Concisión

Se propone que el escritor sea conciso, que exprese la ideas con economía de palabras. Los cuentos deben ser concisos, siempre. Las novelas se pueden permitir mayores desahogos en aras al naturalismo y al realismo.
En la concisión del lenguaje hasta Guinness de los récords tiene el conciso más espectacular, como todos sus récords. Es una palabra de origen yagán (una población antiquísima de Tierra de Fuego): «mamihlapinatapai». De acuerdo a la definición que de ella dio René Haurón, este vocablo significa nada más ni nada menos que “mirar a otra persona a los ojos, con el deseo y la esperanza de que nos devuelva una mirada invitándonos a realizar juntos una acción que los dos estamos esperando pero que ninguno se atreve a iniciar”. Bonito, ¿verdad? Claro que lo que, supuestamente, seguía a esa expresión no tenía por qué ser tan esquemático.

He tomado la referencia de algún lugar en Internet. Es espectacular, sin duda ¿Podría intentar hacer yo algo así? De ninguna manera mi intento trataría de competir con esa cultura milenaria, pero un reto es un reto y allá voy.
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Se puede ver el significado en un de mis últimos escritos, no es difícil, dejo el reto al lector. Ah!, y prometo, en lo sucesivo, no ser tan conciso.

Julia y el poeta seductor

Julia es una joven tímida, tal que si un hombre la mira se pone colorada, y si la toca se pone lívida, envarada, como si esperara de un momento a otro el ataque de una cobra. Con esa disposición, no es de extrañar que le sucediera lo que a continuación se relata.

Julia busca en Internet sensaciones que llevarse a la entrepierna estéril, pasando, desde luego, por su corazón sensible, que es el que filtra todo aquello que es simplemente grosero.

Julia ha encontrado un blog buscando en Google por la palabra clave, «poeta inédito». Los poetas consagrados no debe pensar que estén a su alcance, además de estar muy manoseados.

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Mi perro

Mi perro se llama Simba, aunque lo comparto con la familia y mi nieto se cree su dueño, mi perro ya ha elegido al lado de quién quiere dormir, a quien acude para esperar una caricia, a quién le trae cualquier cosa para pedirle que juegue con él. Yo no soy su dueño, soy su amigo, parte de él mismo, mi perro no comprendería su existencia si yo le faltara.

Hoy creo que le he hecho sufrir. Era día de limpieza general en mi casa y, lógicamente, Simba no podía estar por medio soltando pelos y llenando de babas el suelo mientras duerme. Yo le miraba al otro lado de la puerta de cristal que da a la terraza. El me miraba sentado, siguiendo con la cabeza todos mis pasos por la casa. A veces le oía quejarse, y yo no podía interpretar otra cosa que era su forma de pedirme que le dejase entrar, estar cerca de mí, rozarse y lamerme cualquier parte desnuda de mi cuerpo. pero debíamos ser consecuentes, Simba es un pastor alemán de raza grande, es como un pony, y debe estar lejos de querer ser un un perro faldero. Debería saber que aquel aislamiento no era para siempre, pero la mente de un perro no es analítica y obedece solo a impulsos volitivos, como define Lain Entralgo la amistad. Mi perro no quiere ser simpático conmigo, amable, quiere formar parte de mí porque ya siente que yo formo parte de él, esa es la amistad. Toda la mañana aislado detrás de un cristal y viéndome inaccesible al otro lado, debía suponer para él una realidad que no dejaba espacios para la fe en suponer que existía y que volvería a compartir espacio conmigo. Por qué me rechazas, por qué te aíslas?, se preguntaría.

Ya terminó la limpieza y Simba a vuelto conmigo, quiero decir a mi lado, y a mi lado yace dormido, llenando de babas y pelos el suelo. De vez en cuando miro el reloj para ver lo que falta para darle su comida. No es necesario, porque a las siete en punto se despertará y se acercará a mí, me lamerá y yo le diré, vamos, Simba, debes tener hambre. Por el camino, pensaré que es triste tener que dejarlo.

Los muros del silencio

Maldito silencio que construyes muros sobre simas insondables
Simas que te acogen y nunca te devuelven.
Y te callas, y no gritas que la vida es tuya y no se resigna.
Pero eres cobarde y  te resignas, o te resignas porque no era vida.
Sólo estabas fuera de la sima que se abría silente a tu lado.
Ahora contemplas lo que ha de ser por inevitable.
Y si te opones, el médico te empuja a tener confianza.
El está ahí no para poner barreras, sólo te invita a no asomarte.
O te ofrece cuerdas  para agarrarte.
Y que no sientas el vértigo que te atrae esperándote.
Lo que nunca comprenderás es por qué el muro de silencio
Que tu mismo construyes callándote.
Si desde el fondo de la sima puedes gritar que ese no era tu destino.
Aunque no te ha de servir para librarte, nadie te podrá llamar cobarde.

