Elogio de la mierda


Usar la palabra mierda como argumento en algo escrito, se rechaza como políticamente incorrecto, chabacano, de mal gusto, impropio de un texto que se pretende elegante. No así, la expresión mierda es comodín habitual en el lenguaje hablado, diría que insustituible si queremos ser hiperclaros en una definición: esta novela es una mierda, mierda, perdí el tren!, qué mierda estás haciendo?, vete a la mierda!, y cien más de uso habitual, hasta por personas que se suponen educadas.

Teniendo por sabido que hablar de mi mierda puede parecer inadmisible para algún lector, por escatológico y cualquier otro calificativo sancionador que se le ocurra, le pido sustituya mentalmente la palabra mierda por el sinónimo que mas le acomode; apunto caca con cierto rubor, ya que su uso se circunscribe más bien a la mierda que defecan los bebés.

Voy, en esta ocasión, a hacer un elogio de mi mierda.

Todos estamos habituados a convivir con nuestra mierda, unos a diario, otros cada dos, tres días o más si padecen de estreñimiento. Todos, o casi todos, cuando nos levantamos del water echamos una mirada furtiva al fondo del mismo para comprobar que nuestra mierda cumple con los requisitos normales de color, textura y cantidad, que nos deja tranquilos, o intranquilos si algún elemento extraño aparece que pueda significar una disfunción de nuestro organismo. Se podría decir que la convivencia con nuestra mierda forma parte de los hábitos obligados que, afortunadamente, hasta nos proporciona cierto placer. Qué a gusto!, decimos o pensamos.

Y qué pretendo decir en esta ocasión de mi mierda, que es mi deseo elevar a elogio, algo no habitual?

Mi última reflexión en este blog hablaba de una operación de colon a la que me iba a someter en breve. Operación que ahora, sin apelar a la imaginación, ya es real. De ella nada puedo añadir, pues lo allí imaginado casi se ha desarrollado al pie de la letra. Salvo la preocupación mayor que apuntaba, y era la colocación de una bolsa extra corpórea, que no fue necesaria.

El postoperatorio discurrió con entera normalidad, y que todos conocéis por referencias o experiencia propia, por lo que lo obvio en este escrito. Sólo apunto que debo rendir un agradecimiento especial al cirujano, anestesista, ayudantes de quirófano y las enfermeras, todos humana y profesionalmente insuperables.

Mientras mi dieta era líquida, no tenía por qué pensar en mi mierda. Cuando ya me dieron de comer algo sólido, tampoco en los primeros días fue motivo de preocupación el que mi mierda se negara a darme satisfacción de verla en el fondo del water; todo mi intestino partía de estar vacío, además de la normal atonía posterior a una intervención quirúrgica que le afectaba directamente.

Los médicos me tranquilizaban cuando, a partir del cuarto día, les manifesté mi preocupación. Lo consideraban normal. Me daban de comer dieta blanda o semi, y está no dejaba muchos residuos en el tracto intestinal.

Pero ya no me sentí seguro a partir del quinto, sexto, sétimo día. Comía con buen apetito y abundante comida normal. Ya no tenía excusa. Mi ahelada mierda seguía  sin abandonar mi cuerpo. Me dediqué a buscar remedios, farmacéuticos o caseros; de los farmacéuticos no me salí de los prescritos por mis médicos, de los caseros casi todos: Mis amigos en las letras me apuntaron los suyos,, hasta usar ramas de perejil para estimular mi ano, Google me aportó algunos más. Pero mi ano seguía sin mostrar otras señales que algunos esporádicos pedos, que yo trataba de entenderlos como buena señal, al menos el corte y pega practicado en mi colon parecía que tenía continuidad.

Hoy, por fin, volví a ver mi esperada mierda. Hasta quise hacerle una foto. Y era normal, sin ningún elemento estraño que me moviera a verla con suspicacia. A forma de elogio, estuve un buen rato contemplándola, sin decidirme a pulsar el dispositivo de la cisterna. Desde luego no llegué a pensar en guardarla en una caja, aunque merecía mejor destino que el sumidero.

Prueba, pues, superada. Ya sólo queda el resultado de la biopsia, que podría ser bueno o, por lo contrario, señalar que mi cuerpo estaba hecho una mierda. En fin.

