The Deuce

Tengo que escribir, no tengo excusa, escribir era una necesidad, si no vital, si complementaria con otras manifestaciones que comportan mi vida. Ahora, hoy, no me apetece, es como algo superfluo de todo lo superfluo de lo que trato de huir. Pero en esto soy cobarde, y aquí estoy, aporrenado teclas queriendo decir algo insustancial, sin la pretensión de que sea transcendente.

Estoy viendo una serie americana, The Deuce. Trata de un tema escabroso: La prostitución, el porno, los proxenetas, la droga, la corrupción policial en Times Square, años 70 a 80. Es, en momentos, explícito sin llegar a pornográfico. Necesidad justificada de unos guionistas, que habrán pretendido hacer de la serie un documento lo más cercano a una realidad informativa de lo que allí sucedió. También una denuncia de la pasividad de una sociedad que ni lo veía ni lo sentía cercano. Para los que allí vivían, cualesquiera que fuese su modo de vida, aquel era su mundo, no había otro. La miseria y la indignidad de sus vidas no tenía alternativas. Para los que venían del confort, de la aparente dignidad, en sus coches con lunas tintadas, aquel lugar les proporcionaba el desahogo a sus bajos instintos y quién sabe si a sus frustraciones personales o de pareja. Luego que alcanzaban el objetivo, regresaban a sus habituales vidas de personas. Digo de personas, porque en el lugar que dejaban atrás, ni ellos ni los demás lo eran., por más que algunos personajes nos muevan a la compasión.

Como no hay mal que por bien no venga, El SIDA vino curar aquel mal , y el resultaado fue que los beneficios para todos bajaron hasta el punto de desaparecer el escalofriante escaparate callejero, para dar lugar a los asépticos burdeles, sanitariamente controlados. Si las prostitutas ganaron con ello y su oficio pasó de la esclavitud a la actividad laboral regulada, no lo sé. Quiero imaginar que desaparecieron los chulos con sus rolex, pulseras y collares de oro, con sus coches de marcas míticas, con sus vestimentas que chorreaban prepotencia. Por lo demás, no seré yo el que juzgue lo que libremente quiera hacer cualquier hombre o mujer con sus vidas. Si algo denuncio como humanamente indigno, es aquello que carece de estética. Es la diferencia entre una sociedad estructurada en la convivencia respetuosa con las formas y otra que no le importa mostrar la mugre más abyecta como el único lugar donde poder sentirse a gusto.

Tendré que dejar de ver la serie si quiero ser consecuente. No espero ese final feliz de los cuentos de hadas. Los productores sabrán qué les movió a crear esta serie, yo me temo que fue más por interés económico, que por buscar un rechazo social a los guetos que aún existen.

 

Vivir feliz y afortunado

Desde que tienes uso de razón, piensas en la vida que tienes por delante. Cuando alcanzas los cincuenta, comienzas a especular sobre la vida que te queda. Si llegas a los setenta, tu pensamiento cambia sustancialmente, y ya sólo te preocupa el día a día de tu estado de salud, que como cualquier cosa fungible, y el cuerpo humano lo es, lo vas manteniendo de achaques sobrevenidos, unos reales, otros de etiología sobrevalorada o hipocondriaca. Vas con frecuencia a consultas médicas y, cuando es necesario, con el tratameinto que te proponga el doctor de turno, sientes haber hecho lo que debías. Un estudio en varios centros de prestigio, concluyó que de los pertenecientes a la llamada tercera edad, obtuvo el resultado de 362 sujetos (83,8%, extrapolandolo a la población de hecho), que fue considerado significativo. El 83,1% de ellos utilizaba uno o más medicamentos a diario. No hago cálculos de lo que ese porcentaje supone, pero las empresas de los medicamentos deberían llevarle un ramo de flores a cada persona que alcanza esa tercera edad, al parecer la definitiva, pués nunca escuché de que existiera una cuarta.

De lo que aceptamos como habitual y normal, traigo aquí la historia de un hombre  singular que ha nacido de mi imaginación, quizá porque existe en mi subconsciente como un nexo entre la eternidad y el instinto de supervivencia impreso en nuestro genes.

Por llamarlo de alguna forma, lo llamaré Félix, que por venir del latín,  significa «Aquel que se considera feliz o afortunado».