Creo que me estoy volviendo tierno

Un niño de siete años rompió la hucha de barro, recogió las pocas monedas que contenía y las metió en uno de los bolsillos del pantalón. Escondió los restos de la hucha entre unos matorrales y, muy decidido, se dirigió a una tienda. Allí vendían petardos y cohetes, aún no los habían prohibido, aunque sí los más potentes, que  sólo estaban a disposición de personas adultas. Con el dinero de la hucha, aquel niño compró un cohete y regresó a casa. En la habitación donde dormía había una mesa pequeña que le servía de escritorio para estudiar. Se sentó,  cogió un papel en blanco y un boli, y, sin dudarlo, se puso a escribir.

Querida mamá,  papá me ha dicho que estás en el Cielo. Quiero que sepas que he sacado muy buenas notas en el cole, y que  te vas a poner muy contenta cuando te enteres. Te quiero, mamá. 

El niño enrolló el papel escrito alrededor de la cañita del cohete y salió de su casa.

Y mirando al cielo, hacia allí lo dirigió. El cohete se perdió entre las nubes. Al otro lado debía encontrarse la madre de aquel niño esperando noticias.

De mí, capítulo 2

Pues  ya pasó. Fue una violación inodora, insabora e insípida. No me ha dejado ningún vestigio de dependencia. Pero,¿para qué ha servido? La doctora ha sido imprecisa, anfibológica. Tengo pero no tengo cáncer. Los informes médicos están escritos en un lenguaje sólo para entendidos. Ni en Google encuentro similitudes y explicaciones correspondientes, será porque soy un caso único. La doctora se acerca a mí cuando aún sigo bajo los efectos de la sedación. Me susurra, para no despertarme del sobresalto, que debo hacerme pruebas complementarias. A medio de estar consciente, interpreto que la colonoscopia no ha sido determinante, más bien determinante de que tengo algo que, por su naturaleza, habrá que someterse a una inspección exhaustiva. Biopsia y un TAC, luego ya hablaremos, termina la doctora diciendo.

Estas situaciones de verdad que acojonan  al más valiente, al más seguro de ser un caso fuera de lo común de los mortales. Y así estoy yo, valiente entre los valientes, seguro de que esas cosas no van conmigo, con el tembleque propio de la terrorífica duda, a la espera de un resultado, esta vez sí,  sin ambages, para bien o para mal.

De mí

De qué puedo escribir hoy? Es una obligación que me he impuesto, sugerida por mi neurólogo. El ejercicio de la mente es, si cabe, más aconsejable que el del cuerpo, y más cuando la edad ya comienza a dar señales de disfunción multiorgánica. El cerebro no es recuperable, sólo permite que lo mantengas en forma, no óptimo, pero utilizable aceptablemente. Hasta que diga basta, como el del amigo que glosé hace un par de días.

Hurgo en las ideas que flotan y no encuentro ninguna que merezca ponerme a la tarea. Paso, entonces, a mi peripecia personal, y ahí si encuentro un motivo. Me da pereza hablar de mí mismo, pero, en esta ocasión confío en que valga la pena.

Mañana, a las 10AM, me van a practicar una colonoscopia, y,  ya puestos, una gastroscopia.  Vamos, en el argot de las prostitutas, un completo. Pero eso mañana, porque hoy tengo que prepararme, como Don Quijote velando armas para la batalla tremenda que los siglos no presenciaron. No es para menos. Agua, caldos, zumos colados y unos polvos que, por lo caros, deben de ser de lo más eficaces, pues te obligan a llevar el water pegado al culo. Se trata de que mi desagüe esté limpio como los chorros del oro y el medico pueda ver en qué estado se encuentra. Lo peor es que voy preso de incertidumbre, pues este órgano es silente y no te avisa de lo que puede guardar para tu sorpresa o tranquilidad. El estómago ya es otra cosa, suele avisar con tiempo de cualquier anomalía, aunque te puede engañar con varias apariencias de disfunción. En fin, que mañana me enfrentaré a la doctora, porque es una doctora, y quizá le diga, Doctora, en tus manos encomiendo mi espíritu, tráteme con cuidado, soy virgen.

María y los médicos

María fue a su médico de familia, según ella, había perdido el apetito y estaba adelgazando alarmantemente. El médico le preguntó algunas cosas ajenas al caso y María no supo qué responder con coherencia. El médico la miró por un instante largo y le dijo: María, vas a ir al psicólogo, es muy común que tu problema tiene que ver que un estado de ansiedad, pues no veo nada orgánico anormal. Mientras la consulta del psicólogo tenia lugar, María debería tomar unas pastillas de vitaminas.

María fue empeorando durante la semana que tuvo que esperar la consulta del psicólogo. Descartado el efecto nulo de las vitaminas, parecía claro que el motivo era la ansiedad de la que le había hablado su médico.