P.S. Sin tratar de justificarme, puedo dar fe que la palabra mierda aparece en muchos textos literarios. García Márquez , por ejemplo, en Cien años de soledad utiliza ese denostado vocablo en 14 ocasiones, en divesos contextos, y, probablemente, no le quedó más remedio. Nadie se atrevería a sustituirla por un eufemismo o sinónimo, haría de esa gran obra un remedo cursi inaceptable.

Voy a añadir un poemilla que alguien escribio en el interior de una puerta del water. Viene a cuento, es anónimo, como todo lo que se escribe dentro de los waters pùblicos ,y que, en ocasiones. deberían formar parte de alguna antología literaria

El día de la Marmota

Tengo la sensación de estar viviendo secuencias parecidas a las que podemos ver en la película Atrapado en el tiempo, más conocida como El día de la Marmota. Cada día, al levantarme, a mí también me parece que todo lo que sucede a continuación se repite, que ya lo he vivido antes. Analizo el fenómeno, y llego a la conclusión de que no puede ser de otro modo. La vida, si no te proporciona nuevos acontecimientos, es una imagen fija, la puedes ver en tu interior o en un espejo reflejada. A veces uno fuerza que a esa imagen se añadan nuevos sucesos que te dan la impresión momentánea de que la imagen es distinta. Pero es tan fuerte la imagen precedente, que apenas el cambio es notable como para sentir que estas en la vida, en el movimiento y no en la quietud.

El viernes seré operado quirúrgicamente. Parto de un hecho ya sucedido. En el preparatorio que he tenido que realizar, la idoneidad de mi estado general de salud es de un aprobado muy justo. ¿Qué puede suponer esto?

El día de la marmota se impone. La imagen fija ya tiene un suceso de suficiente entidad para que, al levantarme, mi mente converja nítida en ese suceso, dejando difuminados los anteriores. El hecho de que esto se haya convertido en un monotema que se repite cada vez que se reinicia mi consciencia, hace buena la definición de Atrapado en el tiempo, o El día de  la Marmota.

Ya el cirujano que me ha de intervenir me informó del proceso quirúrgico y de sus posibles consecuencias colaterales. Me tranquilizó cuando me dijo que sólo un 8% se seguía de muerte. No me gustó tanto que con laparoscopia no sería suficiente, que sería preciso hacer una incisión de 6 cms. para extraer el intestino afectado. Y desde luego no me tranquilizó en absoluto cuando me habló de la posibilidad de verse obligado a una ostomía, o dicho en lenguaje inteligible, a colocar una bolsa fuera de mi cuerpo para sustituir al recto y ano en su función.

La espera de disponibilidad de quirófano en varios, demasiados, días para ser operado, ha supuesto que, obsesionado por todo lo que pudiese añadir al conocimiento exhaustivo del proceso, no quede página, video, testimonios, que no haya incorporado a esa ya imagen fija y recurrente que se alberga en mi mente.

Entro en el hospital un día antes, en la recepción me dirigen a una sala de espera. Un celador con una silla de ruedas me viene a buscar. Le digo que puedo prescindir de la silla. Acepta que le siga por mi propio pie. Entramos en una habitación. Me dice que seré atendido por enfermeros. No pasa mucho tiempo, y un joven de bata blanca me da las primeras instrucciones: que me desnude y me ponga una bata verde que encontraré en el lavabo. Me informa que hasta la operación al día siguiente debo observar un estricto ayuno, sólo agua o algún zumo de frutas que me traerán. En algún momento me hacen unos lavados de colon, similar a los ya efectuados para la colonoscopia.

Ya es el día siguiente. Temprano me trasladan al quirófano. Me impresiona, es más aparatoso que la sala de un dentista. Aunque me resulte familiar de haber visto otros en videos, este va a ser el mío. Mientras una enfermera me coloca una vía intravenosa, repaso con la vista todo lo que está a su alcance.

Se acerca el doctor que había evaluado la idoneidad de mi salud para ser operado, es el anestesista. Me saluda y trata de tranquilizarme. Lo que consigue es intranquilizarme, porque viene a mi pensamiento el 8% de fatal desenlace. Sé que a partir de unos minutos dejaré de ser el yo consciente, y lo habré de ser durante un tiempo que está entre una hora y la eternidad. Ya no puedo tomar una decisión contraria al discurrir de los acontecimientos previstos e imprevistos.

