No escribo bien, excepto hoy

Si uno se pasea por el campo, el camino se va quedando atrás.

Si uno sale de su casa, los recuerdos se van quedando atrás.

Si uno deja a la mujer que ama, el amor nunca existió.

Si uno escribe letras, palabras, oraciones, el camino es hacia adelante.

Si uno escribe una historia, los recuerdos son presentes.

Si uno crea un libro, el amor será eterno.

Yo no paseo, no salgo de casa, no dejo a la mujer que amo, sólo escribo.

Y escribo para tener un camino por delante, recuerdos, alguien a quien amar. Pero no hay camino, no hay recuerdos, no tengo a nadie a quien amar. No escribo bien.

Entonces, ¿qué hago cuando escribo, por qué escribo? Una lectora y amiga me dice que no miro más allá de mi propio ombligo. Será verdad, que aunque sea lo único bonito que me queda, debería proyectar mi visión más allá. Crear una novela llena de personajes, como hace ella, donde mi propio yo quede diluido y los personajes irreconocibles, y no importa que escriba bien o mal, que los personajes no sean nada del otro mundo, ese mundo donde Dios, se supone, ha debido, ahí sí, crear a sus criaturas perfectas. Que Dios existe y nosotros tampoco, para qué complicarse. Todo, al final, es crear como sea, y no mirarse el propio ombligo, porque, ahí, también suele acumularse mierda. Desde que mi amiga lo mencionó, le estoy prestando atención preferente, eso sí, lavándolo a fondo. A veces hablo con él: «ombligo, cuerda que me ató a la vida, cuando ésta se rompa, quiero para ti un homenaje. Que se formen justas poéticas de poetas muertos, seminarios literarios de fracasados, escritores que escriben mal y no miran más allá de su propio ombligo, y todos, formando un coro desafinado, canten el aleluya, proclamando que mi ombligo es el más bello de todos los ombligos. Sólo así, la justicia sería universal, al menos con los ombligos.

Normalmente escribo mal, pero esta vez, creo, he estado sublime. ¿Será que me he lavado el ombligo?

El Viaje (fin)

No tengo nada planificado, ni siquiera un destino a partir del cual comenzar a proveer los detalles. Sólo sé que en las huidas nunca se conoce a dónde conducen; es alejarse de todo lo que ha conformado mi vida hasta este momento, así lo califico. Tampoco sé por qué lo hago. Huir, sólo huir de nada en concreto. Para poderlo entender yo mismo, me digo: José, busca un lugar donde nadie te espere, donde no sepas qué puedes esperar, donde, cuando llegues, sólo tú te reconozcas y, a partir de ahí, sólo tú te juzgues.

Seguir leyendo

Hasta aquí el producto de mi imaginación. El relato es plano, insustancial, como cualquier viaje. Mencionaba que luego vendría el realismo mágico, y así será cuando entre en Chunhuhub, y de lo mágico que resulte y sea capaz de describirlo, dependerá que lo cuente. Mientras tanto, abandono esta presencia habitual en mi blog; tengo, antes de partir, muchas cosas que preparar.

Me voy

Me voy, Jose va a hacer un largo viaje, dejaré esta pagina abierta como esos libros de condolencias en el que firman amigos y enemigos. Ya fui el que fui, y dudo seré el que seré. Si al final del viaje encuentro un lugar inédito, quizá me atreva a describirlo; desde luego que no sería el cielo o el infierno, lugares que ya conozco sobradamente y que, os lo digo con toda sinceridad, no valen la pena.

Espero no haberos saturado con mis envíos, éste es el último.

Los que os tengo por amigos, familia, etc. lo seguiréis siendo por el tiempo que tarde el tiempo en borrarnos de nuestras memorias.

Un abrazo; qué menos.

José

Más sobre foros (2000)

Sigo desempolvando algunas cosas que me distrajeron de escribir con seriedad

Nunca dejo de responder a quien me menciona, y más si lo hace con afecto.
Andaba yo en eso de buscar nuevo solar para construir mi yo, alejado ya del foro de los méjicas REQUETECABRONESCONAFECTO, y una vez psicoanlizados en busca de mi subconciente profundo, ancestral y hasta genético y arcano en los modelos mejicanos. Andaba yo analizando el fenómeno fenomenológico fenomenal que se había hecho patente, finalmente, con el tema subliminal, definitivo, redondo y concluyente que les lancé bajo el título: «Revelión (con uve) en la Granja II». Andaba yo con mi pobre Alejandro a cuestas, como con un hijo tonto al que, sin embargo, se quiere. Andaba yo buscando nuevas definiciones al coño en el Trópico de Capricornio, de ese mayor jodedor que yo llamado Henry Miller (con perdón), y la forma de entrarle a las tancredi que, inevitablemente, me habría de encontrar en mis nuevas singladuras. Andaba yo rascándome los huevos con mi yo en la mano, a guisa de cetro…
Bueno, pues andaba yo en todo esto y preocupado de no cagar fuera de la taza, cuando un tal Siquiatra (doctor, naturalmente) me honra con su mención, distinguiéndome de entre la fauna con alusiones a mis transferencias inconscientes, probablemente bajo el efecto hipnótico de esa composición fotográfica que el artista Gerry me venía endilgando cada vez que abría su foro, y me entero cuando alguien me avisa de las conclusiones que aparecen en un tema: «Y LOS PREMIOS DE ESTA SEMANA…» 
Pues bien, sus concluisiones, las de Dr. Siquiatra, son válidas como medio necesario para proceder a la terapia del paciente, o sea yo, y ya apunta algunas recetas. Sin embargo, parece no haber tenido en cuenta las graves contraindicaciones y efectos colaterales no deseados, como, por ejemplo, que el prozac no suaviza las tendencias esquizoides sino que las potencia, y que los préstamos hipotecarios en dólares mejicanos sólo son un pan para hoy y hambre para mañana, una especie de placebo que me permitiría alcanzar mayor estupidez si cabe.
Pero, bueno, se le acepta la buena voluntad al Doctor, que no hay nada peor para un siquiatra, que su paciente se haga el loco y no le pague.
Gracias, doctorcito; mi forma de pagarle será el que su tema se lance al estrellato, una vez que vean mi alias entre las respuestas. Pero sólo es una forma de pagar deudas de gratitud, pues creo que en este foro ya me he cobrado todo lo que podía obtener de él.

La neurosis, bien sabes, doctor, es una alteración nerviosa de origen desconocido. Pero yo tengo una teoría: se trataría de un síndrome de Estocolmo, por el cual un ser humano se solidariza con todos los gilipollas del mundo; es decir: que uno se vuelve más gilipollas en cantidad y en calidad. Una vez que te has manifestado como más gilipollas (en cantidad y en calidad) ves a los demás gilipollas así como tus hijos bastardos, a los que no reconoces en público, pero que, sin embargo, quieres con toda tu alma. Desarrolla esta teoría y revolucionarás la siquiatría argentina.

