ocupa ahora el otrora espacio vacío. A veces extiendo la mano y no la detecto, pienso que habrá ido a comer o al arenero donde hace sus necesidades, pero me inquieta su ausencia . Es muy joven para ser sexualmente madura, así que por ese lado no ha lugar a tener celos, por suponer que se ha ausentado a la llamada de un amor callejero . Cuando vuelve, me tranquiliza, su compañía no me incomoda, ni siquiera cuando se mete en mi espacio, me ronronea al oido, me da palmaditas con sus manos, tampoco si se pasea por mi cara. Pienso si eso es consecuencia del amor que le tengo recién estrenado . Pasado algún tiempo me abandonará por otro amor de su especie, porque sea madre y busque un espacio privado. Mi cama será grande, no de matrimonio, desaprovechada, volverá a ser la soledad de una cama semi vacía.
Son las seis de la madrugada cuando esto escribo, y como si quisiera consolarme, mi gatita no para de pasearse por mi cara. Interrumpe lo que escribo, pero no me molesta, le paso mi mano por el lomo y termina por alejarse. Yo de vez en cuando extiendo mi mano para asegurarme que no me ha abandonado.
Dicen que los animales son , sin lugar a dudas , más fieles que los humanos , no me extraña que sientas ese amor por tu gatita .
En la vida de algunos hombres se han acurrucado alguna que otra gatita y no siempre con un resultado tan bonito como el que tú estás experimentando .
Tienes suerte amigo Jose , tuviste una buena compañera y ahora un animal ,que lo as visto crecer, te hace sentir cariño al otro lado de la cama .
Pero es verdad que el lecho en el que nos acostamos para dormir debería ser exclusivo , vuelta para acá y vuelta para allá , mejor solo …. para otras cuestiones no hay cosa mejor que la cama ancha , como Castilla .
Con el tiempo y tras muchos años de convivencia en el lecho de matrimonio decía un buen amigo mío : Amigo Antonio , cuando doy vueltas por la noche y toco un culo no se si es el mío o el de ella . Cosas de matrimonio largo .
Un abrazo Don José y sigue disfrutando de tu gata .
Me falta la mitad del alma, y me sobra la mitad del lecho. Eso sentimos cuando perdemos a nuestra pareja, Yo sigo durmiendo en mi pedacito, muy cerca del precipicio de la orilla izquierda del colchón. Sabes, abrazo una almohada (a o largo) y me conforto.
No tengo animalitos en casa, además de los moscos y alguna cucaracha. Te voy a contar una anécdota: yo duermo con la mano izquierda debajo de la almohada, y ésta , sale de la almohada y se queda suspendida. el otro día, más bien, la otra noche, estando semidormida, me acomodé y de pronto, mi mano derecha encontró a otra mano, en mi inconciencia, sentí que era Francisco y comencé a acariciarla hasta que fui consiente y desperté alterada, después de haber retirado mi mano izquierda. Me senté en la cama y miré por todos lados, entonces lo comprendí y comencé a reírme.
Sabes, es la falta de un compañero. Disculpa, me puse triste.
Un abrabeso lleno de cariño.