Luzi II

Pero Luzi no acepta su mala vida, su mala suerte. Ahora es así, no ha encontrado alternativa. No deja, sin embargo, de pensar que ella no ha venido a este mundo para ser una puta, pasto de buitres de medio pelo, asquerosos por dentro y por fuera. A veces piensa que su cuerpo no se presta a tener derecho de elección y no puede soñar con príncipes que se rindan a sus encantos. Si tuviera algún dinero ahorrado, podría ir a la peluquería, comprarse un vestido y zapatos bonitos, hacer una dieta rica en proteínas e hidratos de carbono que la metieran en carnes y buscar algún trabajo digno. Ella no siempre fue la mujer escuálida, desaliñada, mal vestida. Cuando hizo la primera comunión era una niña preciosa, de entonces guarda celosa algún recordatorio con la fotito en la que aparece vestida de blanco. También otra con unas amigas de la escuela, donde destaca su altura y su buen parecer. ¿Qué pudo pasar para que Luzi no mantuviera el proyecto de mujer, en línea con aquel primer boceto? Quedó huérfana a muy temprana edad, cuando todavía no había aprendido a volar sola. Una tía la acogió más por interés que por cariño. Se ganaba alojamiento y comida sirviendo a su tía, una mujer déspota que le exigía total sumisión a sus órdenes. Cuando no cumplía, a decir de aquella mujer, la dejaba sin comer.

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Luzi, o el realismo mágico

Luzi es una mujer desorientada, o porque nunca encontró un norte al que dirigirse en pos de más luz. La noche es su aliada.

Luzi regresa a su casa muy tarde, son las dos de la madrugada. Acaba de dejar la calle, donde ejerce de puta de bajo nivel. Su lugar de trabajo es un polígono industrial a las afueras de la ciudad. Tiene que competir con un exceso de profesionales del sexo, incluyendo travestis y chaperos. No ha sido una buena noche, sólo un hombre rudo y sucio ha reclamado sus servicios. El forcejeo dura poco, Luzi acepta los 20 euros que aquel tipo está dispuesto a pagarle. Por ese precio, Luzi deberá hacer lo que él quiera, y lo toma o lo deja. Luzi no puede regresar a casa de vacío, a la mañana siguiente deberá comprar unos potitos para alimentar a su bebé, sólo le queda un poco de leche para cuando regrese, leche no precisamente de sus pechos, secos por la desnutrición endémica que padece.

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Barcelona

Barcelona

Yo, que escribo de y sobre cualquier cosa sin ninguna obligación, quizá tampoco con ninguna oportunidad, no debería obviar el trágico suceso acaecido en Barcelona esta semana. Pero sobre él ya han corrido ríos de tinta, tinta roja, tinta negra, tinta amarilla. Si he de escribir , algo esencial debo tener en cuenta, que lo que escriba no use tinta de ningún color. No puedo aprovechar la ocasión para lucirme, ni para ahondar en la tragedia impulsado por la inercia de algo tan brutal como incomprensible salvo si lo refiero al hombre. ¿Y qué puedo decir que tenga en cuenta esos condicionantes de autolimitación para un escritor libre? Sólo estaría justificado si mi escrito sirviera para crear una perspectiva, un anhelo para la humanidad, pero o yo soy muy pesimista, y nada bueno se puede esperar, o hago un ejercicio de optimismo y proclamo mi fe en que un ángel exterminador acabe con ella, sólo así el universo rectificaría su error.

Volver a escribir

Escribo de nuevo porque así es posible que no se pierda en olvido. Y escribo de algo que pensaba esta mañana, al despertar, en esos instantes en los que no estás seguro de incorporarte a la vida consciente. Ahora, ya en mis plenas facultades cognoscitivas, puedo discernir que en aquel momento de penumbra, las ideas que afloraban de mi cerebro tenían una razón de ser. Pareciera que algo que había hecho en mi vida no había alcanzado los objetivos últimos y que amanecía para que retomara aquella voluntad que suspendí hace algún tiempo: la de escribir. Siempre tuve pudor para definirme como escritor, que yo sustituía por la de “escribo”. Lo que puedo considerar nuevo es que esta mañana, como digo, me desperté con esa idea postergada de ser un escritor. ¿Para qué? Escribir es una tarea, ser escritor un oficio. ¿Cuándo escribir se transmuta en ser escritor? ¿Haber escrito cincuenta mil folios me permitía obtener un certificado de escritor? Esa era la cuestión que esta mañana me planteaba, y el para qué, debería ser la respuesta inmediata que obtuviera yo mismo o me propondría no volverme  a plantear.