Pues ahí, ahí es donde procede empezar la catarsis. Los argentinos dicen que gozan de buena salud mental, pero eso es un subterfugio a escala planetaria. Tener más psicoanlistas que psiquiatras sólo demuestra que ellos se quedan en la periferia del problema; es como si un médico diagnosticara que un paciente está bueno porque así lo indica el examen de su pupila. No sabe el médico que la enfermedad no salta a la vista, como él supone. El psiquiatra, sin embargo, mete el bisturí en el ojo, lo abre como una nuez y puede, con buen criterio, saber si la nuez está sana o tiene gusanos. En la psicopolítica pasa un tanto de lo mismo; los aficionados miran a ojo la salud de sus políticos, y unos encuentran buena salud en unos y alguna disfunción en otros, pero lo más probable es que en todos ellos se esté larvando un cáncer de mil pares de cojones. Claro, que cuando éste (el cáncer)se haga palpable, ellos mirarán para otro lado. O se apuntarán a la ecología de Marte.

Dr. Siquiatra.
De Perón y sus mujeres sólo sé de una (de sus mujeres): Isabelita. Resulta que esta dama tenía una casa muy cerca de donde yo viví, siempre aquí en la Costa del Sol malagueña y española (lo pongo claro para que se ubiquen). Era una gran mansión. De ella se decía que recibía en peregrinación a los nostálgicos del peronismo, que algunos se la follaban en prueba de reconocimiento a los servicios prestados a la Patria y que otros le traían la recaudación de los diezmos y primicias de los descamisados. Total, que la Isabelita retornó a la Argentina, en plan reciclada del olvido y el semiexilio para hacer no sé qué. Lo que siguió es que le saquearon la casa los sirvientes y, medio fané y descangallada, fue mal vendida a algún listillo que andaba por allí. Ella no volvió, ¿pa qué? 

Coltrane.

La sicopolítica es una ciencia; la neurosis es una enfermedad mental, o casi. Aquí, el Dr. Siquiatra y un servidor indagamos científicamente en los padecimientos mentales de los seres humanos y, naturalmente, de los foristas. Que en una primera evaluación hayamos llegado a considerar la neurosis como mal endémico de las masas, de los grupos, de los foros políticos ad hoc, etc, significa sólo que estamos en ello, que no divagamos y que nos acercamos al diagnóstico preciso. La calificación neuropolítica es imprecisa, pues vendría a significar más exactamente la política de las neuronas, lo cual, evidentemente, no es tema que nos ocupe. El doctor Siquiatra es que se entusiasma con estas cosas y no piensa el significado último de los términos.

Alebrige.

Creo que padeces de dislexia; porque entrar en un tema de tanta altura para decir, más o menos, que lo que yo necesito es que se me empalme, es como decir que si se me empalmara (de forma natural o artificial), no diría tanta estupidez. Amigo mío, yo ya he probado todo y desgraciadamente sigo igual de estúpido. Lo único que me consuela es observar que a los demás no le va mejor. 

Aguilareal.

No creo que aportara nada a ese foro al que me invitas. En relación con los comportamientos humanos soy radicalmente partidario de dejar que cada cual se lo monte como quiera o como pueda y con las consecuencias que se deriven para cada cual; mientras no te pongan una pistola en la nuca para conminarte a hacer lo que no quieres, todo es válido, y así, concretándonos en tu tema, considero válidas las plantaciones de coca y el que se las quemen (no a la pistola en la nuca para que no planten); el narcotráfico y la policía que lo persigue (no a la pistola, etc.); que alguien consuma y que alguien esté en contra (no a la pistola, etc); que alguien venda estricnina como heroína y que la compren y se mueran (no a la pistola, etc.) En lo que nunca estaré de acuerdo es en la imposición, venga por donde venga.

Hombre, Castulo, cuánto tiempo…
Sí señor, acabas de dar en el clavo con tu diágnostico: soy una mierda de débil. Me rompo a la menor bofetada. Pero, qué quieres que te diga, los pedazos forman una imágen surrealista…

No, no ando bien, estimada chachiz; tengo una depre de caballo. Resulta que tenía una vaca que me daba leche y manteca, y algún que otro gozo indescriptible. Pues mi querida vaca está loca, con esa terrible enfermedad que asola a Europa. Yo que pensaba que la locura era un privilegio mío, y ya ves, hasta las vacas me igualan.

Mi querido doctor… Y yo que creí que me habías abandonado.
Sólo yo sería capaz de interpretar tu subliminal repuesta. Vienes a decir, con eso de Marte y Venus, algo así como:
Los hombres son guerreros y las mujeres hacendosas. Tendrás que vértelas con alguna dama de este foro, por infame.
No, la vaca no tiene remedio; habrá que sacrificarla a Júpiter, y esperar que me mande una de plástico, lo más natural posible.

Elmer

Estás equivocado-a, elmer romero (ya no sé quién es quién detrás de vuestros alias). Los españoles, precisamente los españoles, han luchado de siempre contra el afrancesamiento, y el anglosajonamiento (con perdón); hemos sido una especie de proscritos de esas corrientes absorbentes que tuvieron su apogeo en el siglo XVIII y XIX, en los que, contra corriente, nos mantuvimos al margen. Europa empezaba en los Pirineos (Pirineos:cadena montañosa que nos separa de Francia), acuñaron ellos, no sé si por irreductibles nosotros o por chauvinistas ellos. Y volcarnos con los países latinoamericanos, pues tampoco. Vosotros sí que habéis padecido de ese fenómeno de mimetismo; España no era el modelo para vuestros delirios de superación de estigmas históricos. Y así os ha ido. Carecer de modelo propio os ha llevado a importar muchos de los modos, formas, costumbres y hasta léxico en forma de “spanglish”, en vuestros actitudes actuales. Nosotros, ahora, vamos allí sólo cuando nos llaman. Hay mucho que hacer para procurarse una identidad propia basada en las raíces que se hunden en el profundo suelo de la historia; pero sólo podría hacerse si todos partiéramos de la conciencia de que somos lo que somos y no otra cosa diferente. Tú, y otros, diréis: ¡No es eso no es eso! Bueno, pues explicaos, pero dejaos de simplezas con alusiones freudianas.

Tancredi.
Tú vales mucho, nena, pero a mí me llegarías más si me lo dijeras con señales de humo.

Infame.