Félix tiene ochenta años, recien cumplidos. La pregunta subsiguiente sería: ¿puede Félix, en buena razón, considerarse un ser feliz y afortunado? Puede, esa es la respuesta que elabora mi subconsciente. Y me propone más: tú eres otro Félix, debes considerarte un ser feliz y afortunado.

Pero Félix también es consciencia, y sacudiendo levemente su cabeza a un lado y otro, analiza su situación real. Soy feliz y afortunado porque podía estar peor, utilizando el aforismo optimista del vaso medio lleno. Félix, pues, no es pesimista, para él la vida no es un tema impreso en un calendario, ni siquiera en un futurible para uso propio. Su realidad está enmarcada en un comportamiento diario. Tiene achaqués, sí, y se toma alguna pastilla, pero esa circunstancia no le deprime, al contrario, para él entra en la rutina diaria y le da seguridad, no preocupación, por lo que otros considerarían dependencia.

Con esa buena, excelente predisposición, Félix se levanta temprano cada día. A esa edad, o elaboras un programa o te sientas en un sillón a dormitar o recordar efemérides. El programa de Félix es levantarse, hacer unos estiramientos para recolocar sus vértebras desplazadas, ir al baño e intentar evacuar los restos de la ingesta del día anterior. Generalmente no lo consigue, pero sabe que sucederá si se toma un laxante natural. Orina, el chorro lo tiene ya olvidado, ahora es a golpes de esfinter, pequeños chorritos que terminan por vaciar su vejiga. Se levanta del water, la larga postura allí sentado le causa algún dolor articular que se le pasa pronto. Se acerca al lavabo, un día sí y otro no se ducha, que no es cosa de exagerar, cuando los franceses lo hacen una vez a la semana, o más. Se lava cara y axilas. Enjuaga su boca con un elexir y toma la dentadura postiza que la noche anterior había dejado en un vaso con agua. Meticuloso, le pasa un cepillo, la lava y se la coloca con una pasta fijadora. Hoy no toca afeitarse, tiene un eczema en la cara y no es conveniente tocarla hasta que se cure. Se pone unas gotas de colirio en los ojos, peina sus escasos cabellos que amanecieron reveldes, y sale de nuevo a su dormitorio. He de decir que vive sólo, su esposa felleció hace un año, tiene dos hijos que según él no los necesita para valerse. Se viste con patalón y chaqueta a juego, camisa blanca y corbata. Se mira en el espejo y se da por satisfecho.

Mentalmente repasa el programa. Toca desayunar. Pan integral con aceite de oliva extra virgen y miel. Para beber, café descafeinado con leche descremada. No usa el azucar, pues tiene tendencia a tener alta la glucosa en sangre. En ocasiones se pone una inyección de insulina y el tema queda resuelto. Félix sabe que el mejor tratamiento para estar saludable es no abusar de nada, y de algunas cosas ni catarlas.

El día comienza para Félix cuando termina de desayunar, lo mismo que para la mayoría de las personas.

Hoy, Félix tiene por la mañana dos asuntos ineludibles que debe atender: reponer de alimentos su frigorífico y alacena, y como aún conduce su viejo coche, irá primero a la consulta programada del médico de la Seguridad Social para que le informe del resultado de una análitica ordenada con anterioridad. Luego irá a  un super y comprará lo que lleva anotado en una lista.

–Siento decirte, Felix–le dice el doctor–, que tu analítica no es muy positiva, nada positiva. Se pueden considerar algunas cosas surgidas nuevas desde la última que te hiciste. La glucemia ha subido y ya se puede considerar como diabetes B, eso supone el uso diario y en varias ocasiones de insulina. Tienes algo de anemia, y habrá que ver la causa. Tambien tienes el colesterol y los trigliceridos altos,  te pediré un analísis específico para comprobar el estado de tus coronarias. La elevada creatinina indica que algo no funciona bien en tus riñones. También veremos eso. De las heces hay un indicador tumoral que en principio no es definitorio, por lo que debes volver a hacerte una colonsocopia para segurarnos de la evolución de los pólipos detectados en la anterior. Hay algunas cosas más, pero prefiero asegurarme con nuevas pruebas. Si te parece, vamos a programar un exámen general de tu salud. No te preocupes, casi todo tiene solución.

Félix salió de la consulta con varios volantes para hacerse pruebas médicas y una hoja de instrucciones.

El el hall del hospital, y en la primera papelera que encontró, deposító todos los papeles que le había dado el médico.

