¡Embarazada! (recuperado)

A veces, falto de ideas, perezoso, sin ganas de exprimir mi cerebro, recurro a echar una ojeada a cosas escritas por mí hace tiempo; ¿por mí? Leo y dudo que sea mío. Por un lado me parece bien escrito, pero por el otro presiento que es manifiestamente prescindible. Este que traigo aquí, francamente lo veo y pienso en cómo se me pudo ocurrir tal engendro, escribirlo y publicarlo, no recuerdo si en los foros literarios que frecuentaba por entonces o lo tenía por ahí hasta que creé esta página, y tuve la osadía de meterlo en ella. Bueno, pues como ejemplo de lo que es perder el tiempo y contribuir a la entropía de la que hablaba en otro escrito, lo vuelvo a pegar aquí para que sea juzgado públicamente y, si lo merece, sea condenado a la hoguera; el escrito, no a mí, que aún puedo daros algo que merezca la pena.

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Tenía 16 años cuando todo comenzó a cambiar en su vida. Tampoco en su entorno familiar sospecharon lo que le sucedía a la “niña”. Es cierto que la madre le preguntaba cada mes: “¿No te ha venido la regla?”. Ella le respondía: “No, mamá, ¿quieres que vayamos al médico?”. La madre le respondía que eso estaba dentro de la normalidad, quizá porque había nacido prematura. Pero la niña comenzó a notar que algo raro sucedía en su vientre: un aparatoso abultamiento, algún movimiento convulsivo… algo que parecía moverse dentro. La madre ya no tuvo dudas, todo apuntaba a que la niña estaba embarazada. “¿Quién ha sido?”, preguntó a su hija, manifestando así su máxima preocupación. La joven no entendió la pregunta; “Quién ha sido, qué?” La madre, algo fuera de sí, la cogió por los hombros y, después de zarandearla, le dijo: “Quién va a ser, el malnacido que te ha dejado preñada.” La niña seguía sin entender. Sabía lo que era estar embarazada. Sabía, también, que eso era consecuencia de “acostarse” con un hombre, y hasta sabía qué tenía que haber hecho para que tal cosa sucediera. “Mamá, no he estado con ningún chico, si es lo que quieres saber.” La madre, fuera de sí, le dio una bofetada a su hija a la vez que le gritaba: “¡Mentirosa! ¿Ha sido el Espíritu Santo, no? A ver, explícame con todo detalle, y según tú, qué has hecho para estar embarazada.” La chica reculó unos pasos para estar lejos de la ira de su madre y, llorosa, respondió: “Mamá, te puedo jurar que no he estado con nadie haciendo lo que piensas, sabes que soy fea, poca cosa como mujer, causo indiferencia a los chicos, ninguno se acerca a mí para hablarme y menos para tocarme, si estoy embarazada, yo soy la primera sorprendida.” La madre, que no creía en milagros, siguió recriminándole que mentía, que algo inconfesable le ocultaba y que, por las buenas o por las malas, iba a saber quién había sido el que había dejado preñada a su hija y que ella se encargaría de que asumiera su responsabilidad.

Mientras la madre indagaba por aquí y por allá para conocer las relaciones de amistad de su hija, especialmente preguntando a las jóvenes de su edad, María, que curiosamente así se llamaba la joven, dejaba pasar los días sufriendo la nula complicidad de su madre, aunque agradeciendo que aún no estuviera al corriente su padre de lo que estaba sucediendo. Por otra parte, también resultaba extraño que aquel bulto y aquellos espasmos parecían haberse estabilizado sin progreso de ningún tipo. La joven ya estaba en las manos de su madre,y si tenía que hacer algo, debería esperar a que ella lo ordenase. Y así, algo tan normal como ir a visitar al médico para que confirmase el estado de su hija, la madre lo descartó desde el principio, al menos hasta saber quién era el padre. Creía la madre, que el secreto sería su mejor aliado para sorprender al responsable.