 

Y es por eso que estoy aquí, tecleando palabras que fijan mi pensamiento. Perece pueril que tal asunto ocupe mis inquietudes del momento, teniendo motivos más sustanciales en qué pensar o desarrollar. Al final de este breve escrito no puedo haber caído en la tentación de que parezca un estudio complejo  o académico sobre estos dos conceptos, debe ser una especie de testamento ológrafo que cierre esa inquietud existencial del hombre por dejar las cosas claras en relación a su autodefinición como ser, no ya humano, sino como entelequia, definición ésta que cuadra más con la existencia irreal de nuestro paso por la vida.

 

¿Que he escrito, y mucho? Parece ser cierto. ¿Que fue en su momento una necesidad vital? Puede que no tanto, más bien fue la forma de justificar mi tiempo ocioso. ¿Qué alcancé la maestría suficiente para que lo que escribía fuese del agrado e interés de aquel al que llegaban mis escritos? Podría responderme que sí, aunque debo ponderar que mis escritos no llegaron a ser universalmente conocidos, por más que desde muchos países alguien cayo en mi página, no sé si por accidente o por voluntad propia. En definitiva, todo esto me hace concluir que cuando algo que haces trasciende a tu propia vitalidad y más o menos intensamente compartes con otros seres, dejas de ser una entelequia y comienzas a definirte como ser humano. No es para gritar: ¡eureka, por fin sé lo que soy! Pero sí para poder salir del armario y, aunque tímidamente, poder decir: soy escritor. Ahora deberé definir si en activo o jubilado.

Poemas viejos

¿Lo que hay escrito aquí abajo es poesía? Me da igual como se llame; si la poesía es sentimiento, algunas cosas podrían serlo por las lágrimas que derramé al escribirlo.

Odio la poesía
de las dulces sutilezas
la del amor sublimado
la del propio dolor
Te invoco, poesía
al desgarro de la vida.
Háblame si puedes
de cosas ignoradas
por el común de las gentes:
de un niño apaleado,
de un perro abandonado
de un pájaro que no vuela
porque tiene un ala rota.
Háblame si puedes
de un sueño interrumpido
por una realidad.
Háblame poesía
de las cosas sencillas
que me pasan ignoradas
o cállate como una puta
que no reconoce su oficio.
(JDD. 30-6-2001)

 

Mujer, me pides amor
como si se fabricara
en algún lugar de mi cuerpo.
Por qué no me pides pasión
si es lo único que siento…
Toma mi pasión, si quieres,
y llámalo amor, si lo prefieres
(JDD. 20-6.2001)

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Comunicado

Quierido lector:

Si últimamente has entrado en mi blog, habrás percibido que no tiene el formato que conocías. En efecto, éste en el que te encuentras es nuevo. Al igual que el anterior, también éste responde a la dirección www.josediez.com, y los contendos son los mismos. El cambio ha sido por una puesta al día, y espero te resulte fácil manejarlo.

Gracias por tenerme en cuenta…

José

Concisión

Se propone que el escritor sea conciso, que exprese la ideas con economía de palabras. Los cuentos deben ser concisos, siempre. Las novelas se pueden permitir mayores desahogos en aras al naturalismo y al realismo.
En la concisión del lenguaje hasta Guinness de los récords tiene el conciso más espectacular, como todos sus récords. Es una palabra de origen yagán (una población antiquísima de Tierra de Fuego): «mamihlapinatapai». De acuerdo a la definición que de ella dio René Haurón, este vocablo significa nada más ni nada menos que “mirar a otra persona a los ojos, con el deseo y la esperanza de que nos devuelva una mirada invitándonos a realizar juntos una acción que los dos estamos esperando pero que ninguno se atreve a iniciar”. Bonito, ¿verdad? Claro que lo que, supuestamente, seguía a esa expresión no tenía por qué ser tan esquemático.