A partir de esa secuencia, mi mente ya sólo vive en el día de la Marmota. Cada mañana me despierto con la misma rutina. He dejado los deberes elementales que antes no descuidaba. No me comunico con mis amigos, no veo videos de la naturaleza, películas o series descargadas, no escribo correos en respuesta a los que recibo, no consulto más Google.

Si esto escribo y comunico a mis incondicionales amigos, es porque creo que les debo la imagen que, en estos momentos, conforma mi vida. Después de todo, sabrán que estoy vivo cuando me lean. Espero que no demoren la lectura más allá del próximo viernes; en un 8% podría estar fuera de contexto.

José

 

Este mundo no es el tuyo

Los incendios, provocados por la mano del hombre, han asolado Galicia. Muchos seres humanos han sufrido y sufren las consecuencias. Lamentables todas. La foto muestra a una perrita que transporta a su cría calcinada por el fuego. El fotógrafo estaba allí.

Que esta foto se incruste a fuego en el corazón de los responsables, Pero también en todos los seres humanos, para que, definitivamente, despierten de su desidia y prevean hasta los límites de lo posible las consecuencias. La perrita no entenderá nada, a ella sólo le importa que su cría sigue siendo suya, y quizá intenta salvarla.

Me niego a hacer más literatura de este testimonio gráfico, cualquiera con sensibilidad podrá leer la tragedia con sólo mirarlo.

México: El cartel de la verguenza

Recibo este cartel de  la solaridad con Mexico. Cartel para enmarcarlo en el muro de la verguenza. Sí, porque con alguna excepción, lo que muestra es hasta qué punto algunas corporaciones quieren borrar su mala conciencia con aportaciones que las retratan como miserables. Las autoridades evaluan en más de mil quinientos millones los daños materiales causados por el seismo. Los 57 millones del cartel adjunto son un escarnio, una verguenza incalificable. Alguna de esas empresas que aparecen como benefactores, llevan obteniendo beneficios de México ,que me atrevo a fijar en miles de millones de dólares. Y habrán tenido que hacer cálculos minuciosos para ver en qué capítulo de imprevistos apuntan esas cantidades como pérdidas.

En fin, denunciar el escarnio que esto supone no pasarìa  de testimonial. Pero en mi insomnio crónico, quiero aprovecharlo para que mi testimonio hoy se lo dedique a ese querido pais que, como en tantos lugares de la tierra, a él, y sólo a él, le toca recuperarse de la tragedia. Luego, que no olvide.

No es un cuento

A veces, cansado de las noticias que me traen los seres humanos, previsibles casi todas, sintonizo una cadena de televisión que casi siempre habla de los otros. Los otros, digo, porque así le quito el carácter peyorativo que supondría llamarlos especies animales.
No voy a hablar de lo que somos capaces nosotros para procurarnos la supervivencia y de lo que son incapaces los otros para lo mismo. Son infinitos los testimonios a los que sólo les concedemos la categoría de normalidad. Qué es lo que la televisión me ha mostrado que alcanza la categoría de fantástico, sorprendente hasta parecerme increíble?

Una charca africana muestra una población de renacuajos sin apenas espacio para moverse. La cámara, en time lapse, muestra cómo gradualmente la charca se va desecando por falte de aporte de agua, mientras, a salvo, la rana macho, que debe ser el padre de toda aquella numerosa descendencia, observa. Los renacuajos están abocados a morir pronto si nada sucede. A la rana macho le queda poco tiempo para procesar cálculos matemáticos, mecánica de fluidos, el principio de Pascal y los vasos comunicantes, si quiere salvar a su prole. Ha debido encontrar la solución, la única posible, porque enseguida se pone a excavar. De un animal como una rana se podía pensar que no lo hacía siguiendo una pauta inteligente. Podía excavar un hoyo, arañar la tierra en una muestra de desesperación. No, la rana sabe lo que tiene que hacer y lo hace, como lo habríamos hecho los humanos, aunque quizá no todos.

Como el video es todo lo que esa rana se merece como homenaje, yo dejo de añadir más torpes palabras.

https://www.youtube.com/watch?v=EJ1OSM6J0Nk

México

Hace unos años, en plena efervescencia literaria, escribí el poema siguiente

 

México

Agua y fuego

Sangre

Historia y prehistoria

Sangre

Orgullo y pasión

Sangre

La tierra te abraza

Sangre

Tus gentes te aman

Sangre

El viento te besa

Sangre

La mar te fecunda

Sangre

Despierta, México.
 que te desangras

Son muchos tus enemigos y tú no haces nada

Mueve tu espíritu,
 reinicia la danza de tus ancestros

Ellos atraparon el sol con las garras del águila.

