Que las palabras, por separado, emparejadas, formando estructuras complejas, son, sin duda, piedras que conforman el edificio que llamamos literatura. Y no importa si el final carece de sentido, todas hablan por sí mismas. Siempre sentí fascinación por las palabras, palabras aisladas, con múltiples significados que los académicos llaman acepciones. El pensamiento las utiliza para perpetuarse, las utiliza para transmitirse.
Buscando en mi poemario, encontré lo que transcribo. Cada palabra lleva a otra y ésta a otra. El final en su conjunto es caótico, pero si no somos exigentes, la composición que resulta de cortar y pegar que muestro, es una buena definición de las palabras que quisieron ser poesía.
Un día me dijeron: No tienes corazón. Y cuando se lo mostré, le repugnaba la sangre. Los besos de colegas, no son besos de amor;son juntar las mejillas y fundir las lágrimas. Golondrina, dónde has estado?¿Qué otros nidos visitado?¿Cuántos otros cantos escuchado? Dejaste mi corazón enamorado, ¿lo sabías? ¿Me quieres? Le pregunté. Eso a usted no le importa. Y lloré de felicidad. Que el verso se atempere, que no llegue a la hartura, que la nausea no llegue, mil paraísos soñados, no son el Paraíso. Se volvía la niña mujer. Cuántos suspiros se quedan atrás, Los míos, los tuyos. El sueño ya no está, ni el mío, ni el tuyo. Despertamos y ya no estamos. Mujer que bajas tu mirada por el peso de tu deseo. Abre tu cuerpo sediento y aparta el alma, desnuda de sentimiento, te quiero al alba. Ya te di todo de mí, no llores porque me vaya.
¿ …?