No tenía un tema par justificar esta página. Leyendo aquí y allá lo que me ofrecía Internet, me sedujo la especulación que se hacía sobre el origen del universo y lo que vino después. Levanté la vista de la pantalla y me quedé mirando por la ventana, absorto en el horizonte que divisaba. Y fue, que de forma recurrente, traduje en mi mente Universo por mi nacimiento y lo que vino después. El primer paso por la vida tuve que improvisarlo, como se hace con el Universo. No vale la pena que fije sobre él una idea, supongo que fue un paso sin convicción, quizá adelantado a mi edad. El primer recuerdo, y aquí todo mi cuerpo se convirtió en mente, concentrado, como si de un flashback espontáneo, sin alucinógenos que lo motivaran, una imagen apareció bastante nítida: el niño josé, no más de cinco años, abría temeroso un arcón que mi abuela tenía en la cocina. Y temblando, intrucía mi mano en él para alcanzar una hogaza de pan. Entonces el pan se producía en la casa y en el horno del que disponía. Era un pan blanco, esponjoso, que duraba sin endurecer una semana. No preciso si también cogí un cuchillo o tronché un pedazo con la mano. Una vez conseguido, cerré con cuidado el arcón y me alejé a algun lugar de la casa que creía seguro. Con avidez, comí aquel mendrugo y debí sentirme satisfecho.
Secuencias de actuaciones parecidas con otras cosas que me apetecían y que me estaban restringidas, se sucedieron. Con algo más de edad, quizá diez años, las imágenes se agolpan. Vivir con mis padres en una sola habitación con derecho a cocina, el hambre endémica, el frio del invierno sin otro fuego que calentara mis piernas que la lumbre a la que la casera me autorizaba a arrimarme sentado en una banqueta, sin esperar que las cosas cambiaran y fuese como otros niños más afortunados, pues aún no había procesado la envidia, soñaba, sí soñaba. Pero no eran sueños lúdicos, sueños NREM que me sumían en un lugar del espacio-tiempo profundo, y de los que alguno recuerdo. Y es paradógico que los recuerde cuando ahora me despierto y no soy capaz de recordar lo que he soñado la pasada noche, quizá mi mente no los archiva ya por considerarlos innecesarios para tener la seguridad de estar vivo, tampoco muerto, sólo sueños inconexos que, en ocasiones , me convierten en alguien que siempre se pregunta si los sueños que no se fijan corresponden a un estado ya sin deseos incumplidos.
Que la mente es maravillosa, se dice con frecuencia y se apostilla que todas son maravillosas, creo que la mía, como el Universo, esta más compuesta de materia oscura y agujeros negros que de estrellas rutilantes.