He tomado la referencia de algún lugar en Internet. Es espectacular, sin duda ¿Podría intentar hacer yo algo así? De ninguna manera mi intento trataría de competir con esa cultura milenaria, pero un reto es un reto y allá voy.
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Se puede ver el significado en un de mis últimos escritos, no es difícil, dejo el reto al lector. Ah!, y prometo, en lo sucesivo, no ser tan conciso.

Julia y el poeta seductor

Julia es una joven tímida, tal que si un hombre la mira se pone colorada, y si la toca se pone lívida, envarada, como si esperara de un momento a otro el ataque de una cobra. Con esa disposición, no es de extrañar que le sucediera lo que a continuación se relata.

Julia busca en Internet sensaciones que llevarse a la entrepierna estéril, pasando, desde luego, por su corazón sensible, que es el que filtra todo aquello que es simplemente grosero.

Julia ha encontrado un blog buscando en Google por la palabra clave, «poeta inédito». Los poetas consagrados no debe pensar que estén a su alcance, además de estar muy manoseados.

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Mi perro

Mi perro se llama Simba, aunque lo comparto con la familia y mi nieto se cree su dueño, mi perro ya ha elegido al lado de quién quiere dormir, a quien acude para esperar una caricia, a quién le trae cualquier cosa para pedirle que juegue con él. Yo no soy su dueño, soy su amigo, parte de él mismo, mi perro no comprendería su existencia si yo le faltara.

Hoy creo que le he hecho sufrir. Era día de limpieza general en mi casa y, lógicamente, Simba no podía estar por medio soltando pelos y llenando de babas el suelo mientras duerme. Yo le miraba al otro lado de la puerta de cristal que da a la terraza. El me miraba sentado, siguiendo con la cabeza todos mis pasos por la casa. A veces le oía quejarse, y yo no podía interpretar otra cosa que era su forma de pedirme que le dejase entrar, estar cerca de mí, rozarse y lamerme cualquier parte desnuda de mi cuerpo. pero debíamos ser consecuentes, Simba es un pastor alemán de raza grande, es como un pony, y debe estar lejos de querer ser un un perro faldero. Debería saber que aquel aislamiento no era para siempre, pero la mente de un perro no es analítica y obedece solo a impulsos volitivos, como define Lain Entralgo la amistad. Mi perro no quiere ser simpático conmigo, amable, quiere formar parte de mí porque ya siente que yo formo parte de él, esa es la amistad. Toda la mañana aislado detrás de un cristal y viéndome inaccesible al otro lado, debía suponer para él una realidad que no dejaba espacios para la fe en suponer que existía y que volvería a compartir espacio conmigo. Por qué me rechazas, por qué te aíslas?, se preguntaría.

Ya terminó la limpieza y Simba a vuelto conmigo, quiero decir a mi lado, y a mi lado yace dormido, llenando de babas y pelos el suelo. De vez en cuando miro el reloj para ver lo que falta para darle su comida. No es necesario, porque a las siete en punto se despertará y se acercará a mí, me lamerá y yo le diré, vamos, Simba, debes tener hambre. Por el camino, pensaré que es triste tener que dejarlo.

Los muros del silencio

Maldito silencio que construyes muros sobre simas insondables
Simas que te acogen y nunca te devuelven.
Y te callas, y no gritas que la vida es tuya y no se resigna.
Pero eres cobarde y  te resignas, o te resignas porque no era vida.
Sólo estabas fuera de la sima que se abría silente a tu lado.
Ahora contemplas lo que ha de ser por inevitable.
Y si te opones, el médico te empuja a tener confianza.
El está ahí no para poner barreras, sólo te invita a no asomarte.
O te ofrece cuerdas  para agarrarte.
Y que no sientas el vértigo que te atrae esperándote.
Lo que nunca comprenderás es por qué el muro de silencio
Que tu mismo construyes callándote.
Si desde el fondo de la sima puedes gritar que ese no era tu destino.
Aunque no te ha de servir para librarte, nadie te podrá llamar cobarde.