Eres un fóbico característico. Los fóbicos (en tu caso a los mensajes ambiguos) se caracterizan por su actitud a proyectar fuera de sí, y a la menor oportunidad que se les brinda, los deseos que pueblan su mundo interior, y que, en tu caso, vuelvo a repetir, los percibes como extraños, malignos, cargados de amenazas para tu yo íntimo y bochornosos para tu yo público. Cuando, como tú, alguien quiere defenderse de sus demonios particulares, porque teme conscientemente lo que desea inconscientemente, lo que hace es descubrirse ante los demás de lo que quería ocultar. Tus inconscientes suposiciones respecto a mis gustos sólo ha sido una transferencia velada de tus deseos. El diagnóstico es gratis. De nada.

Y para todos.
Debido a la diferencia horaria, tengo una ventaja sobre vosotros: cuando vosotros venís, yo ya estoy de vuelta.

Bueno, chicos, en general os habéis comportado. Paso por alto en esa apreciación a Infame, que, el hombre, más vale que se callara, y no porque comience mal su defensa (se puede aceptar su supuesto juego de palabras con el término «fobos»), sino porque la caga al final. A mí, no obstante, me sirves para mis propósitos. Y es que parto de un reconocimiento propio: saber que no sé nada de vosotros (como vosotros de mí), pero que me interrogo constantemente sobre quiénes sois. Me niego a esa cómoda inercia que provoca una falsa certeza en el creer saber quiénes soís por vuestros comentarios; mi meta es el conocimiento del hombre, y cada uno de vosotros sólo me acerca al umbral.
¿Que soy arrogante y soberbio? Puede que sí; en todo caso es una deformación que se ha ido configurando a medida que me he ido encontrando falsos humildes.

En los foros, vivir o morir

Mis andanzas por los foros, más o menos literarios, están plagados de anécdotas. Escribía sin complejos, en ocasiones terriblemente insultante para los buenos compañeros que intentaban reconducirme a las buenas formas. Pero eso hubiese sido claudicar del yo emergente, así que la salida era largarme de allí o que me echaran. Transcribo algunos textos, tal cual y sin editar, que guardé de aquella época, finales de siglo.

Simplificas, camarada; las cosas están peor. Y están peor porque a todos nos va a coger con el paso cambiado. A los de izquierdas, porque se le acaba la teta para repartir «casitas» y otras mejoras sociales. A los de derechas, porque sólo con pan, orden, futbol y toros, en su caso, ya no podrán hacer marchas triunfales al son de himnos y flamear de banderas. A los capitalistas, porque la vaca se ha vuelto toro y da lo que da. Y, finalmente, al pueblo, porque el pueblo español está acostumbrado a las vacas flacas y se quedará sentado  viendo la tele para no gastar energías. Los separatismos harán piña con los nacionalismos españolistas, porque en tiempos de escasez es mejor abandonar el fuero que el huevo. Y mientras esto se avecina, la libertad, eso sí, será absoluta para hacer demagogia panfletaria. Y si no, al tiempo.

Daba por terminado el debate bilateral, pero he aquí que me encuentro en tu mutis por el foro una perla, que hasta podía ser poética y muy propia de este líri-co lugar. Dices: » Llegará otra «crisiscita» más, nos apretaremos el cinturón y apretaremos un poco más el cuello del otro Mundo, ése donde la Crisis es permanente, eterna». ¡Clas, clas! Pues te acompaño en el sentimiento con esto que escribí allá por el 2000

ME IMPORTAN TRES COJONES (un carajo)…

Tú, ése, aquél…

el que sufre, el que llora, el que muere, el que va a morir…

el comido por el hambre, por el cáncer, por la lepra, por el SIDA…

los enganchados a la droga, al tabaco, al alcohol…

las devastaciones, los accidentes de tráfico…

los sin techo, los sin madre…

los dioses uno, dos o trino…

los ángeles, las vírgenes, los santos, los mártires…

los héroes, los villanos…

los que se suicidan, los que finalmente no se suicidan…

los filósofos vivos, los filósofos muertos, los llamados grandes hombres…

todos los muertos, incluso mis padres…

las ideologías, las convicciones de los demás…

la fe, la esperanza, la caridad…

la ética, la estética…

que el mundo reviente mañana…

SOLO VERDADERAMENTE ME IMPORTA…

mi nietecito.

Pero no me importaría que muriera conmigo.

(JDD. 2000)

No, no tolero el superlativo. Estás entrando en disquisiciones para las que no me siento preparado. Cuando empecé a escribir, hace unos 15 años, mi intención era escribir sin saber qué era o no era escribir bien, sin saber de comas, punto y coma, oraciones subordinadas, etc. Necesitaba escribir porque era la única forma de superar mis complejos.  Mi primer bautismo de sangre lo recibí de las manos de un filólogo, quién a bien tuvo leer y corregir una novela de 200 páginas que escribí, primero a boli en un cuadernillo con espiral y luego pasado a máquina con el concurso de mis dos dedos indices. Luego encuaderné los folios para que pareciera un libro. Bueno, pues el filólogo me lo devolvió irreconocible. De momento creí que eso significaba que había errado el camino y que lo de escribir me caía ancho. Pero observando todas aquellas correcciones y tachaduras vi una luz. Aquel tocho ya no valía como argumento, pero era de inmenso valor como manual de uso. Y a su estudio me entregué con todo el fervor antes de volver a intentar escribir una sola frase. Luego, algo que no había hecho nunca, fue leer todo lo que tenía en mi casa con un sólo objetivo: constatar que los ya consagrados como escritores observaban las mismas reglas que me había propuesto el maestro. El tercer paso fue construir frases alternativas usando esas mismas reglas. El cuarto paso fue reescribir aquella primera novela, y eso ya fue 1997, con el título «La rebelión de los otros» – está en la web–, casi cuatro años después. De modo, Kepa, que o me tratas con conmiseración o me tratas con admiración; lo que no debes tratarme es como un estúpido, porque esa fase de mi vida literaria, creo que ya le dejé atrás.

Vamos a ver si me explico, sea sólo como ejercicio de buena sintaxis.

