De dos amigos

Entre los pocos amigos ue tengo, dos padecen de las mismas causas. Se lamentan, siempre se lamentan de su situacion. Si la familia se instauró para que sus miembros estuviesen unidos en al adversidad o en la ventura, estos dos amigos se quejan de la adversidad que padecen. Yo los escucho y , sinceramete, no los comprendo. Que la adversidad se difina como situacion adversa, podría no ser apostillada como situación contraria , de mala suerte. Tampoco, como leo por ahí, como una desgracia que domina a la persona que la padece, menos como como infortunio. La adversidad de estos dos amigos radica en el desencuentro con sus hijos. A la edad que tienen, reclaman de ellos protección, interacción, acción, relación, cercanía o influencia recíproca entre ellos, todo definido como amor filial. El desencuentro entre estos dos amigos y sus hijos tiene causas no accidentales o secundarias, son más profundas. Buscando esas causas profundas, se llega a dibujar el paisaje sombrío en el que surgieron. Los padres no siempre fueron tales o se comportaron como debían. El comportamiento autoritario de estos, creó en los hijos un sindrome de poca autoestima. Crecieron constreñidos, todo lo que proyectaron para si mismos lo fue impulsado por la fuerza, la obediencia al padre, al que se unía la pasividad de la madre, que temía estroperarlo aún más. Y asi, estos hijos crecieron sin la espansión propia de sus anhelos. Durante este proceso que se extiende desde la pubertad hasta que crean su propia independencia, no siempre se rebelan, van asumiendo su papel secundario como personas. Llegado que han a la madured, comienzan a disiñar un comportamiento reivindicativo; ahora somos nostros los que decidimos. Y al padre autoritario ya no le quedan recursos para apagar el fuego que le abrasa. Se apartan del padre que los subsumió en un principio de norma general impuesta hasta entonces y anulan toda interrelacion con el padre. Para el padre ya es tarde apagar el fuego que dejó detras tierra quemada. Pero el padre, lejos de considerarse responsable, apela a un derecho superior: el derecho paterno que no prescribe: el amor filial. El padre no precibe que ese nunca existió, aunque esa ausencia sólo se exteriorice ahora, y no lo comprende, no lo acepta como la consecuencia de su comportamiento. El perdón no se contempla como remedio, los hijos ahora quieren castigar al padre con su alejamiento como acción menor. Al padre le toca sufrir, y no es capaz de revertir la situacion, se consuela si alguien ajeno, un amigo, una disertación que escucha, le da pautas para soportarla. Estas pautas siempre són subterfugios, medios engañosos que le pueden dar sosiego momentaneo, pues pasan de verdugos a victimas, y en ese victimismo se instalan. Y siendo asi las cosas, ¿qué pueden hacer estos padres desolados por el comportamiento que reciben de sus hijos? Creo firmemente que nada. Deberán asumir los errores que produjeron la situación, sin apelaciones a un derecho paterno que se impuso, que no se ejerció como tal. Deberán, en todo caso, mantener con sus hijos una actitud de culpa, unica forma de ablandar en lo posible sus corazones.

Yo, por fortuna no padezco de una situación parecida, por eso puedo hurgar en la herida de estos dos amigos sin compasión, sin la compasión que me gustaría como ayuda; escucharlos me produce angustia, si no fuese así, no estaría hablando de dos amigos. No confundo compasión con comprensión, de ésta si puedo ofrecérsela. Pero mi comprensión apenas si tiene sentido práctico pues no soy capaz de insertarla en analogías de experiencias propias. Sentirlo sí, son dos buenos amigos.

Lease lo anterior como un ejercicio literario si cuento con la buena voluntad del lector, porque referido a mi realidad, tendría, hoy, que ser mas preciso. Y es que las cosas, a veces, no son como se cuentan.

Y dos angeles dijeron ¡basta!

Mencionado mi estado físico-anímico situado en mi culo, y por ende razones superiores para tener esta pagina escuálida, hoy, superado el inconveniente mayor, voy a glosar algo al que me siento obligado.

Después de meses de quimio, mi oncóloga dio por terminado el tratamiento; ya las alternativas eran escasas, al cuerpo se le pedía que hiciese su trabajo si con él podía recuperar la mínima normalidad. Pero ese alta médica con la expresión «se ha hecho lo que se ha podido», dejaba una secuencia dolorosa, física, ya que asumido tenia todas las anímicas que el caso imponía. Un dolor lacerante en sálavase la parte, o sea mi culo, que no daba tregua.