Tomó su coche y se fue al super. Por el camino iba pensando: «No hay cabrón que me impida ser feliz y afortunado».

Por la tarde, después de la siesta, se acercó, como de costumbre, al club de jubilados. Allí le esperaba la habitual partida de mus con sus colegas y amigos. Hablaron de cosas, ninguna de los problemas de salud de cada uno.

Cenó ligero, vio la tele un rato, y se fue a la cama. Al día siguiente tenía un viaje con el Imserso, que no quería perderse por nada del mundo.

Felix, mientras vivió, poco importa cuánto, se sintió féliz y afortunado. Una muerte súbita impidió que cambiara de opinión.

Corolario: Sé feliz y afortunado mientras vives, no permitas que ningún cabrón te amargue la vida.

 

 

De biopsia y otras historias

Estaba impaciente. En algún archivo de un ordenador en el hospital estaba guardado esa especie de sentencia que nos condena o nos libera de la fatídica palabra: cancer. No podía esperar una semana a la consulta programada con el médico que me había operado. Tampoco tenía acceso a él por los medios habituales, teléfono, correo, whatsApp. Dubitativo, me acerqué al hospital, no tenía claro si esa actitud mía respondía a un gesto de valentía o de cobardía. Fue la inercia del desasosiego que me puso en camino.

Me identifiqué, pensé en lo impersonal de mi identidad. No era José, ni un cliente que hacía posible la existencia del hospital. La persona que me atendió tras el mostrador no debió tener suficiente con el documento de identificación que le había entregado y me preguntó por mi fecha de nacimiento. Figuraba en mi documento, pero debío considerar que si sabía mi fecha de nacimento era una persona mentalmente sana a la que se le podía confiar el preciado informe, cualesquiera que fuese el resultado.

Al fin me entregó un sobre. No lo abrí hasta encontrame sentado en un sillón del hall. Podía desmayarme.

Como todos los informes médicos, has de leer entre lineas o te pierdes entre siglas y términos sólo para el ámbito médico. Entre lineas pude fijar  vocablos que si me daban una pista: tumor de bajo grado, no sobrepasa la masa  muscular. A,B,C, libres de tumor. Ausencia de imágenes de D, E,F. Sin evidencia de   G en 10 ganglios aislados. No muestra de alteraciones H.

Podía darme por satisfecho? Cada letra que utilizo en el párrafo anterior responde a un término médico para mí desconocido. Siendo así, era muy aventurado reconocer que la biopsia era totalmente favorable.

Pero sí tenía a mi médico habitual para cosultarle y pedirle una traducción del informe que me fuera inteligible.

Un whatsApp enviado que fue respondido con celeridad. Mi médico sabe de angustias  ante incertidumbres serias de sus pacientes. Y con pocas palabras, aunque hubiese preferido todo un manual de uso, me dijo que el infome era muy positivo para mí, que tenía que cuidarme y hacerme revisiones periódica. Que la intervención quirúrgica estaba plenamente justificada. Y por si me quedaba alguna duda, terminó con un » Enhorabuena, José»

Y acaba esta historia, que he querido compartir con mis amigos por sus buenos deseos y la confianza que con buena inteción me transmitieron. Sigo viejo, pero vivo.

 

 

 

 

Elogio de la mierda


Usar la palabra mierda como argumento en algo escrito, se rechaza como políticamente incorrecto, chabacano, de mal gusto, impropio de un texto que se pretende elegante. No así, la expresión mierda es comodín habitual en el lenguaje hablado, diría que insustituible si queremos ser hiperclaros en una definición: esta novela es una mierda, mierda, perdí el tren!, qué mierda estás haciendo?, vete a la mierda!, y cien más de uso habitual, hasta por personas que se suponen educadas.

Teniendo por sabido que hablar de mi mierda puede parecer inadmisible para algún lector, por escatológico y cualquier otro calificativo sancionador que se le ocurra, le pido sustituya mentalmente la palabra mierda por el sinónimo que mas le acomode; apunto caca con cierto rubor, ya que su uso se circunscribe más bien a la mierda que defecan los bebés.

Voy, en esta ocasión, a hacer un elogio de mi mierda.

