Estás lejos

Estás lejos, muy lejos, a una hora en coche, si un control de carretera no lo impide, para llegar a ti. Estás lejos, muy lejos, a varias horas en tren, pues avión no hay, si justifico mi viaje, para llegar a ti. Estás lejos, muy lejos, al otro lado del océano, muchas horas recorriendo escalas atípicas para llegar a ti. Y si llego, puede que estés enfermo o muerto, y no me dejarán verte; una bolsa opaca guarda tus restos; un hospital inaccesible a las vistas inoportunas sólo me dice que estás grave. Y en tu casa no me atreveré a entrar, puedes contagiarme.

Y si nada de eso ocurre, no querrás abrirme la puerta de tu casa, no llevo impreso en la frente que estoy libre del virus, el temor te guarda de mí más que del virus. Me dirás: «tu visita es peligrosa, lo siento, José»

Estoy en casa, con mi familia, todos juntos por una extraña coincidencia. Y aunque no se diera el caso de estar confinados, todos vosotros seguiréis estando lejos, porque ahora los saludos, los abrazos y los besos se dan por correo, por chat, por mensaje.

Es el mundo distópico del que muchos hablan y que nadie se atreve a poner fin. No es cierto, los políticos ya van poniendo fechas, todas dentro del rango de sus vidas, no se resignan a no recibir el aplauso a su gestión. ¿Extinción de la humanidad? ¡Qué barbaridad!, no lo permitirán, no dicen Dios no lo permita, ellos nos devolverán la paz, la paz de los cementerios, en todo caso, gracias a ellos.

Quisieron ser poesía

Que las palabras, por separado, emparejadas, formando estructuras complejas, son, sin duda, piedras que conforman el edificio que llamamos literatura. Y no importa si el final carece de sentido, todas hablan por sí mismas. Siempre sentí fascinación por las palabras, palabras aisladas, con múltiples significados que los académicos llaman acepciones. El pensamiento las utiliza para perpetuarse, las utiliza para transmitirse.

Buscando en mi poemario, encontré lo que transcribo. Cada palabra lleva a otra y ésta a otra. El final en su conjunto es caótico, pero si no somos exigentes, la composición que resulta de cortar y pegar que muestro, es una buena definición de las palabras que quisieron ser poesía.

Un dí­a me dijeron:  No tienes corazón. Y cuando se lo mostré, le repugnaba la sangre. Los besos de colegas, no son besos de amor;son juntar las mejillas y fundir las lágrimas. Golondrina, dónde has estado?¿Qué otros nidos visitado?¿Cuántos otros cantos escuchado? Dejaste mi corazón enamorado, ¿lo sabías? ¿Me quieres?  Le pregunté. Eso a usted no le importa. Y lloré de felicidad. Que el verso se atempere, que no llegue a la hartura, que la nausea no llegue, mil paraí­sos soñados, no son el Paraí­so. Se volvía la niña mujer. Cuántos suspiros se quedan atrás, Los míos, los tuyos. El sueño ya no está, ni el mío, ni el tuyo. Despertamos y ya no estamos. Mujer que bajas tu mirada por el peso de tu deseo. Abre tu cuerpo sediento y aparta el alma, desnuda de sentimiento, te quiero al alba. Ya te di todo de mí,­ no llores porque me vaya.

Del virus que viene

Confieso que soy incapaz de hilvanar cuatro lineas glosando la situación, en plan aporte de ideas. que es lo que parece hacer todo el mundo. De las tres acepciones que de «glosar» hace la Real Academia de la Lengua, la tercera dice: «3. tr. Interpretar o tomar en mal sentido y con intención siniestra una palabra, una proposición o un acto.». No me parece muy apropiada, pues siempre entendí que «glosar» era comentar algo dicho por otro, en sentido crítico o elogioso. Pero, en esta ocasión, no cabe duda que eres siniestro al comentar lo que se dice sobre lo que pasa, o corres el riesgo de » être a la page» (perdón, estar al día). Y, en consecuencia) eres un bobalicón más que no tienes puta idea de lo que hablas. Ahora bien, si el tema lo tratas desde una perspectiva siniestra, hasta puede que aciertes, o nadie te podrá achacar de ser un infeliz que piensa con el culo en lugar de la cabeza.

