De la expresión «cojones»

Me envían un video que versa sobre las múltiples acepciones de la palabra «Cojones». No he comprobado si es exhaustivo ni el origen de tan graciosa recopilación. Por mis cojones que no quiero manchar este blog con palabras soeces, pero, hijos, qué queréis que os diga. Somos de lo que comemos y nuestro idioma de lo que se habla, más allá de sesudas disquisiciones lingüísticas. Por si alguien –me extrañaría– usa este blog para mejorara su castellano, traigo hoy una aportación –robada– del insigne académico de la Lengua Arturo Perez Reverte. y digo yo que con cosas como estas el autor se debió ganar la silla T. De todas formas, y como los hermanos latinoamericanos (ojo, he dicho latino, no hispano) tienen su propio castellano modificado, me gustaría que algún lect@r habitual –o caído del cielo– me ilustrara de cuántas acepciones que enumera Perez Reverte habéis prescindido por ahí en el lenguaje hablado, y digo hablado porque a la hora de escribir, y lo tengo muy comprobado, sois muy comedidos. Y voy a lo que anuncio.

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Carta a P. J. C

Querida Paquita.

Espero que al recibo de esta carta te encuentres bien,  así como toda tu familia.  Yo bien, a Dios gracias.

Sólo fue ayer, y me parece que fue hace muchos años, que asistí atónito a la presentación en sociedad de tu novela,  Arrugas en el alma. En primer lugar, el público. Hay que ver cuanta de gente, mayormente señoras de nuestra edad, mal señalar, debió ser por eso de las arrugas, que fueron intrigadas. Hasta un cámara de televisión que llevaba un letrero que decía Fuengirola TV. Se ve que tienes mucha mano en ese pueblo.

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El hombre que nunca soñaba

Llevado de la soberbia

levanto la vista al cielo

y con boca estropajosa

sólo pudo escupir hielo

Y sin saber por que lo hizo

El cielo  devolvió el cumplido

con una lluvia de granizo.

 

Su soberbia no tenía límites: arrogante, prepotente, orgulloso, altivo, altanero, vanidoso. La humildad y la modestia eran para él enfermedades del espíritu. Era tan grade su autoestima, que con frecuencia miraba detrás de él para ver si la había perdido. Cuando alguien le llamaba soberbio, él siempre respondía: y tú humilde, signo claro de debilidad enfermiza.

Siempre se estaba probando a sí mismo con cualquier cosa en que reafirmara su soberbia, así conseguía mantenerse en forma.

Le faltaba probar que esa actitud, puramente postural ante los demás, necesitaba ser completada  con una prueba definitiva.

Trató de recordar si  alguna vez se había enfrentado a algo o a alguien, y no le quedó claro cómo salió del reto.  No era fácil que se aviniera a reconocer que hubo una ocasión, sí, que se creyó, si no vencido, algo que no entraba en sus esquemas,  no claramente vencedor.

Al fin creyó tenerlo. Estaba paseando por el parque, cuando vio un banco vacío donde sentarse. A él se dirigió y, sentado, miraba las personas que, al igual que él, paseaban sin otro fin. Por su expresión ausente, aquellas personas no tenían para él ningún significado como para dedicarles mayor atención, y pasaba de unas a otras como el que mira  las fotos de un álbum y que ninguna le parece nueva. Así siguió por quince minutos y ya se disponía a reemprender el paseo o regresar a casa, cuando después de pasar una pareja con un bebé en  el carrito, diez metros atrás apareció una silueta que llevaba un perro  sacado a pasear. Algo debió llamar su atención, que hasta se esforzó en concretar de qué se trataba. Era una joven de uno veinte y pocos años. Rubia, con la melena suelta por encima del hombro. Esbelta pero con curvas sugerentes. Vestía una falda corta vaquera, un palmo por encima de la rodilla, un suéter ajustado que servía para enmarcar sus senos. Su cara, que se volvía con frecuencia hacia su perro para ver por qué se detenía o tiraba de ella en otra dirección, aún no la había definido. A llegar a la altura del banco, la joven hizo un quiebro en la dirección que andaba y se dirigió a él. A medida que se acercaba, pudo ya percibir las facciones de la joven. Para él la belleza en las personas sólo representaba lo que la persona pensaba de sí misma. Lejos de su costumbre de no estar interesado por nadie, por primera vez se sintió atraído por alguien que no era el mismo., y sostuvo la mirada midiendo a la joven de arriba a bajo mientras se acercaba. La joven, por todo saludo, esbozó una sonrisa , y cuando ya estaba a un paso de él y del banco, preguntó:

–¿Le molesta el perro?

