Me llevaré conmigo todas las historias

Me llevaré conmigo todas las historias que no conté

Historias de ficción que llenaron mi vacío

Historias que escondí en los pliegues de mi memoria

Historias vividas en las que yo era el personaje imaginado

Historias que no me atreví a vivir por temor a morir

Historias de amor juvenil que me hicieron hombre

Historias de hombre que me volvieron niño

Historias de pecados mortales que no me mataron

Historias de mujeres que se llevaron mi inocencia

No me siento capaz de contar esas historias

Son las historias que alimentan mi alma

Son las historias que vivifican mi cuerpo

Son los recuerdos que conforman mi vida

Porque si las contara, ya no serían mías

Porque si las contara, nadie querría vivirlas conmigo

Son historias de soledad, la soledad que he vivido

Y yo, escritor de historias, que así me limito

Qué puedo contar que sea viejo, tanto como ese árbol centenario

Que, sin embargo, florece cada primavera a los sones del sol que lo calienta

O esa roca que se desgasta por el amor del viento o de la lluvia

Y que yo veo, impávido, como si su destino fuese dejarse querer

O de esa vieja que cumple cien años y aún respira aromas de sueños

O de esa joven eterna, que no envejece porque nunca nació

O de los astros que me han visto pasar sin ellos dormirse en la noche

Hay muchas historias que podría contar para los necios adultos.

También para los niños que aún  sueñan con cuentos

O para los adultos que se sienten niños y quisieran  historias nunca vividas

También para aquellos que mueren sin tener su propia historia

Podría empezar diciendo: hubo un tiempo en el que se podía soñar despierto

Los niños soñaban con poner sus nidos en los árboles centenarios

Los jóvenes soñaban con descubrir el amor sobre una cama de piedra

Los viejos sus falsas gestas a sus nietos absortos y hambrientos de cuentos

La roca soñaba, yo lo sé, que le nacía musgo en las oquedades umbrías

Los astros, yo lo sé, guiñaban complicidades a los hombres que se sentían dioses

Todo eran sueños, y, cuando de soñar se sentían cansados, se dormían para vivirlos

Y esas historias que reclaman ser contadas cuando se producen

Que llevan en su desarrollo la enjundia de una existencia que se extingue

El furor de la vida que cohabita sin freno hasta que la muerte le devuelve la calma

Se olvidan, no se recuerdan, nunca fueron una realidad si alguien no las cuenta.

No sé que hacer con tanta historia, si nadie se la ha de creer.

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