Y siniestramente ¿qué puedo decir para que mi aportación al caso escape de lo habitual, de «être a la page», de decir algo para no decir nada, pero que pueda tener alguna posibilidad de ser real, y nadie me tilde de candoroso individuo que ha decidido aceptar lo que se nos dice o impone, con total mansedumbre por nuestra parte?

Esta sería mi siniestra proposición: que la humanidad, mi país, mi ciudad, y hasta mi casa, más pronto que tarde, se van a ir a tomar por culo. Y si la expresión os parece inadecuada, impropia de un escrito serio, traducirla por esta otra expresión más fina: que la humanidad, mi país, mi ciudad, y hasta mi casa, más pronto que tarde, van a tomarse unas vacaciones de todo lo que hasta ahora disfrutan, sueñan, aman, y tendrán suerte si superan el virus y vivan en una tierra desolada, llena de cadáveres vivientes y tumbas vacías. No se me ocurre otra cosa, la serie «Glitch» (Netflix), glosa mi idea siniestra, que vosotros, si la veis, llegaréis a pensar: no va muy desencaminada.

Yo, marinero en tierra

https://www.youtube.com/watch?v=vhwzwlUBZWc

Son las 4:15 de la tarde. Ya he dormido la siesta, he visto que mi hijo enfilaba el tramo final a Palma, y he podido dormir. Mi hijo, que se ha trasladado desde Benalmádena (Málaga) a Palma (Islas Baleares) me despierta con una llamada a videoconferencia. Ha llegado, después de tres días pegado al timón, es la primera vez que le veo sentado, comiendo, en el interior del camarote. Me cuenta el viaje, alguna situación límite superada. Ahora está fondeado en una cala de Mallorca, podrá recuperarse. Pasado mañana cargan el barco para llevárselo a Florida, USA. De allí, otro barco se lo llevará a Ensenada, Mexico, donde lo recogerá y, navegando, se lo llevará a San Diego, USA. Cruzar en solitario el Atlántico, el Pacífico o cualquier océano será para otra ocasión, después de reparar algunos elemento fundamentales para la navegación que le hicieron abortar el primer intento de cruzar el Atlántico.

Yo, absolutamente nada marinero, he vivido con angustia algunos momentos. Me devuelve la tranquilidad cuando le veo sonriente, como si nada hubiese alterado su ánimo. Le pregunto cómo ha conseguido mantenerse al timón dos noches, lloviendo, con viento, el barco a merced de las olas. Me dice: «papá, ya he pasado por situaciones así y peores, se acostumbra uno; agarrado al timón, cierro los ojos, el sueño aparece y desaparece después de unos minutos, el barco me avisa que me está necesitando despierto, y yo, que me debo a él en cuerpo y alma, me aferro al timón, corrijo el rumbo, hago lo que se debe hacer para paliar las envestidas del mar, y vuelvo a cerrar los ojos. Cuando amanece, ya puedo decir que he dormido toda la noche. Miro a mi alrededor y no veo barcos como el mío, todos son cargueros, el virus ha dejado en cuarentena a los veleros o yates deportivos amarrados a puerto». Mi hijo ha dispuesto de una excepción: era un traslado de puerto a carguero, sin tocar puerto: como él, otros barcos harán lo mismo hasta completar la carga del buque.

Y si no narro esto, qué otra cosa puedo narrar. Mi mente, debilitada, tanto o más que mi cuerpo, después de cuatro meses de hurgar en mis órganos, hasta me exige el esfuerzo. Pero sólo el mínimo esfuerzo, porque el cansancio me pide que dé por terminada esta crónica aquí. Que Alberti cante el resto.

Así pasan los días…

Los Panchos. Todos habéis escuchado esa canción que se resume en un «quizás, quizás, quizás».

Haciendo abstracción de la intención desesperada de la canción por un amor imposible, así pasan los días para mí, y no sé si para ti. El corolario «quizás», repetido hasta tres veces como deducción, conclusión, consecuencia, no es aplicable en mi caso, pues un quizás implicaría duda, esperanza, algo peor.