Y mi oncologa no me dejó: «Jose, te voy a programar un plan antidolor. A partir de ahora se van a ocupar de que el dolor no sea un exponente del fracaso y puedas recuperar una vida normal».

Y una organización altruista se puso en contacto conmigo, de alguna forma cordinada por el sistema de Salud Pública al que estaba acogido.

Fijamos una entrevista, a domicilio segùn lo establecido, y en mi casa se presentaron dos jóvenes, identificadas por sus nombres y sus status profesionales: una médico y la otra enfermera. Me explicaron someramente qué misión se las había encomendado por mi oncóloga y comenzaron a hacerme preguntas para situarme en el umbral del dolor que padecía. Umbral de dolor se define como «la intensidad mínima a partir de la cual un estímulo se considera doloroso. No hay que confundirlo con la tolerancia al dolor, que es la intensidad máxima de dolor que somos capaces de soportar». Ya había dado muestras de la tolerancia a la que me había resignado, ahora estaba claramente en el umbral en el que empezaba a ser insoportable. «Del 0 al 10, ¿dónde fijarías el dolor que padeces?». La pregunta me cogió por sorpresa. Si respondía que 9 o 10 podía parecerles que ejercía de víctima digna de la mayor compasión. Para nada pensé en que una valoración así era la que correspondía a mi caso. Supuse que aùn quedaban experiencias mayores a la del dolor que padecía, y respondí dubitativo que un siete podía ser mi caso. Creo que a la doctora le gustó mi valoración, alejaba de su sospecha que intentara impresionarla y, en consecuencia, tenerme compasión y tratarme como un paciente especial. Ganamos en confianza y sigiò la entrevista. Preguntas sobre mi estado social, económico, de creencias religiosas, pudieron parecerme, en un principio, inconvenientes, pero las acepté como necesarias para situarme en un plano humano completo para ellas.

Y pasaron al tratamiento que, supuestamente, mitigaría mi dolor. El listado de medicinas es irreproducible, y no lo voy a describir. Sí el resultado, pues éste es lo que se pretendía.

El resultado, siguiendo estrictamete el tratamiento, es alentador, pues el dolor ha desaparecido, y ya sólo me queda esperar cuándo dejaré de ser dependiente del preñado botiquin que me ha de acompañar hasta un milagro o el The End.

Esos dos ángeles harán un seguimiento periódico de mi situación, ajustando lo necesario. Y yo pensaré que si Dios murió, quedaron dos ángeles para cuidarme.

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Paginas muertas

Tengo un lugar preferente para sentarme y acumular horas contemplando «cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte*. He abandonado mi estudio, mi ordenador principal, y aquí tengo mi Macbook, que es como tener un sucedaneo de alta informática. En realidad nunca aprecié en qué se diferenciaban, salvo en la formal postura que me permitía el sillón reclinble, o más alto o más bajo, a más de algun vaiven mientras pensaba. Como ahora ya casi no pienso, no lo echo de menos. Y hoy, sentado en el sofá del salón, con cojines suplementarios para acomodar mi culo de un dolor permanente que nada le detiene, miro este Macbok, una caja cerrada, que yace en una mesita *ad hoc», esperando que lo abra, aunque sólo sea para mostrarme que sigue vivo y disponible. Pero en muchas ocasiones le he ignorado, porque, invariablemente, me lleva a un mundo que esta peor que mi culo…

Lo siento, mi culo me pide toda la atención y no puedo seguir divagando., quizá en otro momento pueda decir algo que muestre que esta página sigue viva.

Y si no estuviese

Creo recordar que hace tiempo pensé para vosotros, los que me leéis, cosas que veía desde mi ventana y algún significado, más o menos transcendente, que me inspiraban. Hoy, y será porque he madurado, todo lo que se puede adornar de la palabra transcendencia, me resulta algo estúpido. Hay palabras que no dejan sustraerte a la curiosidad sobre lo que otros opinan, y al decir otros, me refiero a cerebros especiales que dieron sentido a esas palabras especiales. La transcendencia es una de esas palabras que han ocupado el barco con el que han navegado filósofos, pensadores libres, parlanchines por las páginas escritas. Y están ahí, para el que la curiosidad le lleve a abrirlas y trate de incorporarlas a su sapiencia. Difícil tarea, pues cuando de una palabra especial, como es «La Transcendencia», cada cual la describe con la sospechosa intención de desacreditar al otro. Para ti, que no estás en ese juego como observador, el resultado del esfuerzo por sacar algo en limpio, es baldío; no te atrevas a definir aquello que más te ha convencido, porque no siendo Sartre, De Beauvoir, Descartes, Spinoza, Bayon, Husserl, Heidegger, Hegel y alguno más, tus opiniones responderán a tu conciencia sobre el tema que tratas de simplificar para que otros lo entiendan. Será un «Ego» que no está en tu conciencia, porque ese ego no te pertenece, está en las cosas que perciben tus sentidos, está fuera de ti, tú sólo eres su vocero con más o menos público que te escuche, con más o menos transcendencia que puedas atribuirle.