–Depende de lo educado que esté –le contestó

–No se preocupe, está muy educado –y la joven se sentó al tiempo que ordenaba a su perro hacer lo mismo.

No hubo más intercambio de palabras, pero él sí notó que un flujo indescriptible estaba recibiendo de la joven. No supo encauzarlo y se sintió inundado de sensaciones placenteras, hasta ahora desconocidas para él. Así transcurrieron diez minutos, él con la mirada posada en los pies semidesnudos de la joven, no se atrevió a cambiar de postura, sólo reaccionó cuando percibió que la joven se levantaba y le decía a su perro: «Simba, vámonos». El la siguió con la vista, hasta que la distancia difuminó su silueta.

Por algún tiempo su reacción con aquella joven le pareció un fracaso personal, pero se reponía pronto diciéndose: «En realidad no le pedí nada, así que nada me negó.

 

La It Girl

 

Lo había oido o leído en algún lugar. Se adjudicaba el calificativo de It Girl a la mujer que atraía irresistible a los hombres. Profundizando en las cualidades de una It Girl, supo que no se trataba, ni siquiera preferentemente, de una mujer atractiva,  de una belleza insultante. Al parecer la mujer It Girl debía tener todas las cualidades que la hacían diferente, sólo que fallara una, esa mujer dejaba de ser It Girl. Así era difícil adjudicar el calificativo de It Girl a cualquiera, por muchas cualidades excepcionales que la adornaran. Sin embargo, con generosidad, se otorgaba el título aunque fallara en algún requisito.

Antonia leyó todo lo que se decía sobre la It Girl. Estudió  las que ya tenían el calificativo por su apariencia física y algunas aparición donde fuera entrevistada o tuviese la ocasión de manifestar su personalidad. Con todo lo que pudo leer, ver y oír, Antonia, una joven de 21 años, se preguntó si ella era una It Girl o deberían ser los demás los que le otorgaran tal privilegio.

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Hombre vs mono

He comprobado que no funcionó como pretendía. En éste he suprimido el sonido y dejo sólo el video. Creo que, en sí mismo, vale la pena. No entendemos lo que el japonés (o chino) habla con el mono mientras juegan a jenga, yo trataba de sustituirle en castellano. Al final del juego, mientras el mono consuela al hombre por su fracaso, éste le dice: estoy orgulloso de pertenecer a tu especie. Sí, creo que el mensaje es bien explícito.

Yo, Alejandro. Soliloquio

Buscando mis raíces literarias, desempolvo una de mis novelas, «Yo, Alejandro», y me encuentro este Soliloquio de Alejandro en el comienzo de la segunda parte de las dos en la que se divide la obra. Han pasado muchos años, y me planteo , al leerlo,  si hoy estoy de acuerdo con Alejandro en todo lo que afirma y en todo lo que duda. Alejandro fue un personaje muy querido por mí, al que le pronostiqué un largo recorrido. Luego que se quedó varado en mi antigua WEB, llegué a la conclusión que en el campo de la ideas universales, la anomia obliga al individuo aislado a buscar sus propios recursos epistemológicos para calmar su inquieto espíritu. 

En algunas cosas que aquí se dicen, sigo estando de acuerdo, en otras tengo mis dudas, rechazo frontalmente otras; en definitiva, yo sigo siendo José , el autor, y Alejandro el personaje. Digo esto, para que este soliloquio que extraigo de la obra y pongo a disposición de mis pacientes lectores, no sea tomado como una exposición exhibicionista de mi pensamiento. Sirva, pues, para el debate general de las ideas que contiene.