Tienes hombres y mujeres que forman tu alma.

Despierta, México, que  sólo te mata tu calma. (JDD 2003) .

Ante los trágicos acontecimientos vividos estos pasados días, me pregunto qué vigencia tiene ese sentimiento enmarcado en un ejercicio literario mas o menos logrado, a juzgar por las críticas.
Cuando un territorio, en el que una población que sufre y goza orgullosa de su identidad, se ve sometido a una prueba tan brutal como un terremoto en un alto grado destructivo, se infiere del poema que lo sucedido es lo que se merecen los mexicanos. Lo contrario, que la naturaleza, en un intento de compensar los desequilibrios en otras regiones menos favorecidas, quiere, así, mostrar su poder justiciero con ese castigo. Y que, en definitiva, ese castigo ha ido contra los mexicanos en general, y en particular contra los ancianos que dormitan en las solanas, contra los niños que aseguran su futuro preparándose en la escuela, contra los enfermos que ya penan por sus miserias, contra esas gentes innominadas que se levantan cada día con el único impulso de la supervivencia. No se entiende. Los creyentes deben estar muy confundidos con ese dios imprevisible. Los científicos, abochornados por no tener a mano los medios que anticipen el desastre. Culpables  las autoridades que no han impuesto los reglamentos para evitar que las casas sean como guillotinas para sus moradores.

Pero quién soy yo para señalar víctimas o repartir culpas? Además, si como parece seguro que México es indestructible como tierra aislada,  ( la destrucción del entero mundo sería explicable), sólo cabe pensar que lo mataría la calma de los mexicanos, al menos  haría, así, bueno el poema en su diagnóstico, y yo me lavaría las manos ante la tragedia.

 

 

jeda y jasida

 

 

 

 

 

 

 

Ay! mi jasida, estos tiempos modernos no los previó Mahoma. Tampoco nos impuso vestir el Burka, que es cosa de extremistas islámicos. Ya ves que yo no lo llevo, aunque a veces me siento desnuda con este shayla, que deja al descubierto una parte de mi cuerpo. Siento vergüenza verte así, desnuda, jasida mía. Que Alá te perdone y Mahoma te guíe por el buen camino.

Pero jeda, tú sabes que nuestro profeta sólo imponía llevar el velo a sus mujeres, y era para no sentirse perturbado continuamente por ellas.

Sí, jasida, así era, pero tu vas desnuda, una provocación para los hombres que te vean. La mujer mahometana sólo pertenece al hombre que la adopta como esposa, no hace falta que se exprese, es una consecuencia. El Paraíso que se describe en el Corán está concebido para el goce del hombre, sin mención alguna al placer de la mujer.

Pero, jeda, aún no estamos en el paraíso, quiero que mi cuerpo se beneficie del sol, del aire que viene del mar, que lo bañe la espuma de las olas. No veo por qué mi cuerpo ha de esconderse, si es, además, bello.

Claro, según tú, yo escondo el mío porque es viejo, arrugado y ha perdido la voluptuosidad que exhiben tus formas. Yo también fui joven y nunca mi cuerpo provocó deseos de lujuria en los hombres. La mujer encarna y simboliza el desorden con su poder sexual y seductor, armas destructoras del orden establecido, y en consecuencia un peligro potencial para el hombre y la sociedad.

Pues mi jeda querida, creo que, te voy a hacer caso, y desde ahora voy a intentar destruir el orden establecido, llevar al abismo al hombre que me observe y acabar con esa sociedad que ha hecho de nosotras , las mujeres, meros objetos sexuales a su disposición. Cuando sea vieja como tú, seguramente me pondré un burka.

Jeda: abuela

Jasida: nieta

España y yo

Qué lejos quedan los días del brazo en alto, pantalón corto, botas de cuero, camisa azul tatuada con el haz de flechas abrazadas por el yugo, y arremangada para la lucha. El Cara al Sol como canto de afirmación y el carné que me acreditaba como Jefe de Centuria del Frente de Juventudes, de La Falange, y como avanzado de la defensa de la patria, una, grande y libre. Era lo que había, lo que te permitía jugar al futbolín, al billar, a pasar un mes en un campamento premilitar con piscina y algo de hambre, a utilizar el campo de deportes y participar en torneos de atletismo. Podías renegar de todo eso, pero no existía contrapropaganda, y la oficial lo impregnaba todo. Eras, además, inocente.
La España de entonces era lo que había quedado de una sangrienta guerra civil, y no recuerdo si era una, grande y libre, como se cantaba, o era el resultado de un puzzle unido por remiendos mal cosidos. Era lo que había.