Después de cuatro meses sometido a la prueba máxima de la resistencia física, con tres intervenciones quirúrgicas y riesgo de muerte (no lo digo yo, lo decían los médicos), heme aquí tratando de incorporarme (no reincorporarme) a mi nueva existencia. Que ya esté libre de tubos conectados al riñón, a la vejiga, al vientre, con las correspondientes bolsas para recoger lo que mi cuerpo no quería, podría suponer un motivo de alborozo, de disfrute, de «¡joder, lo mal que he estado y lo bien que estoy! Pues no. Porque mi quizá, en todo caso, tendría que referirse a algo previsible, y la puta realidad es que en mi vida ya no hay nada previsible, probable, tal vez.

De momento ya puedo dormir, adoptar posiciones clásicas sin preocuparme de si retuerzo o aplasto los tubos que salen de mi cuerpo. La noche pasada fue genial, genial en el sentido de nueva. El cuerpo libre bajo las sábanas se despachó a gusto, cualquier posición, a excepción de boca abajo, postura que tengo olvidada hace mucho tiempo.

Pero no todo es un campo de rosas. Por no sé que razón, produzco una ingente cantidad de orina que debo vaciar periódicamente, o se me escapa. Cuatro cinco veces en la noche debo ir al baño. Voy sonámbulo y no me causa desvelo. La bolsa evitaba ese trasiego, pero no la echo en falta.

Tengo a mi cuidado un gato bebe, lactante, ( además de dos conejos) que para sobrevivir al abandono de su madre, he adoptado como un hijo. Debo darle su ración de leche 6 veces cada 24 horas y masajearle los genitales para que haga pis y caca, ponerlo sobre mi pecho, darle unos golpecitos en la espalda para que eructe.

Optimizando los periodos de lactancia, en la noche sólo le doy entre las tres o cuatro de la madrugada. También debo hacerlo en modo sonámbulo, pues retomo el sueño con facilidad después de dejarlo en su cama termoregulada, aparentemente satisfecho.

Tendría que decir, así pasan las noches. A penas si sueño, y si lo hago no me acuerdo qué he soñado.

Por el día, ya levantado, tampoco me permito un quizás, pues no existe nada nuevo que lo justifique. Sigo siendo habitual del baño, me gusta cocinar como evasión, no veo la tele, porque ¿para qué?, todas hablan del virus, todas mienten más o menos. Preparo la tetina del gato (gata, perdón), corto las verduras para los conejos y planifico qué voy a comer y cenar. Veo e intercambio videos más o menos ocurrentes y graciosos que me envían algunos amigos. Agradezco que, en ocasiones, me hagan sonreír, pienso, que, después de todo, la vida nos está siendo propicia, y no es justo blasfemar o suicidarse.

¿Y qué más? Pues, amigos, dichosos vosotros si vuestras vidas están repletas de contenido o, simplemente, cada minuto, cada hora, cada día en vuestras bocas se dibuje un «quizás, quizás,quizás».

Son conejos, no conejos

A mi hija le gustan los animales, a mí sólo los que se comen. Pensando que debo estar aburrido, sin perspectivas de futuro, me ha obsequiado con dos conejos, hembra y macho, para que se los cuide. Y yo, que no soy capaz de negar nada a mi hija, he asumido la tarea de tenerlos bajo mi custodia. ¿Dónde tenerlos? Sueltos por casa no era plan. ¿Una jaula? ¿Qué jaula? Amazón te provee de cualquier cosa que necesites. Se pide, se paga, y en tres días la tienes en casa. Hay que montarla. Aprovecho que mi nieto está en casa, por eso del coronavirus, y le pido que lo haga por mí, incapaz de ensamblar tanta pieza. La jaula toma cuerpo, es amplia, se sentirán cómodos, los conejos. Pero la jaula carece de refugio para que duerman o se resguarden del frío. Y ahí estoy yo, experto en hacer casitas. El resultado es el que se aprecia en la foto adjunta. Hasta me resulta conmovedor ver los bichos corretear y comer todo lo que les hecho. Que ni se me ocurra mencionar la posibilidad de hacer un arroz con conejo, dado que esa pareja cuando sea adulta van a tener numerosa descendencia, la propia de las conejas. Yo había pensado que si habré comido en alguna ocasión, conejo al ajillo, con arroz en la paella, etc., igual sería tener la jaula en condición habitable si mantenía un número de animales ajustado a su espacio, sacrificando los que fueran necesarios. Pero esa idea haría que mi hija renunciara a su padre, después de crearle un trauma insuperable. «O yo o los conejos», me dice muy seria. Bueno, pues heme aquí criando conejos sin alternativa. De los que vengan al nuevo mundo, se ocupará mi hija, dice, los regalará a alguien que le prometa no comérselos. Mi venganza la reservo para el día que mi hija me invite a comer y le pregunte: ¿qué vamos a comer? Y mi hija me responda: «Arroz con conejo». Pero el conejo será de supermercado.