He estado en varios foros, todos de corte literaria o cosa parecida. De algunos me echaron por las formas, en otros monté una algarabía que llego trascender hasta estamentos sensibles, otros eran tan bujarrones, que hasta yo parecía un dulce pastorcito. El caso es que me terminaba cansando y me iba de donde no me echaban. Como ampliación a mis confesados orígenes literarios, debo agradecer a los foros una cosa que estimo crucial para alguien que pretende ser escritor: la agilidad mental. Sin agilidad mental, un escritor se empantana en cualquier momento de la producción que lleve entre manos, y suele dar al traste, en ocasiones, con su mejor empeño: mantener el hilo conductor de un argumento hasta su desemboque final. Bueno, pues la agilidad mental (como la del cuerpo) es algo que se obtiene entrenándose, no es algo innato. Para mí descubrir estos foros fue fundamental, porque yo carecía de esa agilidad mental, algo que comprobé cuando me puse a escribir mi primera cosa. Y fue curioso que a raíz de mi participación en foros, noté que esa agilidad aparecía y se potenciaba más y más a medida que asumía otros difíciles retos, como criticar a Cela, a Pessoa, a Dios si llegaba el caso. Todo era para mi un ejercicio en clave literaria, que si motivaba una respuesta, fuese airada o elogiosa, a mí me servía para constatar que mi propuesta no había caído en saco roto. Y así me iba animando a asumir nuevos y más difíciles retos. No lo habéis leído ni creo que os interese a todos, pero cuando escribí “Yo, Alejandro”, en sus más de 700 páginas creo haber derrochado una enorme agilidad mental. La propuesta que hacía era hacer de un personaje pedante en extremo, la punta de lanza coherente contra todo lo establecido como verdad. Ahí es nada.  El resultado no lo he constatado aún porque soy muy perezoso, y hasta inútil, para promocionar mis cosas, pero ya puedo asegurar que cualquiera que lo lea necesitará muchos argumentos para rebatir las pedanterías de Alejandro, y no, desde luego, a base de hacer cuchufletas como ha hecho Kepa. Todo, pues, pasa por entrenarse.

Este foro no es mejor ni peor que otros. Cuando llegué,  lo primero que sentí fue que parecía uno de esos tablones de anuncios donde alguien pega un papel con una oferta que raramente alguien mira, y si mira, no es lo que busca y pasa a otro. Aquí no podía ejercitar ninguna agilidad mental si me dejaba llevar del ambiente, pero sí podía comprobar si lo aprendido servía para resucitar este camposanto. Y a ello me dediqué. Los resultados, los dejo a la valoración de cada uno de vosotros que me lean. Sólo es una pequeña muestra, para algunos, ya veo, positiva; para otros, y están en su derecho, será negativa. Yo sé lo que significa para mí, y eso me basta.

Y ahora que me he confesado de verdad, os aseguro, amigos, que todo lo que escribo lo es en clave literaria.

José

Querida. Me abrumas con tus llamadas al orden,  a las maneras, a la educación, a lo consideración ajena  y a todo lo que tú has debido practicar en tu vida, especialmente en tu vida de empresaria. Yo no creo en nada de eso, mi amor. Soy un nihilista convencido. Además, ya soy viejo para ser educado. Quiero, como tú frente a los catalanoides furibundos, hacer lo que me dé la gana en el tiempo que me queda. Ya tuve que hacer todo eso que echas de menos en mí en otros tiempos para ganarme el pan.

No pido que me toleres, ni que me toleren lo que no quieran tolerarme. Mira, si finalmente os resultara insoportable y decidierais echarme, en esta ocasión si me lo tendría merecido, porque sería por consenso amplio. No fue así en en otros despidos. En aquellos me echaron por causas inconfesables para los que lo decidieron. Claro que hice examen de conciencia, pero los que me siguieron acompañando en mi salida, no me dejaron que me flagelara  como penitencia. Consuelo, no pierdas el tiempo conmigo.

Y para que esto no sea del todo un «Talk Show»  y me ajuste al espíritu del foro, te pongo aquí abajo una de esas cosas que algunos llamaríais un poema, y que habla de todo esto.

Yo soy una pura ironía

como mi propia vida

A algunos no les gusta.

A algunos les encanta.

Surge la competencia.

Dialéctica de las formas.

Malas formas.

Bueno.

¡Qué le vamos a hacer!

Y sin embargo, yo, corrido en mil foros,

dejo una estela de desencanto cuando digo adiós.

¿Por qué será? Me pregunto.

Me invitan a seguir siendo yo,

el yo apaleado por los cancerberos del lenguaje de las buenas formas.

Nada que ver con el lenguaje de los hombres que quieren ser

Un ángel se encuentra a lucifer y se enamora de él, ¿por qué?

Y dios manda a lucifer a los infiernos, ¿celos?

Y sin embargo, no hay otra forma que la mía para hacer hombres y mujeres de provecho.

Dios ha fracasado, ya lo veis.

O seguiréis siendo marionetas,

si seguís encenagados en su copa de  alabanzas.

Yo sólo pido que me oigáis.

Él os pide que le escuchéis.

Vuestra es la elección.

Pero daos prisa, antes de que me mande a los infiernos.

O yo me vaya a redimir a otras gentes.

¿Amor o sexo? (2003)

Cuando me planteo la discusión del título, siempre me digo: ¿te vas a pasar o te vas a quedar corto? Y es que en literatura ha habido siempre una frontera que, más allá, estaba la pornografía. Pensando en cómo no traspasar esa frontera, llegué a la conclusión ( y sin mirar el diccionario de la lengua o el ideo constructivo) que «hacer el amor» es una figura retórica, porque se omite algo tan sustancial como «sexo», y la palabra amor queda desfigurada en su verdadero sentido referido al sentimiento. Así pues, rescatando algunos escritos antiguos que divulgué en foros o en mi antigua página, los incluyo aquí, porque tengo para mí que nadie ha de escandalizarse porque hable de sexo como algo natural, que si quieren mis lectores lo pueden llamar «hacer el amor». Pornografía es otra cosa.

No todo está perdido

en mis noches siniestras.

A veces mato a un dios

otras lo suplanto en su poder

vistiéndome con su piel

y hago de mi capa un sayo.

Las vírgenes vienen a mí,

auténticas núbiles

que me adoran como a un becerro

por mis atributos incansables

en cópulas infinitas

de orgasmos boreales.

Me bebo mi sangre

para alimentar mi lujuria.

Y destruyo mundos mal hechos,

mujeres que engendran monstruos

y hombres que me hacen sombra

desde los atrios de los templos.

Los animales reptan hasta mi boca,

me desparasitan y me dejan aseado,

y ángeles, con sus alas, me abanican las ingles.

Son momentos de sueño plácido.

Todo está bajo mi control,

menos los sueños de madrugada,

las pesadillas de estar despierto.

Estaba semidormido, mi miembro erecto hasta el dolor.

Mi mano se deslizó a tientas entre las sábanas y se encontró con tu cuerpo.

Te acaricié el muslo de abajo a arriba, sin detenerme, y te volviste de espaldas, aún dormida.

Introduje mi pene entre tus piernas, buscando alivio a su impaciencia.

No te movías, no me rechazabas, no te despertabas y lo dirigí a tu interior.

Si fue natural o antinatural, no lo pude apreciar; era húmedo y cálido.