Todos estamos habituados a convivir con nuestra mierda, unos a diario, otros cada dos, tres días o más si padecen de estreñimiento. Todos, o casi todos, cuando nos levantamos del water echamos una mirada furtiva al fondo del mismo para comprobar que nuestra mierda cumple con los requisitos normales de color, textura y cantidad, que nos deja tranquilos, o intranquilos si algún elemento extraño aparece que pueda significar una disfunción de nuestro organismo. Se podría decir que la convivencia con nuestra mierda forma parte de los hábitos obligados que, afortunadamente, hasta nos proporciona cierto placer. Qué a gusto!, decimos o pensamos.

Y qué pretendo decir en esta ocasión de mi mierda, que es mi deseo elevar a elogio, algo no habitual?

Mi última reflexión en este blog hablaba de una operación de colon a la que me iba a someter en breve. Operación que ahora, sin apelar a la imaginación, ya es real. De ella nada puedo añadir, pues lo allí imaginado casi se ha desarrollado al pie de la letra. Salvo la preocupación mayor que apuntaba, y era la colocación de una bolsa extra corpórea, que no fue necesaria.

El postoperatorio discurrió con entera normalidad, y que todos conocéis por referencias o experiencia propia, por lo que lo obvio en este escrito. Sólo apunto que debo rendir un agradecimiento especial al cirujano, anestesista, ayudantes de quirófano y las enfermeras, todos humana y profesionalmente insuperables.

Mientras mi dieta era líquida, no tenía por qué pensar en mi mierda. Cuando ya me dieron de comer algo sólido, tampoco en los primeros días fue motivo de preocupación el que mi mierda se negara a darme satisfacción de verla en el fondo del water; todo mi intestino partía de estar vacío, además de la normal atonía posterior a una intervención quirúrgica que le afectaba directamente.

Los médicos me tranquilizaban cuando, a partir del cuarto día, les manifesté mi preocupación. Lo consideraban normal. Me daban de comer dieta blanda o semi, y está no dejaba muchos residuos en el tracto intestinal.

Pero ya no me sentí seguro a partir del quinto, sexto, sétimo día. Comía con buen apetito y abundante comida normal. Ya no tenía excusa. Mi ahelada mierda seguía  sin abandonar mi cuerpo. Me dediqué a buscar remedios, farmacéuticos o caseros; de los farmacéuticos no me salí de los prescritos por mis médicos, de los caseros casi todos: Mis amigos en las letras me apuntaron los suyos,, hasta usar ramas de perejil para estimular mi ano, Google me aportó algunos más. Pero mi ano seguía sin mostrar otras señales que algunos esporádicos pedos, que yo trataba de entenderlos como buena señal, al menos el corte y pega practicado en mi colon parecía que tenía continuidad.

Hoy, por fin, volví a ver mi esperada mierda. Hasta quise hacerle una foto. Y era normal, sin ningún elemento estraño que me moviera a verla con suspicacia. A forma de elogio, estuve un buen rato contemplándola, sin decidirme a pulsar el dispositivo de la cisterna. Desde luego no llegué a pensar en guardarla en una caja, aunque merecía mejor destino que el sumidero.

Prueba, pues, superada. Ya sólo queda el resultado de la biopsia, que podría ser bueno o, por lo contrario, señalar que mi cuerpo estaba hecho una mierda. En fin.

P.S. Sin tratar de justificarme, puedo dar fe que la palabra mierda aparece en muchos textos literarios. García Márquez , por ejemplo, en Cien años de soledad utiliza ese denostado vocablo en 14 ocasiones, en divesos contextos, y, probablemente, no le quedó más remedio. Nadie se atrevería a sustituirla por un eufemismo o sinónimo, haría de esa gran obra un remedo cursi inaceptable.

Voy a añadir un poemilla que alguien escribio en el interior de una puerta del water. Viene a cuento, es anónimo, como todo lo que se escribe dentro de los waters pùblicos ,y que, en ocasiones. deberían formar parte de alguna antología literaria

El día de la Marmota

Tengo la sensación de estar viviendo secuencias parecidas a las que podemos ver en la película Atrapado en el tiempo, más conocida como El día de la Marmota. Cada día, al levantarme, a mí también me parece que todo lo que sucede a continuación se repite, que ya lo he vivido antes. Analizo el fenómeno, y llego a la conclusión de que no puede ser de otro modo. La vida, si no te proporciona nuevos acontecimientos, es una imagen fija, la puedes ver en tu interior o en un espejo reflejada. A veces uno fuerza que a esa imagen se añadan nuevos sucesos que te dan la impresión momentánea de que la imagen es distinta. Pero es tan fuerte la imagen precedente, que apenas el cambio es notable como para sentir que estas en la vida, en el movimiento y no en la quietud.