***

Quiero tomarme tiempo para reconducir el proyecto que, de forma tan simple y abrupta, Ana lo ha puesto en entredicho y tambaleante. En realidad, yo mismo me había dado un tiempo breve, como no podía ser menos, para determinar la importancia de un empeño que siempre me pareció imposible, y un tiempo un poco más dilatado para lo que sí estoy seguro que puedo conseguir, aunque tendré que definirlo. Porque, me he preguntado, claro está, ¿qué objeto tiene buscar la verdad? ¿Existe y qué es la verdad? El hombre, siempre, se ha conformado con medias verdades o se ha inventado completas mentiras para procurarse felicidad, paraísos artificiales, destinos más allá de su muerte o, simplemente, tranquilidad para su inquieto espíritu. Gracias a ello vive o malvive el día a día, sin los previsibles grandes desasosiegos que tendría de haberse aproximado al abismo de lo inexplicado, que por tantos y tantos siglos se ha estado preguntando. Esa condición del hombre ante su trascendencia, parece ser la conducta universal, salvo para unos pocos que se arriesgaron a bucear en ella y que debieron, como nadie, sentir el ahogo de su espesa contextura. En algo no había pensado hasta ahora: a las células les debe repeler el encuentro con la verdad y, o la ocultan celosamente, o carecen de medios para conocerla.

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Mañana 18 de 2018

 

Preparaos, queridos. Mañana, según todos los augurios, 18 de 2018, algo muy jodido va a suceder a este insignificante mundo. Variadas son las hipótesis, pero con un nexo común: no estamos solos en el Universo.

Parece verosímil que si algo terrible le va a suceder a la humanidad, el ejecutor no puede ser la casualidad, tampoco la propia y lenta acción del hombre; ésta tendría que venir de otro mundo. Y si ese mundo ha sido capaz de llegar hasta aquí y su tarjeta de visita ha sido destruirnos, sólo se entiende si nos han estudiado previamente y han concluido que somos unos bichos dañinos, que podemos extender nuestra ponzoña más allá de nuestro mundo con esos envíos sépticos al Universo profundo, diciendo que lo hacemos en nombre de la ciencia. Nos verán como nosotros vemos los insectos que, en forma de plagas, arruinan nuestras cosechas, que nos transmiten enfermedades incurables con fin de muerte. Y esos seres, encargados de evitar que el insecto hombre se salga con la suya, nos deben destruir sin dejar ni un espécimen hombre-mujer para experimentar hasta crear una especie que no sea peligrosa. Saben, o deben saber, que el ser humano en sus orígenes fue mal diseñado, que lleva en sus genes lo que la Biblia dice: Dios los creó perfectos,  (Adan y Eva), pero se olvidó de un detalle: la ambición. Dios, que debía estar entretenido en muchas cosas, ahí la cagó (bueno, lo dice de otra forma, pero no recuerdo su literalidad)

En fin amigos, familia, curiosos que caéis en mi blog y abrís por este post: Tomaos esto en serio, quizá los predictors se equivoquen de fecha, pero sería buena ocasión para plantearnos si nos creemos los reyes de la creación o sólo somos una plaga de bichos dañinos que otros, de otros mundos, han decidido fumigarnos. Si en un arrebato de humildad concluís en esto último, no desesperéis, con las cucarachas no podrán, hay más de 200 especies, alguna con forma humana; el mundo no será enteramente suyo.

Así fue

Eras muy joven. Acababas de asistir a unos ejercicios espirituales, no por tu voluntad, porque por entonces ya eras algo escéptico. Debió ser por la verborrea de aquel cura que hablaba transpuesto del pecado y de su castigo, del infierno, que te sentiste sobrecogido y culpable. El caso es que hasta te vi arrodillado con los brazo en cruz en señal de penitencia.

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Recuerdos de familia

Año dos mil y pico. La familia, que un día estaba en proximidad, se fue alejando cual diáspora en busca de nuevos horizontes. Un día cualquiera, recibí una carta de un primo. No la esperaba, yo no recordaba. En esa carta habla, especialmente, de mí. Yo era el primo mayor de la familia; él debía ser el más pequeño. Yo era ya un joven que había superado la pubertad y él aún un niño que quería ser como yo.

Han pasado muchos años. Su carta se me apareció repasando el fondo de armario de mis documentos. El título en un documento .doc no decía nada que me indicara el contenido. Lo abrí por ver si merecía quedarse o o ir a la papelera. Lo leí y medió cierta pena. Aquella carta fue la última que me cruce con mi primo. Debió aceptar mis pocas ganas de reanudar los contacto, aunque fuesen epistolares. Hoy no sé qué es de él. Sinceramente no quiero saberlo; no se justifican años de silencio, de ignorarnos.

Traigo la carta a este blog por si me escudriña todavía  y en homenaje a un tiempo vivido, con pocas ganas, si soy sincero.

Lea carta y mi respuesta decían:

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