Música versus soledad

Música para calmar la ansiedad, música para elevar el alma caída, música para desentumecer los oídos de silencio, música que penetra en la venas y las ensancha, música que te hace olvidar; olvidar es lo más maravilloso que te puede suceder. Mi ordenador está lleno de música, tengo donde elegir y elijo al azar. Con frecuencia corto a los primeros compases, no me pellizca los sentidos. Pero cuando la sigo y la sigo, mi cuerpo se transforma para dar cobijo a mi alma que se ensancha a la par que mis venas. Y cuando termina, ya nada es como antes; veo la vida, la que antes permanecía en las tinieblas.

Al mirar desde mi ventana, veo cosas antes desapercibidas. Para que mi vista se pose en la ciudad, antes he recorrido un campo que, milagrosamente, se me ofrece verde. Estaba acostumbrado a verlo sin el verdor de la primavera por culpa de la pertinaz sequía. ¿Qué ha sucedido, si no recuerdo que haya llovido en las últimas semanas? ¿Son mis ojos daltónicos los que cambian los colores? No es eso, no es eso. Hay árboles que resisten la sequía, hierbas que crecen con el rocío de las mañanas, no es una mancha verde, son aquellas muestras que sólo el alma abierta a la contemplación de la vida es capaz de suplir unos ojos que sólo te permiten ver la realidad. La vida es otra cosa. Allí donde la realidad te muestra el final de la vida, sólo el alma puede mostrarte que es el principio. Y la música, alguna música, te cambia por algo tan maravilloso como ver la vida, aunque permanezcas con los ojos cerrados por la soledad.

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