Esas dos expresiones no son mías, yo lo tengo claro. Juan no era consciente de la diferencia en dos expresiones de significado parecido. Una u otra dependían de su estado de ánimo. Si gritaba: «no quiero morir», era cuando morir no le daba ninguna esperanza de vivir otra vida. Cuando gritaba: «quiero vivir», era con ocasión de no encontrar aliciente en la vida que vivía. Y todo porque Juan no sabía qué era lo que , en verdad, quería. Cierto que la vida no había sido generosa con él, tampoco la esperanza le daba un motivo para expresarse de alguna otra forma intermedia, como: «vamos, Juan, vive la vida que te ha tocado en suerte, que la muerte no es cosa tuya».
Juan ya había alcanzado la edad en la que el reloj se pone en marcha como para activar una bomba. Pensaba, o sufría, que vivir o morir no tenían ya sentido, porque vivir la vida que vivía no tenía sentido, porque morir no estaba en su mano, y esa incertidumbre sobre su final le atormentaba. No estaba en su mano porque, si lo estuviese, se preguntaba para qué procurarse la muerte, si no le dolía vivir. Y era porque no sufría su cuerpo, su cuerpo estaba sano, sólo aparentemente, estaba desgastado. Tampoco tenía minusvalía mental, razonaba y, en ocasiones, hasta con brillantez. ¿Por qué, entonces, ese estado existencial que, como en un bucle, iba y venía sin encontrar una salida que le permitiera vivir la vida que le había tocado en suerte?
Pero un día el desgaste de su cuerpo comenzó a dar señales de cansancio. Juan, que hasta entonces no se había preocupado, como no lo venía haciendo con su viejo coche, decidió hacerse un chequeo para conocer por qué razón su cuerpo ya no respondía adecuadamente.
Analítica, TAC, Resonancia Magnetica, PET, Radiología fueron las pruebas que le fueron prescribiendo sucesivamente, sin quebranto para su economía, pues una póliza con una aseguradora cubría todas esas costosas pruebas. Cada prueba le daba información, era como un libro abierto que señalaba en cada página aquellos problemas detectados que permanecieron ocultos hasta entonces. Juan tenía cáncer. Uno de esos cánceres silenciosos que se instalan en el cuerpo hasta que se apoderan de la vida.
El doctor levantó la vista de los informes y le dijo: «Juan, te tienes que operar». «¿Y si no me opero?», preguntó. «Que morirás», le respondió el médico.
Juan ya tenía la respuesta que siempre se había buscado sin hallarla. Quería vivir, no quería morir. Los dos conceptos ahora parecían nítidos.
Fue operado y murió en el quirófano. El cirujano sabía lo que iba a suceder, pero su misión era sólo operar. A Juan ya no le valió decidir sobre su suerte.
Qué reflexión para este momento. Yo en tu lugar recordaría a Felix the Cat , Whiz comics, Popeye, Periquita, Garfiel, Superman, serían más alentadores y te llenarían la mente de sonrisas.
Mal momento para estas historias . Espero que sea solamente un gesto literario y que no influya en tu mentalidad , ni en el sentimiento de tus lectores.
Piensa en otros momentos agradables de tu vida , que los has tenido , e intenta que vuelvan.