He vivido muchos años desde entonces, y la vida o mi propia inteligencia ha ido conformando mi pensamiento actual. Soy escéptico con cualquier verdad que tratan de imponerme, descreído con mis propias creencias, incrédulo con lo que parece evidente, indiferente a que el mundo gire en sentido contrario o se pare en la sombra, dudoso de querer o ser querido , ateo no sé por qué, receloso de mi propia verdad.

Ahora, en la España que sobrevive a sus padres y lucha por sobrevivir a sus hijos, una región, o si se quiere una parte de España quiere ser amputada del resto. Tenía creído que eso era cosa de los vascos, y si me dicen hace unos años, cuando visitaba habitualmente a mi hijo, estudiante en Barcelona, con vivienda propia, situada a la vera de Gaudi, que Cataluña iba a ser hoy la que pidiera romper la piel de toro y navegar sola, habría puesto en guardia mi escepticismo para negar tal posibilidad, pero sólo porque Cataluña me parecía la región con más sentido común de España, no porque resurgiera en mí una Falange redentora. Y hoy se está en eso, no sé si es verdad o mentira, y hasta me parece, por lo menos curioso, que este asunto me sea indiferente.

Quizá, por esta falta mía de compromiso, debería emigrar a otro lugar y olvidarme de haber sido español. Lo estoy pensando.

Luces de la ciudad

Chaplin, el maestro del mimo y del silencio, llena todo con sólo esos dos instrumentos y el año 1931, fecha en la que fue concebida esta obra maestra. Universal, en cuanto no es sonora, porque no era necesario. Considero un error que se hayan introducido algunos subtítulos, no hacían falta.

Y me ha hecho llorar. No el argumento, que podría encuadrarse en una historia sensiblera, y hasta previsible. Cada fotograma es un pellizco en el corazón. En ocasiones, la hilaridad que provocan algunas escenas, te da un tiempo para recuperarte, si no fuera así, el corazón desfallecería. Los dos personajes centrales, el mendigo y la violetera ciega son tan cercanos, que tienes la sensación de estar viviendo a su lado, aunque como comparsa en su extraordinario mundo. Lloras porque sus aciagas vidas te dan la dimensión del vacío que crea la soledad, y tú sientes ese vacío como propio.

Con el ánimo compungido se llega al final, y yo hubiese querido otra cosa muy diferente. Pero no es mi creación literaria y tampoco tengo intención de recrearla; mis palabras harían demasiado ruido y no sabría cómo lograr el silencio que hace de esta película una obra excepcional.

desaparecer y reaparecer

Estaba preparando mi muerte como el que espera coger un tren en un andén de estación. Lo veo venir lejano, en una recta que comienza en el horizonte. Aún tenía tiempo para hacer alguna reflexión. Una, que ya había sido recurrente, era que no me preocupaba la muerte sino desaparecer.
Pero desaparecer, haciendo una contrareflexión, no es grave si desaparecer no es para siempre. Y como el tren aún venía lejano, volví a reflexionar apoyándome en esa última. Suponiendo, me digo, que se reaparece, y se reaparece definitivamente para no tener nunca más que volver, ¿qué sentido tiene este periodo transitorio, en el que el tiempo es como una mueca en la infinitud de la eternidad? El tren seguía renqueante y podía seguir reflexionando. Lo obvio y siguiente era la otra posibilidad, que se reaparezca para volver a desaparecer. Si esto fuese así, ¿para qué volvíamos a reaparecer? ¿Para corregir los errores, para una nueva oportunidad? Podría ser, de hecho yo corregiría muchos errores que he cometido y también para esperar alguna oportunidad que no había tenido.
El tren ya estaba cerca y aún me quedaba una reflexión. Finalmente, me digo, ¿y si desaparecer es para siempre…?
El tren llega a mi altura, da dos pitidos, y pasa de largo, sin pararse. Bueno, me digo, este no era mi tren.