Otro día me dará por relatar cómo me he convertido en ama de cría de un gatito con pocos días de vida, abandonado por su madre en el campo. Os vais a reír o llorar. Quizá no os lo vais a creer.

Nia, mi debilidad

Nia nos regala un video en YouTube con las diez actuaciones con las que, a su juicio, quedó mas complacida, del 1 al 10. Yo, como en los comentarios que acompañan al video, tampoco sabría ordenarlas de menos a más porque todas me parecen dignas de ser la numero uno. Pero yo es que la considero perfecta, y todas las que interpretó no puede tener otra calificación que perfectas.

Nia para todos vosotros

Nia, mi debilidad

Nia nos regala un video en YouTube con las diez actuaciones con las que, a su juicio, quedó mas complacida, del 1 al 10. Yo, como en los comentarios que acompañan al video, tampoco sabría ordenarlas de menos a más porque todas me parecen dignas de ser la numero uno. Pero yo es que la considero perfecta, y todas las que interpretó no puede tener otra calificación que perfectas.

Nia para todos vosotros

Siempre es hoy

Siempre es un adverbio de tiempo. Siempre, también, es el comodín de la vida, en cualquier lugar, de cualquier modo, en cualquier momento. Incluso en las locuciones «para siempre», «hasta siempre», etc. la vida va implícita como destino. Nunca, ahora, después… son palabras sin valor como vida.

Alguien se despierta, siempre se despierta y la vida está presente, fluye como un arroyo, como un río, como un torrente. Y todo sucede «hoy», no ahora, no ayer, no mañana; en ayer no hay vida, en mañana tampoco, en ahora sólo un antes y un después . Y, sin embargo, todos despreciamos el «hoy», apenas si lo tenemos en cuenta. Nos pasamos tiempo recordando el ayer, para bien o para mal; nos pasamos especulando con el mañana, incluso diseñándolo, pero ni el ayer es vida ni lo es el mañana. ¿Por qué, entonces, el ayer nos duele o el mañana nos preocupa? Sólo por eso, porque el hoy apenas nos interesa. Que la nostalgia es el fracaso y la ensoñación una estupidez, lo tengo dicho, y no me cansaré de repetirlo: «Carpe díem», aprovecha el tiempo presente, no lo dejes para mañana ni te complazcas o sufras con el ayer, tampoco te ancles en un ahora efímero . No son ni serán vida, y tú estás vivo, sólo hoy, siempre hoy.

El juglar en su voz

Seguro que todos tienen la voz de los juglares en su memoria. Porque alguna vez alguien imitó su peculiar forma de declamar sus canciones o porque alguno se cruzó en su camino en una plaza pública, subido en un taburete. Mi amigo Antonio bien pudo ser ese que escuchaste. Sus modulaciones de voz son autentica filigrana que hace viva una trova, que escrita seguro que nos parece imperfecta: rima, métrica, número de versos, etc. Aquí os dejo tres de sus creaciones, en las que el amigo Antonio le pone alma al salir de su garganta. ¿Es que importa lo demás?

http://www.josediez.com/wp-content/uploads/2020/04/Al-rey-4.m4a

http://www.josediez.com/wp-content/uploads/2020/04/Vil-metal-3.m4a

http://www.josediez.com/wp-content/uploads/2020/04/La-aldeana-2.m4