Si después de lo escrito, alguien piensa que he dicho algo transcendente, le aconsejo que se lo haga mirar. Posiblemente nunca estuve aquí.

La distopía del apocalipsis

Leo un artículo, resumen a modo de prólogo, de un libro sumamente interesante, El autor, Héctor G. Barnés, y el libro, que no he leído: Foturofobia. Está en Internet,

Es complejo, como todo lo que se refiere a la forma distópica de ver el futuro, porque llevado al pensamiento personal y a la necesidad de divulgarlo pensando que de esa forma te sientes útil para la sociedad, lo que puedes conseguir, a buen seguro, es una indiferencia o una sensación de angustia. Porque hablar del futuro en términos de distopía te conduce a definir ese futuro en términos de apocalipsis, si se toman todos los signos, negativos por lo demás, que padece el mundo en la actualidad. No se vislumbra ninguna luz al final del túnel del tiempo, más bien ese túnel no parece tener salida, por lo que te lleva, inexorablemente, a la oscuridad permanente. ¿Podemos cambiar distopía por utopía, usando la indiferencia como base de partida y crear un futuro utópico. Sí, podemos, como podemos creer que cualquier tiempo pasado fue peor y que la humanidad tiene recursos para crear un futuro mejor.

Esto que escribo no propone se tome en consideración la distopía o la utopía, según convenga a la predisposición de cada uno. Lo que pretendo es que, volviendo a mi anterior entrega «Sobre La Nada», el simple hecho de que existan ambas palabras, se escapan del concepto Nada y existen en un universo o meta universo, del que no podemos excluirnos.

Y no doy más de mí, porque intentarlo es una presunción en la que puedo caer; sólo puedo sugerir que se lea lo que se dice por mentes más preparadas y no se caiga en la pamplina de lo dijo Blas, punto redondo. El futuro no está aquí ni allí, el futuro lo estamos creando nosotros cada día.

Sobre la nada

El dios que todo lo sabe, lo ordena, lo crea y lo destruye, amen de otras actuaciones propias de su omnipotencia omnipresencia y omnisciencia me impida tamaño intento de adentrarme en el laberinto ontológico, científico, filosófico y para pasar el rato hablando de la NADA. Si he tomado como título de esta entrada la perspectiva de hablar sobre la NADA, me apresuro a decir que ese dios que invoco no me va permitir decir algo que no sea nada.

Aquí podía dar por terminado este tema. Pero el simple hecho de que ya un pensador de cierta entidad, llamado Giacomo Casanova se atrevido a decir que el estudio de la «nada» es una tontería, me deja perplejo. El tema, o la NADA. había sido objeto de atención, estudio y definición por todos los preclaros cerebros que recuerda la historia. Es curioso observar que tanto se ha discutido sobre la NADA, que al final se ha de admitir que si NADA fuese nada, no habría caso, no habría argumento sostenible sobre lo que no existe. Discutir sobre lo que no existe sería una tontería, haciendo buena la frase de Casanova

Ahora tendría que decir que esta entrada la podía haber obviado, pero no creo haber cometido la tontería de aportar ninguna divagación, así que lo mejor que puedo hacer para terminar es decir: NADA

El negro, ¿color?

Parecería una broma si este cuadro, o pintura, estuviese expuesto en una pinacoteca famosa. Los espectadores se preguntarían dónde está el mérito del supuesto pintor, al que los expertos ya lo han tratado de genio. Una tela enmarcada, firmada con un motivo, al menos, llamativo: NEGRO. Y Negro ¿qué es, un color, la nada, la ausencia de luz? Pues es todo eso y alguna cosa más, según he leído. ¿Y cómo me la he arreglado yo para ver si en ese cuadro hay algo más que una broma para que piensen que no lo es los genios de celebros privilegiados. El pintor es: Cuadrado Negro, de Kasimir Malevich 

Resulta que el negro, según se cuenta, es la suma de todos los colores. Una aplicación en mi ordenador me permite averiguar hasta qué punto, sin ser exhaustivo, me confirma el misterio, y lo abre a mi entendimiento primario. Veamos:

Y así siguió, mezclando colores y trasladándolos al lienzo. Cuál sería su sorpresa, que después de utilizar todos los colores que habitualmente usaba para pintar motivos reales, el lienzo se tiño de negro. No lo dudó, el Negro era la suma de todos los colores. Y su menté se volvió filosofica trascendiendo a un título que no dejó de llamar la atención: el Universo, esa materia oscura, negra absoluta, está formada por todos los colores imaginables. Su cuadro es famoso, nadie discute la genialidad que nunca antes a ningún pintor se le había ocurrido.