El psicólogo, un joven, con el título bajo el brazo, pareció que se tomaba muy en serio el caso de María. Le hizo muchas preguntas que a María le parecieron, cuanto menos, caprichosas: que si era casada, separada, soltera y tenía o no novio, que como llevaba su vida sexual, que si tenía animales de compañía y cuáles. Y de la respiración, que si respiraba bien, si le dolía el estómago, el pecho, si sentía cansancio sin hacer esfuerzo, si soñaba y sus sueños eran pesadillas con sensación de peligro inminente, si  tenia celos, temor a la muerte, si le fallaba la memoria y la atención, si se sentía incapaz de sobreponerse a las dificultades, a los desencuentros sociales…. María dudaba a dónde pretendía llegar aquel psicólogo con cuestionario tan exhaustivo, no obstante le fue respondiendo a todas las preguntas, pues nada perdía con ello, y aunque algunas eran sobre cuestiones íntimas, María, que era religiosa, consideró aquella consulta confesión como si la hubiese realizado en un confesionario ante un cura exigente.

–––Bueno, María, creo que ya puedo hacer un diagnóstico, pero, dado que yo no te puedo recetar medicamentos apropiados, te sugiero visites a un psiquiatra, que él sí está autorizado  para ello.
–––Pero doctor ¿qué es lo que tengo según su diagnostico?, preguntó María, presa, si cabe, de mayor ansiedad.
El doctor levantó la vista del informe que estaba escribiendo, miró a su paciente y le dijo:
–––Ya lo digo en el informe. Se lo llevas al psiquiatra y él lo continuará.
–––¿No me puede adelantar algo?
–––María, a todas mis preguntas has respondido dentro de los parámetros de la coherencia, menos a una. Te pregunté si tenías miedo a la muerte y me respondiste que en absoluto. Esa respuesta es incoherente con el hecho de que te hayas preocupado y hayas venido mi consulta, por lo que deduzco que padeces de Esquizofrenia indiferenciada, y en ese extremo, será el psiquiatra el que la evalué y, consecuentemente, la trate.

María fue al psiquiatra, al neurólogo, al ginecólogo, al digestivo Y ya no fue a ningún facultativo más, porque se suicidó. ¿La razón? Probablemente porque no tenía miedo a la muerte en absoluto.

A un amigo que fue

Qué más  puedo hacer por ti, mi buen amigo? Si al menos me recordaras, si te preguntara, si me preguntaras y me respondieras, si te respondiera, si entre tú y yo pudiésemos comunicarnos, como tiempo atrás lo hacíamos por vídeo, por chat, por correo , y reírnos, enfadarnos, si pudiese pedirte o me pidieras y me dieras y te diera, si al estrechar tu mano apretaras la mía, o al darte un abrazo tú me abrazaras, si pudiese hacerte reír o me riera contigo.

Ya no sabes quién soy, no me preguntas, no utilizas ya internet para comunicarnos, tu boca apagó la risa, la sonrisa y hasta la mueca de asombro o disgusto, te tiendo la mano y sólo  yo alcanzo a coger la tuya, camino a tu lado y no te siento cerca, está ausente de mi compañía, porque siento tu cuerpo pero no tu espíritu. Maldita serpiente  que devoró tu cerebro y dejo tu cuerpo insensible, vacío . No puedo hacer nada por ti, amigo, y tampoco sabes cuánto lo siento.

Marte

Comienzo a visionar una serie nueva. Entre las múltiples opciones disponibles, elijo Marte. No soy aficionado a las historias de ficción pura, por ejemplo, no he visto Star Trex. Marte es una mezcla de ciencia actual y la proyección fantástica necesaria para dar solución a los problemas que los científicos han de superar. Me gusta este cocktail, porque no se cometen los excesos que se  dan en la narración de la ficción y la historia parece posible.

Sólo he visto el primer capítulo de los seis disponibles, pero pienso que no son necesarios los cinco restantes para glosar el propósito de la serie.

Marte está ahí. Se parte de una realidad, y es que podemos llegar a él,  y ya hemos llegado, con máquinas, sí, pero hemos tocado Marte. Otra cosa es enviar tripulantes humanos en una nave, llegar a Marte, sobrevivir a las condiciones del planeta, y lo que parece más difícil, crear una estación autosuficiente, donde los seres humanos podrían perpetuarse en el caso de que la Tierra se convirtiese en inhabitable.

El proyecto llegar a Marte está fijado para el 2033. El 2016 es la realidad que ha de conducir a superar las dificultades. Se manejan los dos tiempos, el real y el ficticio, procurando que la conexión no sea muy caprichosa por parte de los guionistas. Una cosa no se sustrae al espectador de la serie, para que esta sea posible, dado el alto coste, todo lo que implica alcanzar Marte  deberá poder ser reutilizable. Y, por supuesto, viable la permanencia en él

Mi mente se desconecta por un momento de lo que estoy viendo y se pregunta si no habría sido más fácil, más económico, más inteligente, que la humanidad tomará la decisión de no ser ella la causante de la necesidad de buscar mundos alternativos para sobrevivir, al ser ella la responsable de preservar habitable el lugar que habita. Pero así es la humanidad, primero destruye, y luego vuelve a construir.

Hecha la anterior reflexión, y ahí queda, merecería se tratado de utópico por cualquiera que me leyera. No me gustaría, porque la ciencia me apasiona, y de la ciencia, lo que no puedo evitar es la justificación a su empeño constante por superar los retos, sin otras consideraciones. Dominar las estrellas es uno de ellos. Y sé que nada la detendrá.