La verdad que tu beso de despedida me supo a poco, pero con imaginación le saqué algo de partido. Tómalo como una broma, querida, no esperaba ese beso sin contenido explícito.
Ya casi no me acuerdo de tu “cuento”. Acostumbrado estoy a leer cosas de otros y otras en mi relación literaria con amigos en las letras, sólo analizo la calidad literaria de los escritos hot que me envían, luego, si te he leído no me acuerdo. Con lo tuyo me ha pasado igual. Después del shock que recibí en una primera lectura y en el que quise estar a tu altura en expresiones de igual tenor (algo menos), pasé a analizar literariamente el escrito. Me pareció notable para alguien a la que no le suponía inquietudes literarias sobre el amor y sus excesos. Quizá esa disposición mía se debe a que en mi solitaria vida de vez en cuando veo porno para ver mi estado de forma, concluyendo siempre que estoy fatal, o que el porno no es la solución, quizá esto mío ya no lo levanta ni el gato de un coche. Sólo me queda la esperanza de que no sea así cuando tenga la ocasión de pasar de la imaginación a los hechos, pero no me planteo buscar esa posibilidad, me asusta la verdad. Así que tranquila, querida, que no me solazo, (solazo de a un a solas mayúsculo), con tu cuento, y lo siento, porque quizá pusiste al escribirlo buena intención de ayudarme. Así que nada de sentir vergüenza, si acaso porque crees que inevitablemente ibas a crear en mí un supuesto alcanzable, lo cuaL, YA DIGO, en mi caso no fue así. Tampoco lo tomes como un fracaso personal, repito que tu escrito me parece notable como literatura erótica. Si tienes algo más, me lo envías, ahora ya estoy vacunado, y en las comas y los puntos puedo enseñarte, en lo demás, seguramente aprenderé mucho de tu forma de estructurar los relatos calientes.
Otra cosa en la que sí me sorprendiste fue en tu declaración de lo que te sucedió hace mucho tiempo. Eso no fue literatura. Casualmente por entonces yo también te “soñé” en alguna ocasión. Me gustaba tu pelo largo azabache, tu boca pintada con intención provocativa, tus piernas largas y de carnes firmes y, sobre todo, tu trasero, tu trasero, por dios, que imaginaba el centro del universo, y quizá lo siga siendo. Pero de aquel pasado ya sólo podemos lamentar que no aprovecháramos la ocasión, cuando, al menos yo, estaba en plena forma.
Un beso, como quieras sentirlo, querida.