El viernes seré operado quirúrgicamente. Parto de un hecho ya sucedido. En el preparatorio que he tenido que realizar, la idoneidad de mi estado general de salud es de un aprobado muy justo. ¿Qué puede suponer esto?

El día de la marmota se impone. La imagen fija ya tiene un suceso de suficiente entidad para que, al levantarme, mi mente converja nítida en ese suceso, dejando difuminados los anteriores. El hecho de que esto se haya convertido en un monotema que se repite cada vez que se reinicia mi consciencia, hace buena la definición de Atrapado en el tiempo, o El día de  la Marmota.

Ya el cirujano que me ha de intervenir me informó del proceso quirúrgico y de sus posibles consecuencias colaterales. Me tranquilizó cuando me dijo que sólo un 8% se seguía de muerte. No me gustó tanto que con laparoscopia no sería suficiente, que sería preciso hacer una incisión de 6 cms. para extraer el intestino afectado. Y desde luego no me tranquilizó en absoluto cuando me habló de la posibilidad de verse obligado a una ostomía, o dicho en lenguaje inteligible, a colocar una bolsa fuera de mi cuerpo para sustituir al recto y ano en su función.

La espera de disponibilidad de quirófano en varios, demasiados, días para ser operado, ha supuesto que, obsesionado por todo lo que pudiese añadir al conocimiento exhaustivo del proceso, no quede página, video, testimonios, que no haya incorporado a esa ya imagen fija y recurrente que se alberga en mi mente.

Entro en el hospital un día antes, en la recepción me dirigen a una sala de espera. Un celador con una silla de ruedas me viene a buscar. Le digo que puedo prescindir de la silla. Acepta que le siga por mi propio pie. Entramos en una habitación. Me dice que seré atendido por enfermeros. No pasa mucho tiempo, y un joven de bata blanca me da las primeras instrucciones: que me desnude y me ponga una bata verde que encontraré en el lavabo. Me informa que hasta la operación al día siguiente debo observar un estricto ayuno, sólo agua o algún zumo de frutas que me traerán. En algún momento me hacen unos lavados de colon, similar a los ya efectuados para la colonoscopia.

Ya es el día siguiente. Temprano me trasladan al quirófano. Me impresiona, es más aparatoso que la sala de un dentista. Aunque me resulte familiar de haber visto otros en videos, este va a ser el mío. Mientras una enfermera me coloca una vía intravenosa, repaso con la vista todo lo que está a su alcance.

Se acerca el doctor que había evaluado la idoneidad de mi salud para ser operado, es el anestesista. Me saluda y trata de tranquilizarme. Lo que consigue es intranquilizarme, porque viene a mi pensamiento el 8% de fatal desenlace. Sé que a partir de unos minutos dejaré de ser el yo consciente, y lo habré de ser durante un tiempo que está entre una hora y la eternidad. Ya no puedo tomar una decisión contraria al discurrir de los acontecimientos previstos e imprevistos.

A partir de esa secuencia, mi mente ya sólo vive en el día de la Marmota. Cada mañana me despierto con la misma rutina. He dejado los deberes elementales que antes no descuidaba. No me comunico con mis amigos, no veo videos de la naturaleza, películas o series descargadas, no escribo correos en respuesta a los que recibo, no consulto más Google.

Si esto escribo y comunico a mis incondicionales amigos, es porque creo que les debo la imagen que, en estos momentos, conforma mi vida. Después de todo, sabrán que estoy vivo cuando me lean. Espero que no demoren la lectura más allá del próximo viernes; en un 8% podría estar fuera de contexto.

José

 

Este mundo no es el tuyo

Los incendios, provocados por la mano del hombre, han asolado Galicia. Muchos seres humanos han sufrido y sufren las consecuencias. Lamentables todas. La foto muestra a una perrita que transporta a su cría calcinada por el fuego. El fotógrafo estaba allí.

Que esta foto se incruste a fuego en el corazón de los responsables, Pero también en todos los seres humanos, para que, definitivamente, despierten de su desidia y prevean hasta los límites de lo posible las consecuencias. La perrita no entenderá nada, a ella sólo le importa que su cría sigue siendo suya, y quizá intenta salvarla.

