Qué va a ser de mí, de nosotros, de todos los seres que pueblan esta tierra, minúscula en el espacio, pero grande para lo poco que somos cada uno de nosotros.
No es el caso que ocupa la inquietud del mundo. El pesimismo, el optimismo, la reserva de los que opinan no nos dan la clave. Algunos, científicos de prestigio, dicen, lisa y llanamente, que la humanidad ha entrado en periodo de extinción. No lo podremos comprobar, pues esa extinción no es inmediata, y todos nosotros habremos desaparecido de forma no natural, quizá precursores del final. Otros hilan fino y toman como razón y argumento que el hombre va camino de ser estéril y, por tanto, algo así como cuenta la serie «La Criada» (En un futuro distópico, no muy lejano en el tiempo, la tasa de natalidad del mundo se desploma como resultado de las infecciones de transmisión sexual y de la contaminación ambiental. Wikipedia). En la serie son las mujeres, ahora se dice que es el esperma el que viene, de forma alarmante, perdiendo calidad, que de esos polvos, vendrán los lodos correspondientes, y los niños sólo se verán en los álbumes de fotos familiares.
Los que mandan van a lo suyo. Nos animan de mil formas a creer que la solución está en sus manos. Especie que se extinguirá, según la premisa anterior. Nadie los echará de menos.
Y siendo de la especie que piensa, tampoco es para lamentarme. Somos de lo que comemos, y lo que nadie puede discutirme es que estamos hartos de comer mierda, y el resultado es el que se puede adivinar, sin necesidad de echar mano de ciencias como la prospectiva ( ciencia que trata de anticipar el futuro, tenerlo delante de la mesa, y modificarlo convenientemente para que no nos coja desprevenidos, según su creador Gaston Berger), porque si se pudiese diseñar el futuro, algo utópico, la cosa tendría solución. ¿Quién es tan iluso que crea que los humanos, a la orden de los que mandan, dejemos de comer mierda?
Bueno, aprovechemos el tiempo que nos queda, y que algún organismo supranacional envíe a tiempo al espacio a la última mujer fértil y el último hombre capaz de engendrar. No sé si valdrá la pena, pero nos permite soñar en la supervivencia de la especie. Despertaremos, y todo seguirá igual.