Entré, salí, acompasando envestidas y retiradas con tracciones suaves de tus pechos.

Quise permanecer dentro de ti para dejarte mi presente en el fondo de tu deseo.

Luego, me retiré despacio, y espalda contra espalda, me dormí.

Cuando nos despertamos, te pregunté: ¿Has dormido bien, mi amor?

Me respondiste: No, he tenido una pesadilla: alguien me violaba, y no podía impedirlo.

No te pude explicar que, en ocasiones, el violador tampoco consigue imponerse.

EL POETA INCONTINENTE

I

  Ven a ese bosque sombrío

de suelo musgoso y blando

y cúpula sin amaneceres.

Te amaré como el árbol a la tierra

que la penetra para acercarse al sol.

Te convertiré en sangre nueva

que correrá por mis venas

hasta saciarme de locura.

Del espasmo de la creación,

que rociaran de perlas el ambiente.

Algunas se posarán en tu boca,

otras en mi boca ardiente.

Y sin saciar nuestra sed

beberemos hasta un amanecer

que no llegará nunca.

Ven a ese bosque sombrío,

donde nos espera el lecho

sin estrellas que nos guiñen cómplices.

Nuestro mundo no será su mundo.

Nos bastamos para iluminar la noche

con las luciérnagas de nuestro desvarío.

II

Sí,  será aquí, ponte cómoda

relajada y oferente,

desabrocha tu blusa, baja esa falda,

libera tus pechos y que rompan el frente

de tu avanzada hacia mi pecho.

Deja que te tienda en este tálamo

los ojos tornados, aleteando el suspiro.

Yo extenderé una manta que cubra tu cuerpo

con mi cuerpo caliente .

Abre las piernas, ni mucho ni poco

que sea como el surco blando y jugoso

donde mi arado abra la entraña

que mejor se acomode a su perfil.

Te sembraré de placeres

que  violarán el silencio,

y en tu cuerpo arqueado y tenso

la flecha que apunta al infinito,

por un instante ahogará el grito

de tu alma que se escapa.

Y en las fuentes, en los ríos

que alumbremos al unísono,

beberemos para que nada se pierda

entre las hojas muertas de nuestro lecho.

Sí, demasiadas palabras

y aún nada hemos hecho.

Cerraré la boca

y que hable el deseo.

III

Pero, ¿cómo? ¿Yo el poeta

renunciando a las palabras,

alas de mi sentimiento,

y que yazca contigo, en silencio?

¿Tú sólo me anhelas

como un simple hombre, sólo cuerpo?

Soy el verbo de la carne,

el espíritu irredento que fallece

haciendo versos.

¿Cómo podría dejar este acto,

que sueño en todos mis sueños,

sólo a merced  del deseo?

Yo, poeta, no puedo.

Un sueño es algo etéreo,

y como el aire que se siente

cuando se convierte en viento,

esa es mi palabra,

el sonido del silencio.

Por favor, no te vayas

y siente como yo siento.

(JDD 2003)

Escribí hace 20 años

Manolo, Maestro. Mira que es grande este mundo de Internet, y de tarde en tarde coincidimos, no porque nuestros destinos sean paralelos, sino porque tú y yo tenemos un destino común. Y no hace falta que nos unamos en civil matrimonio. Somos maestro y alumno. De ti aprendo, sobre todo, sosiego, elegancia, sencillez. Y no aprendo de tu literatura porque eres inimitable, y para ser una mala copia, prefiero desbarrar en mi propia charca.

Tú has transcendido  tu profesión. Profesor es otra cosa. Cuando leo tus escritos (yo las llamo estampas de la España profunda) siempre me digo: he aquí el maestro, que enseña sin imponer, con absoluta humildad, y que lo hace así con cualquier cosa referida al humano comportamiento. Seré tu alumno poco aventajado, Don Manuel, pero te admiro sinceramente.

Un fuerte abrazo

José

Vieja sabia y, además, con dos ovarios a pleno rendimiento.

De tu texto.

«¿Y esa, de quién es?» la inquiero. Niega con su cabecita de peinado gris y desordenado que ofrece más encanto que el más hermoso de los arreglos jóvenes. «De nadie» dice, «Es fácil hacer poesía» concluye, y remata: «Es tan breve». Nos sumergimos en una disquisición larga, larga sobre el tema. Sostiene que cualquiera puede hacer poesía o prosa por igual, pero la poesía es breve y tiene relaciones tan sencillas y abstractas como el lenguaje cotidiano, mientras que la prosa, en cualquier género debe tener una estructura, una argumentación. Necesita un exordio motivante, un desarrollo de ideas o personajes si es un relato o novela y debe conducir el pensamiento del lector según el deseo del escritor. «Todo eso» asegura, desincentiva hasta a los más audaces. Sólo unos pocos son tan locos».

Yo lo dejaría ahí. Aunque el artículo es extenso y el interlocutor expone su propio parecer sobre el asunto, lo cierto es que el debate tiene ese enunciado que pego aquí, y no otro. Cualquier circunloquio que intente contradecir a la vieja está abocado a la simpleza.

Bien, Kepa, te seguiré leyendo.

Pero mira, Jens, perdido amigo, que los poetas de ahora, ¿dónde están?, como clamaba Alberti. Apenas si se comprometen con el dolor , la humana injusticia, no en abstracto, sino puntual (ad hoc, que dicen los cursis). ¿Quién puede sentir el latigazo a su abulia, nihilismo somnoliento, leyendo (o tratando de leer) muchas de las columnas borrachas de sentimientos propios con raíz en los genitales o en la desesperanza que conlleva el amor incomprendido, abandonado a la huida? ¿Quién despierta de su letargo ante la poesía de ahora que gana en dificultad a una sopa de letras (el juego)? Haces bien en defender la excelsitud de la poesía apoyándote en los poetas clásicos. La vieja debía referirse a los de ahora, porque los de antes en unos poco versos —no apilados como ahora— desarrollaban un drama, una historia completa, un alegato insuperable. Lo siento, Jens, pero a mí, que soy un sensiblero, por viejo y por sensible, ninguno de los poemas que violan la más elemental sintaxis me impresiona. Si por lo menos tuviesen música de fondo…

Para llamarme poeta

Tendré que pasar hambre

De libertad

La libertad del grito

La libertad del dolor aceptado.

Mis versos para ti, niña

Violada por un oso panda

Y no por un sátiro.

Mis versos para ti, mujer

Que limpias los urinarios públicos

Sin otra alternativa,

Ni siquiera ser puta.

Mis versos para ti

Joven de sexo alternativo

Fijado en tu silencio.

Mis versos para ti

Mujer, hombre

Que os miráis con recelo

Buscando malas intenciones.