Me niego a hacer más literatura de este testimonio gráfico, cualquiera con sensibilidad podrá leer la tragedia con sólo mirarlo.

México: El cartel de la verguenza

Recibo este cartel de  la solaridad con Mexico. Cartel para enmarcarlo en el muro de la verguenza. Sí, porque con alguna excepción, lo que muestra es hasta qué punto algunas corporaciones quieren borrar su mala conciencia con aportaciones que las retratan como miserables. Las autoridades evaluan en más de mil quinientos millones los daños materiales causados por el seismo. Los 57 millones del cartel adjunto son un escarnio, una verguenza incalificable. Alguna de esas empresas que aparecen como benefactores, llevan obteniendo beneficios de México ,que me atrevo a fijar en miles de millones de dólares. Y habrán tenido que hacer cálculos minuciosos para ver en qué capítulo de imprevistos apuntan esas cantidades como pérdidas.

En fin, denunciar el escarnio que esto supone no pasarìa  de testimonial. Pero en mi insomnio crónico, quiero aprovecharlo para que mi testimonio hoy se lo dedique a ese querido pais que, como en tantos lugares de la tierra, a él, y sólo a él, le toca recuperarse de la tragedia. Luego, que no olvide.

No es un cuento

A veces, cansado de las noticias que me traen los seres humanos, previsibles casi todas, sintonizo una cadena de televisión que casi siempre habla de los otros. Los otros, digo, porque así le quito el carácter peyorativo que supondría llamarlos especies animales.
No voy a hablar de lo que somos capaces nosotros para procurarnos la supervivencia y de lo que son incapaces los otros para lo mismo. Son infinitos los testimonios a los que sólo les concedemos la categoría de normalidad. Qué es lo que la televisión me ha mostrado que alcanza la categoría de fantástico, sorprendente hasta parecerme increíble?

Una charca africana muestra una población de renacuajos sin apenas espacio para moverse. La cámara, en time lapse, muestra cómo gradualmente la charca se va desecando por falte de aporte de agua, mientras, a salvo, la rana macho, que debe ser el padre de toda aquella numerosa descendencia, observa. Los renacuajos están abocados a morir pronto si nada sucede. A la rana macho le queda poco tiempo para procesar cálculos matemáticos, mecánica de fluidos, el principio de Pascal y los vasos comunicantes, si quiere salvar a su prole. Ha debido encontrar la solución, la única posible, porque enseguida se pone a excavar. De un animal como una rana se podía pensar que no lo hacía siguiendo una pauta inteligente. Podía excavar un hoyo, arañar la tierra en una muestra de desesperación. No, la rana sabe lo que tiene que hacer y lo hace, como lo habríamos hecho los humanos, aunque quizá no todos.

Como el video es todo lo que esa rana se merece como homenaje, yo dejo de añadir más torpes palabras.

México 2

Remitido y transcrito.’


» Ojalá y esté equivocado, pero observo y leo miles de personas donando tiempo , dinero, fuerza y comida, sus bienes y herramientas, vi dueños de tlapalerías y ferreterías dando todo lo que tenían , gentee con tienditas y pequeños abarrotes regalando hasta el último chicle , panaderías de barrio regalando pan. Sin embargo vi un Costco , Walmarts vendiendo a placer , todo lo que la gente donó y ofreció de corazón, Home Depot sin regalar un solo clavo, un taladro o una barreta, al contrario ni un descuento dieron!!, ojalá y no se te olvide esto al momento de decidir a quién comprarle el día mañana, a los pequeños negocios que siempre estarán ahí, y te necesitarán para recuperarse o a los corporativos que solo le importa vender. Comparte si estás de acuerdo y ayúdame a hacerles llegar este mensaje a Costco, SAMS, Walmart, Home Depot.
Es un orgullo y un honor para mi tener el privilegio de haber nacido como mexicano…

Soy de ese país donde piden que ya no lleguen mas voluntarios, porque ya hay demasiados.

Soy de ese país donde la gente vacía los supermercados, comprando comida y agua para damnificados.

Soy de ese país donde los centros de acopio están llenos de víveres y tienen que enviar a los donantes a otros lados.

Soy de ese país donde no importa la hora, estamos buscando a aquellos que nos faltan.