Mi hija

Esta página no tendría sentido si hoy no la abriera para mostrar al mundo el amor que un padre siente por su hija. El día no es casual. Hoy, hija, cumples años cuando tu padre ya sólo cumple días. Y es un día como hoy que tu padre quiere aprovechar para traer un recuerdo que con frecuencia se olvida por ser natural, aunque nada más extraordinario: tu nacimiento.

Te abriste paso al mundo viniendo como un regalo del amor. Yo estaba allí, con el corazón latiendo desbocado. No podía creer en aquel milagro que, en raras ocasiones, me cuesta creer. Pero en aquella ocasión, y aunque no lo comprendiera muy bien, el milagro era real. Y pensé si te merecía, dado lo poco que yo había contribuido a tu existencia. No eras normal, los bebés nacen con los traumas del parto: morados, ciegos, les rostro inexpresivo hasta el primer llanto. Tú, en cambio, tenías el aspecto de una muñeca de diseño con todos los atributos de un ser vivo: sonrosada, ojos abiertos, carita de ángel, y tenías hasta una leve sonrisa, o eso me pareció percibir. Tampoco rompiste en el llanto obligado.

A partir de entonces, ya sólo creciste como la niña que admiraban propios y extraños. La costumbre, los afanes de la vida, hicieron que tu padre no pudiese o no supiese aprovechar cada momento que le brindabas cuando llegaba a casa. ¡Lástima! Todo era normal. Pero esa normalidad estaba llena de fantasía, y yo ya no era un niño.

Hoy, en mi situación especial, me muestras cada día que eres mi hija, más que yo te muestro que soy tu padre. Y en esa situación eres como un hogar que me cobija y donde me siento seguro. Y por si eso fuese poco, me has dado un nieto que acapara todos los afanes de un abuelo sin ya anhelos propios. Normal, pues sigo sin creer en las fantasías.

Gracias, por todo lo que me has dado, querida hija. Tu padre sólo te lo puede pagar pidiendo que seas todo lo feliz que te permita este mundo convulso, al que le pido una tregua, al menos para hoy.

Coda, 2019

El título de esta entrada aclara que voy a hablar de la peli estrenada en 2019, y no la oscarizada de 2021.

Buscaba ver la oscarizada, pues no tenía referencias de la de 2019.

Entre ligeros sueños de una siesta, con el móvil en la mano, busco dónde ver CODA. Prime video me la ofrece y me sumerjo en ella. Es una peli extraña, pero en tiempos de turbación, no tanto como para no ser considerada por La Academia y premiearla como mejor del año. Cualquier otro argumento pecaría de frívolo. Y el de ésta va de «un famoso pianista que intenta superar su miedo escénico al final de su carrera y encuentra una nueva inspiración en una crítica musical de espíritu libre. » Al final de su carrera es como decir que la sombra de la vejez se ha instalado en su rostro. Como suele suceder, o decir, nunca se es viejo para amar. Y entre el virtuosismo del viejo pianista, con la inseguridad que da la vejez, y la muy joven escritora de críticas para una importante revista, el viejo encuentra no una nueva inspiración, frase recogida de Filmaffinity, sino un renacer de la esperanza. Es algo peliculero que la joven le declare al viejo que lo ama y que el viejo vuelva sentir el hormigueo de la sangre. Qué tiernos, los académicos del Oscar… No podía creerlo. No podía creer que una peli como esa fuese premiada por La Academia, una peli de bajísimo presupuesto, buscando un mensaje con moralina, amable de ver, pero como un deja vu con pianista que ya no confía en sí mismo y joven a la que le atrae el genio, sin dejar muy claro que confesarle que le ama y el beso en la boca que le da es por una coincidencia que da el amor o porque el músico le conceda la entrevista solicitada. Pero no era está peli la que anoche se llevó el Oscar, era otra que también va de músico, pero de la que no sé mucho más,

Terminé de ver la del músico que, inexorablemente, termina hundido en el pozo de su ocaso, como hombre capaz de amar y ser amado, y como músico de mantener la gloria de su capacidad fuera de serie acreditada tiempo atrás. La conclusión, no puede ser otra, que a mi edad los cuentos ya no cuentan para dormir con la vana esperanza de un despertar de aurora boreal.