Mis versos para el mundo

Cada vez más infra-mundo.

Mis versos para ti,

Dios de los creyentes

Para que te escondas de vergüenza.

Mis versos para ti, Naturaleza

Que aún nos regalas flores.

Mis versos para ti

Pájaro que no vuelas

Porque tienes un ala rota.

Par ti, perro abandonado.

Para ti, mujer estéril.

Para todos lo que tienen

Hambre y sed de justicia.

No sé si tendré tiempo

De escribir tantos versos

Como necesitaría

Para llamarme poeta.

No he entendido bien, Juan, lo que has querido decir; no por mal expresado, sino porque rara es la ocasión en la que alguien acierta conmigo. Lo más cercano que he escuchado por estas ondas es que soy un cabrón enmascarado. Pero no lo asumo por completo. Durante siete años estuve encinta de un personaje que sí respondía a ese estereotipo. Quizá tanto tiempo termina marcando y al autor se le escapan de vez en cuando los resabios del posparto. Lo que sí debo ser de nacimiento es un escéptico. Un escéptico de calidad es un bicho que no cree ni en sí mismo. Lo que yo diga por aquí no me representa, porque, os aseguro, no creo en ello ni miajita. Ya no espero a que otros compis juzguen esta columna de aquí abajo, y os avanzo que sea  lo que os parezca, será de vuestra única responsabilidad. Porque cuando la escribía, con una mano tecleaba y con otra me estaba tomando un helado de chocolate que me estaba sabiendo a gloria. Así las cosas, ya me diréis.

Hombre, Juan, tampoco mantuve larga la expectativa engañosa de que mi cosa hubiese caído bien. De no ser por la censura previa, mi aclaración hubiese sido inmediata. Sí, será porque me voy desencabronando, que ya no soporto el peso de la conciencia.

Algunas veces somos cínicos para ocultar nuestras debilidades, y yo soy un ser débil que se embosca detrás de las palabras.

Tienes razón. Pero aún no creo haber llegado a ese escepticismo perfecto, pues creo en la familia, en los amigos…. O más que creer los siento de forma especial, cuando las demás cosas me resbalan. Quizá por eso mi escepticismo es imperfecto, lo suficiente para mantenerme en vida con ciertas ganas de vivir. Si no creo en el destino eterno ni en la reencarnación y tengo cerca de 70 años, que alguien me susurre al oído de qué otros valores tangibles me debo colgar. Y no digo estos son mis valores, si no os gustan tengo otros, parafraseando al cómico. Procuro que no hieran a los demás, pero al ser tan pocos, a veces no lo consigo. Por eso me echan o no aguanto mucho tiempo en ningún lugar. No presumo; también, contradiciendo mi escepticismo, creo que es mi desgracia.

No sé si te habré convencido. Pensarás que me estoy tomando un café a pequeños sorbos a estas tempranas horas de la mañana, 4.30 AM, mientras esto escribo. Si siembro escepticismo, no tengo derecho a pedir ser creíble, pero en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, me gustaría serlo, Juan.

Sigo en el pasado (2000)

En el foro destacaban algunos o, al menos, eso me parecía a mí. Valía la pena la discusión que aplicábamos a nuestras respectivas creaciones literarias, aunque, a nuestro nivel, resultaran infantiles para los verdaderos escritores ya consagrados por sus obras publicadas.

Bueno, Kepa

Tu invitación a visitar tu antro ha sido irresistible. Me topo con ese capricho tuyo de poner blanco sobre negro tus cosas. Recordé, entonces, que ya había estao por aquí, con ocasión de tratar uno de tus  psicodramas. No me fui a otro, sino a tus relatos, presuponiendo que eran cortos. Y abrí «La amante del narrador», pensando que era autobiográfica y me podía acercar más a ti. Pues no. La amante del narrador es un espantoso «remake» de la Biblia, en su versión más apócrifa. Chico, tienes talento y lo malgastas de forma despiadada para ti mismo. Para el lector no creo, pues dudo que pueda llegar a la mitad sin hacerse la picha un lio con tu argumento. Y a luego, esa forma tuya de utilizar las comas. Supongo que hay que partir por algún sitio esas frases kilométricas, pero tal que así, te cambian el ritmo de la respiración y entras en apnea, de la que sales a base de diafragma compulsivo.  No, mi querido amigo. Aunque te importe un carajo mi opinión, te la voy a dar. Ser original tiene un riesgo: ser incomprendido. Hay mucha gente original por ahí, pero si han hecho de su originalidad éxito, habrá sido por ese azar caprichoso que favorece a los que nacen con una flor en el culo. Tiéntate la ropa, porque puedes estar perdiendo un tiempo precioso para ser un escritor de provecho. No sé si seguiré mucho tiempo tu carrera, porque soy bastante inquieto (alguien me llamó, felizmente, cretino del éxodo), pero te  prometo que me la envainaré si un día veo tu nombre en la Wikipedia.

Hola, Daniel, creo que nos conocemos de antiguo. Saludos cordiales.

Pues mira tú, tu cuento, de varias lecturas, es, ciertamente, bobo de solemnidad, pero por lo menos es un cuento; es decir, es un cuento porque en él se dan los ingredientes necesarios para considerarlo así: cuenta una historia, real o ficticia, y no importa, como en este caso, que la historia sea boba —todos los cuentos famosos son historias bobas—, porque tú mismo ya te anticipas a llamarlo cuento; otra cosa sería que nos lo intentaras vender como una crónica, por ejemplo.

Y no sé qué hacer, si condenarlo al clic o indultarlo. Conste que si lo condeno, finalmente, al clic, lo será por falta de espacio. Esperaré al límite y te mandaré una carta de consuelo.

En algún diccionario ideo constructivo o de frases de las llamadas felices, tres o cuatro autores coincidían en suponer que la lectura nos permite conocer los  mejores pensamientos del autor, y los autores que esto decían, que no recuerdo sus nombres, eran de los llamados indiscutibles. A mi juicio se equivocaban, o su candor era notable. Según yo creo, al escritor no se le pasa por la cabeza, mientras escribe, dejar en el papel el testimonio de lo que piensa; lo que hace es pensar luego en lo que escribe. De esta forma, el escritor es el primer lector de lo por él escrito. Sólo así se entiende que para un escritor equis, lo que escribe está bien escrito, y lo que dice va a misa. Es la prepotencia del escritor frente al papel (ahora la computadora), que pocas veces tiene presente al lector al que van a caer sus escritos. La frase de aquí abajo, “Los intereses del escritor y los de sus lectores nunca coinciden, y cuando lo hacen no es sino un afortunado accidente”, podría suscribirla, pero no. Y digo que no, porque escribir y leer no es una confluencia de intereses. Sería confluencia de intereses (luego se vería si afortunada o no) si el escritor escribiera bajo demanda acordada. Pero por lo que digo antes, el escritor sólo confluye consigo mismo en una primera instancia. Es como el equipo que diseña lavadoras en una firma de lavadoras: concluyen que el producto es bueno y que se venderá solo. Los artistas, en general, hacen lo mismo: se gustan a sí mismos y creen —o les importa un carajo— que deberán gustar a los demás que tengan la suerte de participar de su arte. En definitiva, lo que sucede es lo que dijo Ionesco,  sin creérselo del todo, supongo:  «Sólo valen las palabras, el resto es charlatanería»

Ah, y a través de los libros no se puede entender nada, y menos el Universo,  como dice el autor; menos mal que deja aparte el amor, para que los poetas sigan divagando.