Soy de ese país donde TODOS trabajamos hombro con hombro, sangrando las manos hasta que sea necesario.

Soy de ese país lleno de héroes sin capa.

Soy de ese país donde la gente ofrece comida gratis en las calles, hospedaje a extraños en sus casas y las empresas de telefonía sus servicios gratuitos.

Soy de ese país donde las madres le dicen, a sus hijos, ve y ayuda, eres mi orgullo.

Soy de ese país donde no solo aprendimos a cantarle, sino que le demostramos a nuestra madre patria que en cada hijo mexicano hay un soldado dispuesto a lo que necesite.

Soy de ese país donde veo a la gente dando toda su fuerza por los suyos y no vamos a parar.

Soy de ese país en donde no vamos a dejar a nadie atrás

Soy de ese país que se llama México.»

***

Recibo la anterior proclama de una amiga mexicana (omito el autor). Según la apreciacion del autor, los hombres, mujeres y niños se han volcado en ayuda a los damnificados por el terremoto, y hasta en elgunos casos de forma heróica. No así, las S.A. (sociedades sin alma) que más bien han hecho su agosto con el incremento de las ventas.

Bien, suele suceder. Cuando una tragedia nos es cercana, todos a una tratamos de paliar los efectos. Lo llaman solidaridad. Pero la solidaridad humana sólo es un subterfugio para sentirse uno bien consigo mismo. Es el caritas cristiano, dar de lo que nos sobra al que necesita de todo. Falta por ver cuánto de cáritas precristiano ha habido en la conducta de esos ayudantes espontáneos. Cuántos estarán dispuestos a acoger permanentemente bajo su manto protector a alguno de los que ya nunca más van a ver el horizote. Cuántos ofrecerán sus casas vacías a los que se han quedado sin techo.

Me parece estupendo lo que el escritor dice de sus paisanos. Yo le sugeriría que espere algun tiempo, el tiempo que diluye las emociones y vuelva a escribir lo que está viendo, incluso que diga lo que está haciendo él. Sólo entonces no tendré inconveniente en rectificar y aplaudiré al pueblo mexicano.

Yo he cumplido dándole publicidad, como pide.

 

México

Hace unos años, en plena efervescencia literaria, escribí el poema siguiente

 

México

Agua y fuego

Sangre

Historia y prehistoria

Sangre

Orgullo y pasión

Sangre

La tierra te abraza

Sangre

Tus gentes te aman

Sangre

El viento te besa

Sangre

La mar te fecunda

Sangre

Despierta, México.
 que te desangras

Son muchos tus enemigos y tú no haces nada

Mueve tu espíritu,
 reinicia la danza de tus ancestros

Ellos atraparon el sol con las garras del águila.

Tienes hombres y mujeres que forman tu alma.

Despierta, México, que  sólo te mata tu calma. (JDD 2003) .

Ante los trágicos acontecimientos vividos estos pasados días, me pregunto qué vigencia tiene ese sentimiento enmarcado en un ejercicio literario mas o menos logrado, a juzgar por las críticas.
Cuando un territorio, en el que una población que sufre y goza orgullosa de su identidad, se ve sometido a una prueba tan brutal como un terremoto en un alto grado destructivo, se infiere del poema que lo sucedido es lo que se merecen los mexicanos. Lo contrario, que la naturaleza, en un intento de compensar los desequilibrios en otras regiones menos favorecidas, quiere, así, mostrar su poder justiciero con ese castigo. Y que, en definitiva, ese castigo ha ido contra los mexicanos en general, y en particular contra los ancianos que dormitan en las solanas, contra los niños que aseguran su futuro preparándose en la escuela, contra los enfermos que ya penan por sus miserias, contra esas gentes innominadas que se levantan cada día con el único impulso de la supervivencia. No se entiende. Los creyentes deben estar muy confundidos con ese dios imprevisible. Los científicos, abochornados por no tener a mano los medios que anticipen el desastre. Culpables  las autoridades que no han impuesto los reglamentos para evitar que las casas sean como guillotinas para sus moradores.

Pero quién soy yo para señalar víctimas o repartir culpas? Además, si como parece seguro que México es indestructible como tierra aislada,  ( la destrucción del entero mundo sería explicable), sólo cabe pensar que lo mataría la calma de los mexicanos, al menos  haría, así, bueno el poema en su diagnóstico, y yo me lavaría las manos ante la tragedia.