Qué afán tenemos los humanos por los sucesos sangrientos. Si no se presentan de forma espontánea, los procuramos de mil formas. Simulamos un horror ficticio, en realidad disfrutamos de la sangre.
El mundo se autoconvocó para el espectáculo. Un suceso infrecuente aparecería en el Cielo a la vista de todos, esta vez gratis y sin necesidad de tomar precauciones. Todo estaba calculado al minuto, nada que temer.
Era la luna que se iba a vestir de rojo, la sangre que todos esperábamos ver y, por qué no, disfrutar.
Pero la luna es una fémina casquivana, no siempre dispuesta a complacer a los que se enamoran con facilidad. Yo debo ser uno de esos. A la hora prevista por quien lleva la agenda de estas cosas, hacía guardia con mis prismáticos para abrazarla. Me atraía la sangre, sin precisar de que habría de estar sangrando, si de su menstruación o herida por el impacto de un amante errante por el Universo, ávido de vírgenes. En cualquier caso yo quería sangre.
Eran las 21,30h. ¿Dónde estás, Luna de sangre? ¿Se habían equivocado los oráculos del Firmamento? Desde mi terraza dominaba el horizonte marino por donde estaba acostumbrado a verla emerger. Esta vez tenía que ser diferente porque yo ya así lo quería o justificaba mi expectativa. Pero no apareció. Como un amante impaciente, esperé. Quizá se ha entretenido por otras latitudes, me dije, sin ningún atisbo de sospecha de infidelidad. Mis ojos casi lloraban fijos en aquel horizonte. Mi corazón también latía acelerado. Tiene que aparecer, tiene que venir a verme y yo la vea, o estaré muerto y nada ya he de esperar.
Media hora más tarde de lo anunciado, un disco pálido, apenas dibujado, aparece unos grados arriba del horizonte. Es ella!, exclamé También su paje, Marte, apareció cerca. ¿Dónde la luna de sangre? Pensé que, pudorosa, no quería desnudarse para mí y se escondía tras la bruma marina. O, una mínima sospecha, que ya venía muy usada de otras latitudes. Acostumbrado a otras frustraciones vitales, ya no esperé la gran noche de amor que habría querido con ella. Mañana el mundo dirá con quién se acostó bañada en sangre, y yo sólo podré decir que conmigo no quiso nada.