Vale, pasemos a otra cosa.

He seguido husmeando en tu página. Antes de Abrir otra cosa, me lo pienso. Me voy a «Artículos de opinión», por eso de que cuando opinamos solemos valernos de la coherencia para expresarnos. Luego la cagamos, pero eso es otro cantar.

Bueno, pues, ¡Sorpresa!. Esto ya es otra cosa. Me he fijado más en la forma que en el fondo, pero la forma es casi académica —ojo, digo casi porque no sé exactamente qué coños es académica—, y el fondo me ha parecido vislumbrar que es hasta coherente. ¿Entonces? Me pregunto qué intentas con esas otras cosas infumables. Ya, también se puede ser figurativo, abstracto en literatura, pero ese es terreno de los poetas, no de los prosistas, de ahí mi perplejidad.

En cualquier caso, me alegro haber confirmado que, cuando estás sobrio, escribes muy bien. Gracias, no he perdido el tiempo.

P.S. Anselmo fue mi primer intento de escribir, hace unos veinte años. Algún día, si me lo permites, te contaré la historia de ese engendro.

Sigo rescatando el pasado (2002)

Aportaciones mías en aquel foro. No incluyo comentarios de los compis porque no dispongo de su autorización.

Esto debe ser como si un elefante entra en una cacharrería. Pero me temo que en este caso no habrá ruido. El silencio monacal que acompaña, por lo general, a todo intento de llamar la atención con cualquier tipo de  texto, está aquí tan instituido, que nada podría alterarlo.

Quizá por eso, me he dicho: «Envía algo que rompa la monotonía, y comprueba si es que están dormidos o de vacaciones. Pero si te responden: José, esto que envías es una porquería, entonces es que están en la digestión pesada de tanto texto excelso»

DE TU INTERESADA PRESENCIA

Mi escepticismo me puso la venda antes de recibir la herida

Y AHORA QUE VUELAS SOLA, CON TUS PROPIAS ALAS

Mi soplo álgido te huele fétido

ME VERAS, EN SUEÑOS INCONCLUSOS,

Llamarte puta desagradecida

PERO TÚ SEGUIRAS ABRIENDOTE DE PIERNAS

Como paréntesis de la buena literatura

PORQUE NO SABES DISTINGUIR EL GENIO

Del deseo reprimido por la ausencia.

TAMBIEN LAS AVES MUEREN CAYENDOSE DEL CIELO

Especialmente si el cielo ciega los ojos

Y YO YA NO ESTARÉ ALLÍ PARA RECOGER TUS PLUMAS

Para  hacer con ellas tu lecho de muerte

PERO ES IGUAL; ALGUIEN SE HARA CON ELLAS UN PENACHO EN LOS TESTÍCULOS

Y tú te sentirás satisfecha de haber muerto por amor.

Escrito allá por el 2003

Callas

¡Callas!

Mejor te callas

Tu voz no tiene la fuerza

De otros tiempos

Ya no nos llega

Al corazón.

¡Fuera, fuera!

¡Crudel! (Cruel)

“Ho dato tutto a te” (Te lo he dado todo)

Bueno ¿y qué?

Ya te aplaudimos

Te llamamos Divina

Estamos en paz.

Sto andando a morire , ma da chi? (Voy a morir, pero por quién’)

Muere por ti

Ya te aplaudiremos luego

Recordándote.

En el corto tiempo que llevo en este foro ya he podido hilvanar una conclusión, obviamente, sólo válida para mí:

Aparte los anuncios comerciales, lo que por aquí prevalece es un tipo de literatura minimalista. Supongo que los compis reservan sus producciones más comprometidas para los grandes retos editoriales. El caso es que el color dominante lo imponen nuestras damas con sus besos que apuntan lengua, pero sin llegar a penetrar. Yo leo todo, que eso quede claro, pero quiero que quede igualmente claro que tan pronto lo leo, lo borro (mi psicopatía del clic). Confieso que me asusta tener mi ordenador lleno de esas psicofonías y que, de pronto, puedan reaparecer como almas en pena al fondo de un concierto de Bach, mi música ambiental preferida. Lo que sí siento, a veces, es conmiseración por esas almas del lamento diario —a veces dos y tres—, pero no sé de dónde proceden ni cómo llegar a ellas con mi consuelo.

Y luego, como contrapunto a esas odas frustradas, los que nos obsequian con esa literatura esquizofrénica que no sé qué pretende, si joder las neuronas del lector desprevenido o marcar territorio. Los leo, pero también los borro. Creo que ya esta bien con los minutos de gloria que les concedo.En fin, no quiero extenderme más. Y el caso es que detecto gente de gran valía, y no sé si pensar si será su forma de decir: «lo mío son perlas y vosotros los cochinos». Me consuelo, porque del cochino se aprovecha todo, y las perlas sólo sirven para hacer collares.

Como un suave masaje para la mente, incluyo, ex novo, esta pequeña maravilla, por cortesía de Elsa, que viene a decir: somos humanos porque existen estos humanos

http://www.josediez.com/wp-content/uploads/2019/05/TOCATA-Y-FUGA.mp4

Anotaciones (2000)

Sobre cosas como está que traigo aquí se discutía en los foros. Puntos de vista de unos y de otros sobre cualquier tema que se hacía presente, con razón o sin razón. En este caso se hablaba del escritor, de escribir.

Gracias, Miguel.

