Hasta pronto!

Por el calor sofocante, por los trabajos forzados a los que someto mi viejo cuerpo, porque casi es  más duro el esfuerzo intelectual de salir cada día en este blog con algo que lo mantenga vivo, porque pienso si estaré abusando de vuestra paciencia con lo que puede ser un correo diario no deseado, por todo y algún motivo más, dejaré de enviaros  mis  escritos, no sin dejar de agradeceros que los hayáis leído y comentado.

Digo hasta pronto porque no contemplo que sea definitivo. El blog seguirá abierto, en él guardo todo lo que he escrito, sin renunciar a nada. Si alguien me hace el honor de entrar y comentar algún tema, prometo responderle. Quizá, sin la presión de la inmediatez, suba, sin comunicarla,  alguna cosa nueva; será señal de que estoy vivo o que a mi cabeza le quedan neuronas activas.

Gracias, chic@s, en mi correo me tenéis a vuestra disposición.

José

Una sola palabra

Una palabra, busco una palabra, una palabra que lo diga todo, que no necesite circunloquios para comprenderla, que al pronunciarla el aire detenga al viento, que anule la distancia, que cualquier música, en comparación, sea sólo ruido, que acaricie, que te devuelva el sueño interrumpido, que sea compendio de todas las historias, de todos los cuentos para niños y mayores, una sola palabra, principio y fin de todas las cosas hermosas, una palabra ya inventada antes de  la invención del universo, que no se preste a la duda si es oportuna según y como, que en la boca sea miel y en el corazón sosiego, una sola palabra que no necesite a Dios para agradecer haber nacido, que la muerte la haga eterna en la memoria…

Sí, creo que ya la tengo, pero me cuesta pronunciarla, me cuesta escribirla sin mancharla. Quizá si la susurro, si el respeto precede a cada letra, si al final pido perdón por haberla invocado muchas veces en vano, sea, en esta ocasión, que pronunciarla, escribirla,  el homenaje que le debía.

¡Madre!

Esa noche dormí mal (Dedicado a Claudia)

Recupero, de 2004, esta verídica historia que escenifica un suceso lastimoso, más por su localización que por lo jodidamente doloroso que fue. No se lo deseo a nadie. Y se lo dedico a Claudia, «Hola, Claudia.  Me cuenta tu padre que ya pasaste por el mismo mal trago y que todo ha ido bien. Anímate y cuéntanos tu experiencia»

***

Esa noche dormí mal; debería añadir que peor que en otras ocasiones. Lo normal para mí es no dormir bien, y luego eso lo noto en mi cuerpo, en todo mi cuerpo, con la sensación de haber efectuado trabajos forzados. Me recupero durante el día, si como es mi costumbre, no hago nada de ejercicio físico ni trabajo que no sea el ocasional que demanda mi casa.

Pero esa noche que dormí mal, pareciera especial tan sólo por una razón: me dolía el culo, o por centrar el dolor, éste estaba localizado en la zona llamada perianal. Palabra de honor que yo no había hecho nada y, por supuesto, nadie me había hecho nada por allí.

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¿Por qué soy cómo soy?

¿Por qué soy como soy, que todo parece estar contra mí? Nada me consuela, nada me restituye la normalidad. ¿Qué puedo hacer para que los abrojos se vuelvan flores, los caminos transitables en paseos reparadores, las otras almas latan a mi lado sus penas y alegrías? ¿Qué puedo hacer que no me sienta abandonado a mi suerte, la suerte del miserable? Si alguien me dice ¡vive!, yo sólo siento que muero. Si alguien me ofrece flores, temo por las espinas de sus tallos. Si alguien me muestra un camino de sosiego, yo temo a los precipicios que acechan. Si alguien me muestra su alma, yo la confundo con un corazón enfermo. Cuando me veo miserable, me aferro a ese destino incontingente. No puedo evitarlo

No estoy hablando de mí.

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Otras historias

También hay historias en las que ni la vida ni la muerte aparecen por ninguna parte. Son historias completas; es decir, que principian y terminan. Son estas las historias de los sentimientos de los hombres y de las mujeres entrecruzados. Contaré una de estas historias, quizá poco original, pero merece ser una historia en sí misma.

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El aniversario

Cada mañana sonaba el despertador para él, siempre a las 7 AM, excepto los fines de semana. Mi sueño se interrumpía bruscamente con el timbrazo, que yo aceptaba como inevitable. Luego retomaba el sueño. Mi hora de levantarme era alrededor de la 9 AM. No es que yo fuese más perezosa que él. Yo me acostaba más tarde. Él cenaba, veía el último informativo de la tele y se acostaba. Yo me quedaba recogiendo la mesa, luego planchando la camisa que se pondría a la mañana siguiente para ir al trabajo. Sólo la noche del sábado al domingo coincidíamos alterando la rutina diaria. Después de unos forzados tocamientos, me penetraba, hacía su trabajo y me volvía la espalda, ya dormido. Después de 5 años de casados, esa era toda nuestra relación íntima en los últimos tres, quizá cuatro, no lo recuerdo bien. Cumplíamos, pues, un lustro de casados, o unidos por convenciones sociales. 

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La Maleta–2

Comprobado que los escritor@s que visitan este blog  no han recogido el guante que les eché para que aventuraran un final a La Maleta, me siento en la obligación de hacerlo yo. No me queda otra que hacer del relato un cuento.

¿Qué podía tener la maleta del relato que posteé ayer? Podía ser algo truculento que, descubierto, habría terminado con los novios en la cárcel. Y ante esa perspectiva, les sucedió lo relatado. Sería un final previsible, nada original.

Veámoslo de otra forma. Los recién casados, todos, van a emprender una nueva vida, generalmente llena de promesas: una familia, una casa, hijos, prosperidad…

Todas esas cosas intangibles son, de momento, sueños. Ahora pongámonos dentro del relato. Está claro que  es un escenario real, en el que podríamos describir lo que lo novios meten en la maleta. Fuese lo que fuese, y evitando el fácil recurso a pruebas inculpatorias de carácter penal, pensemos por un momento en el espíritu que subyace en todo cuento: la ilusión. Los novios se casan porque es el marco en el que han depositado todas sus ilusiones. Olvidemos el relato y ahora estamos  dentro del cuento. No vemos en los rostros de los novios sino felicidad; al fin se van a realizar todos sus sueños. Atrás ha quedado otra vida que sólo fue la preparación para la nueva que van a vivir. ¿Y dónde ver, tocar todos esos sueños de la pareja? Van a viajar con ellos, ¿dónde? Como digo, hemos convertido  el relato en un cuento. En los cuentos la fantasía es imprescindible, consustancial con el cuento. Si decimos que los novios tenían esta o aquella ilusión, eso es un relato. Si decimos que los novios habían metido todos sus sueños en una maleta, estamos describiendo un cuento. Y siendo así, y lo admitimos porque estamos metidos en el cuento, ¿qué podía hacer la pareja de recién casados, a los que les han robado todos sus sueños que habían guardado en la maleta? La consecuencia parece lógica,  proporcional, todo lo lógica y proporcional que permite la narración de un cuento.