Y dura y dura

Como esas baterias que anuncian. Me refiero ahora a esa guerra no declarada. Antes éramos más finos; las guerras se declaraban. Esta, al contrario, los que la empezaron siguen sin llamarla guerra; es una limpieza de fascistas, dicen. Seguro que han matado a más que no lo eran, pero siguen sin reconocer que son unos bestias. Bueno, pues parece que no le ha salido bién el propósito altruista, y la masacre y destrución sigue y sigue. Falta el momento apropiado para probar otros medios de detrucción más expeditivos, a ver si esos fascistas ucrananianos quieren entrar en razón. O porque se le esta yendo de las manos algo que esperaban fuese rápido y al hijo de Putin le dé por probar un pepino nuclerar, ultima generación, que mata pero menos, vaya a ser que al otro lado se acojonen y aprieten el boton de más de lo mismo, y ya esta armada, no la tercera guerra mundial, sino la traca de la destrución mundial. Y qué casualidad, llevamos una semana de un fenómeno meterológico, porque así lo llaman, que no lo recuerda nadie vivo; el Sahara servido a domicilio. ¿Y si fuesen un comienzo de las parecidas diez plagas bíblicas de Egipto? Claro, en algo tiene que distinguirse, porque las susodichas plagas, cuando uno las recuerda o las lee, termina pensando que Putin es una monja de la caridad travestido en comparación con el dios que nos presenta la Biblia; ese si que es un egolatrata, sanguinario, que porque el faraon egipcio no deja ir a sus amados israelitas al desierto a adorarle o a rendirle culto, a cada demanda de que acepte, que si no lo hace, se inventa un arma de destrución masiva. Aquí las diez plagas y la claudicación:

  • Primera plaga: el agua se transforma en sangre.
  • Segunda plaga: las ranas.
  • Quinta plaga: muerte del ganado.
  • Séptima plaga: lluvia de granizo y fuego.
  • Octava plaga: las langostas.
  • Novena plaga: las tinieblas.
  • Décima plaga: muerte de los primogénitos.
  • La salida de Egipto.

Hombre, hay que ser medio tonto para que Putin repita esa ristra de calamidades. Del cielo cayendo el polvo del desierto, que junto a la lluvia de agua pudiera semejarse a sangre, pues hasta, a la larga, será un beneficio para el campo por los nutrientes que lleva. La muerte del ganado, esa si puede parecerse, pues debido a los costes de la energía y carburantes, indirectamente el gando está dejando de comer y muriendo, cuando no canibalismo entre los cerdos, e indirectamente el desabastecimiento de los lugares de compra de alimentos para los humanos mismos; todos herviboros, a comer lo que encuentren por el campo. Quizá ese régimen alimenticio acabe con el dichoso cancer, dios lo quiera por lo que a mi toca. ¿Lluvia, truenos y relámpagos? Llevamos una semana de intensas lluvias. es verdad que las inundaciones están arrasando cosechas y otras propiedades, pero están llenando los pantanos, así que por esto no hay que preocuparse. Las langostas no han llegado, pero sería una alternativa fuente de proteina; ya se venden fritas. La lluvia de ranas, pues a comer ancas de rana. ¿Moscas y mosquitos? Esto sí sería un problema si fuesen plagas; el uso de insectidas podía afectarnos a los humanos; en situaciones así, el resto de los seres vivos no importa. ¿Tinieblas? Ya casi la padecemos. En mi Costa del Sol, desde hace una semana, apenas si se ve a cien metros, por el polvo en suspensión. ¿La muerte de los primogénitos? En qué estaría Dios pensando, si no hizo que las mujeres fuesen estériles o los hombres eunucos? A primogenito muerto, nuevo niño puesto. La salida de los judios de Egipto. Esto, a pequeña escala, se está pruduciendo; las migraciones no irán a ningún lugar donde puedan ofrecer culto al señor Putin, pero desde los nuevos lugares de acogida podrán llamar a Putin gilipollas por leer la Biblia y querer ser un nuevo dios.

En fin, que como los humanos no nos enteramos hasta que se nos viene encima, pues no sería de extrañar que en una de esas ya no tengamos ocasión de contarlo.