Náa, creo que hasta que haga lo mismo con mi página no habré hecho nada extraordinario (debía referirme a borrarla por completo y empezar de nuevo). ¿Pero quién tiene los bemoles de evaporar 15 años de creación más o menos literaria? Pero si hasta revisando de vez en cuando lo que he escrito (más de 20.000 folios) y encontrándome con verdaderos y aberrantes engendros,  me cuesta hasta meterle el bisturí de la experiencia… ¿No será que en mi propensión a ser eterno es lo único que me lo garantiza? Bueno, algún libro en papel con unas de mis obras anda por ahí, y tendrá la vida que tenga el papel. Mirad cómo yo lo veo. Lo mismo que algunos ricos han dispuesto la congelación de sus cadáveres hasta que se encuentre un remedio a sus males y se les aplique, así he hecho yo con mi página (me refería a mi antigua página) Confiando en que Internet mejore pero nunca desaparezca, he hecho testamento, y en una de mis disposiciones, digo: que de mis bienes se detraiga cantidad suficiente para mantener mi dominio .com en Internet, al menos durante 100 años posteriores a mi muerte. No he puesto más porque después de 100 años muerto, seguro que ya no me importa qué carajos hicieron con mis escritos. Siempre habrá algún desgraciado que los habrá firmado como propios, y si alguien los publica con mi nombre, pues ya no tendrán derechos de autor, así que a la mierda.

No recuerdo si me repito, Pat, pero tengo la impresión de que tú no escribes…, tú cincelas las palabras. Tus textos se escapan de la quietud de un folio de papel o de la pantalla del ordenador. Esas palabras que tú rescatas del silencio, golpean fuerte en la mente, como si te las metieran a golpe de martillo. Y no duelen, pero se sufren, como se sufriría renacer en medio de un páramo. Haces bien, Pat, en lanzar esas piedras contra nuestra abulia.

Quizá el día que se me ocurrió explicar mi poema dejé de ser poeta o poeta en potencia. He escuchado —había escuchado— muchas veces que los poemas no se explican, pero nadie me dio una razón convincente; quizá porque son inexplicables, me dije. Y  fue entonces cuando cometí el sacrilegio de explicar el mío. Fue hace tiempo y no recuerdo si alguien me lo reprochó. Hoy, y después de leer las cuitas que nos trae aquí Rolando, exhumo lo que entonces escribí, añadiendo que, como con los electrodomésticos, quizá fuese bueno que a cada poema acompañara una relación de las claves literarias que el autor utilizó en su composición. A juzgar por mí, es la mayoría de las veces que la frustración que siente el lector ante un poema simbólico, le deja desganado para una próxima ocasión. Pero lo que digo es propio de un heterodoxo de la poesía, así que mi opinión vale lo que vale.

A las 5:43AM, cuando la conciencia aun no es perversa, entre somnolencias eróticas no consumadas por eso de la edad, que mi sorpresa diaria es grande. Me explico sin ser prolijo. Detecto, constato que estoy en un foro especial. Adelanto que no excelso, por si alguien se dispone a tener un orgasmo intelectual. Aquí abunda — espero no es excluyente— lo que yo llamo «estilo columnista». Todo, al parecer, puede presentarse en columna más o menos arquitectónica. Digo más o menos, porque no mantiene en ningún caso un estilo definido, depurado: jónico, corintio, etc. En realidad estéticamente no presentan una fina línea con su base, fuste y capitel bien dispuestos. Pareciera que son columnas rotas después de un terremoto, en equilibrio inestable. Para leerlas no se necesita contener la respiración, como sucede en la prosa de frases largas, basta con dar saltitos mentales, como el que cruza un arroyo sobre las piedras que emergen. Bueno, nada que objetar, salvo que me llevan todos los demonios que a esto le llamen poesía. Y ya, me vuelvo a la cama, a ver si esta vez…


Un sinónimo de perro?

¡Guau!

¡Cállate, chucho!

No me jodas, ¿quién eres?

Yo soy Pat

La de las noches en vela

Contando cuernos de caracoles

Ah, ¿entonces?

¿Entonces, qué, desgraciao?

No, nada

Es que la camisa no me llega al cuerpo

Eso es electricidad estática negativa

Ponte una cataplasma en el culo

Cambiará de signo.

Si tú lo dices…

No lo digo yo

Lo dice Pat

Y quién es Pat?

Ahora que lo preguntas

No sé quién es Pat

Entonces?

Pareces gilipollas

Todo el que se pregunta

Es un mamón que quiere saber

¿Y eso es malo?

¡Guau!

Entiendo.

Voy un poco más allá, Gabriel. Pienso y también creo que los que escribimos somos pura ficción, al menos somos ficción cuando nos desenvolvemos en este medio. El escritor real es el tío-tía que, manuscrito bajo el brazo, recorre las editoras con pretensión o esperanza de caer bien al lector de la misma y que sea recomendado al que cuenta el dinero. Si lo que presenta es bonito, bueno, genial, comercial, etc., verá su manuscrito en las librerías o en los supermercados en forma de libro. Y si ese escritor real es objeto de los medios, pues estaremos ante un escritor consolidado, consagrado, que ya todo para él será escribir y cantar.

¿Qué sucede con este sucedáneo que navega por Internet? Pues que, en primer lugar, por aquí todos nos llamamos escritores, lo cual ya devalúa el término. Y nos apoyamos los unos a los otros siendo nuestros propios editores, nuestros lectores, nuestros críticos, nuestros aplausos y, también, nuestros silencios, todo en un micromundo sin proyección universal posible. Esto es lo que hay, y de ahí que en un momento dado, y de forma individual, nos demos cuenta de la desolación en la que estamos y reaccionemos no de forma catártica, pues no obtenemos un nuevo horizonte, sino, en ocasiones, suicida, heroica o gilipollas (heroico y gilipollas es bastante sinónimo). Luego, como en mi caso, buscamos este refugio, porque fuera de él hace frío. Y así, hasta la próxima depresión.

Porque envías esto para que lo leamos, yo lo he leído, —como leo todo—,  así que contabiliza un lector, al menos. Dos cosas, Kepa: que tienes un estilo depurado, académico, y que a mí esto me ha parecido un ladrillo soporífero. ¿Me quieres decir qué pretendes que nos quedemos de lo que cuentas? Yo me he quedado con que está impecablemente escrito. pero seguro que eso a ti te importa un carajo. Pues lo siento, amigo, para mí es toda una lección de bien escribir que aprovecho; otra cosa es que aprecie el porqué de  tu empeño.

Y una pregunta. Hablas de resma de papel, y no me cuadra. Una resma  se compone de 500 pliegos, y los pliegos no es el formato adecuado para una impresora, a no ser que tengas en casa una mini rotativa. ¿Me lo explicas, porfa?

No es ni bueno ni malo, ¿quién soy yo para juzgarlo? Como lector sólo puedo decir si me gusta o no, si he comprendido el mensaje. Ahora bien, soy muy puntilloso cuando me encuentro ante algo que cambia mis elementales esquemas, y quiero saber. Soy un mamón queriendo saber, como decía más atrás, en esa especie de diálogo que imitaba a «Esperando a Godot» (Pat)