Un día, María después de pasar toda la noche sintiéndose mal, y cuando ya no pudo más, le dijo a su madre lo que le sucedía. “¿Has mojado la cama? Quizá se presenta un parto prematuro, como pasó contigo.” La joven le respondió, agarrándose el vientre para mitigar el dolor: “ No, mamá, sólo un fuerte dolor en el vientre. Quiero que me lleves al médico.” La madre, aunque remisa en principio, aceptó finalmente llevar a su hija al hospital, quizá su aspecto deplorable la asustó y ya no encontró excusa.

María entró en el hospital por “Urgencias”. Después de dos hora de exploraciones, un breve parte médico daba cuenta del diagnóstico: “Joven ingresada con fuertes dolores abdominales. De las exploración protocolizada, se deduce que es un caso de pseudociesis. Debe seguir con el tratamiento fármaco prescrito y posterior psicológico.»

P.S. Para que no tdengías que consultar:

» Conocido popularmente como embarazo psicológico o imaginario, la pseudociesis (‘pseudes’ falso, y ‘cesis’, gestación) es un trastorno psicológico que afecta principalmente a mujeres con un desmedido deseo de convertirse en madres y que empiezan a presentar claros síntomas de embarazo a pesar de no estarlo»

A mí me pasado en alguna ocasión, pero se quedó en gases.

Inspección técnica a mi cerebro

Lo escribí en 2012, pero como si fuese ahora. En el sentido de avance del método para el diagnostico que interesaba, la cosa no ha cambiado. Ahora ya sé que los ruidos de una resonancia magnética no han cambiado a más agradables al oído, siguen siendo indescriptibles, imposible trasladar a un pentagrama. Al parecer, de eso se trata, de romper todas las barreras del órgano a estudiar y penetrar en lo más recóndito, quieras o no preservar tu intimidad, en este caso, estudiar qué albergaba mi cerebro. Y aquí, en una recuperación oportuna, presento mi primera experiencia, que ya se ha convertido en habitual. La máquina debe costar más que una lavadora automática.

Veía que las lineas de la carretera se cruzaban y perdía el sentido de la conducción. Una oftalmóloga me diagnosticó que mi problema se corregía con unas lentes progresivas. No quedé conforme.
Fui a otra oftalmóloga que me hizo múltiples pruebas, luego sentenció: “padece usted de diplopia; eso se corrige con un prisma que deberá colocarse en su lente izquierda.
Eso me convertía en una especie de Robocop. Tampoco quedé convencido.
Fui a otra oftalmóloga, no que yo la eligiese por ser mujer, fue una casualidad, y después de varias pruebas, me envió a neurología.
Fui a neurología, y otra mujer doctora. ¿Dónde estaban los hombres? Supuse que todos eran ginecólogos. La doctora, muy joven, me hizo muchas preguntas, finalmente me prescribió un análisis de sangre y tres resonancias magnéticas.

Estaba empezando a cansarme de criterios médicos tan dispares, pero acepté hacerme las resonancias y el análisis.

En ayunas, me fui al hospital. Primero el análisis. Una señorita me pinchó en el brazo y salió generosa mi sangre. No sé si le produje un orgasmo a la enfermera, el caso es que llenó cinco tubitos de mi líquido vital. Le pregunte qué me habían pedido analizar para necesitar cinco muestras, y me respondió lacónica que muchas cosas. Confieso que me quedé perplejo y hasta algo preocupado.
Dos horas después y también en ayunas, me fui a la sala de radiología, y llegado mi turno, entré en una sala siguiendo a otra enfermera o señorita doctora. Me invitó a desvestirme a excepción de mi ropa interior. “Menos mal”—me dije, porque lo tenía todo tan encogido, que hubiese sentido morir de falta de autoestima. También tuve que ponerme una bata verde, que me quedaba tan pequeña, que si la ponía con la abertura hacia atrás, me hubiese dejado todo el culo al aire, y si la ponía con la abertura hacia adelante, todas mis partes al descubierto en situación de presumir poco. Decidí que la abertura quedase hacia mi espalda, aunque el calzoncillo que me había dejado puesto dejaba poco margen a la imaginación de mi doctora, enfermera o lo que fuese aquella persona que me tenía en sus manos.
Pasé a otra sala, y allí estaba: esa máquina que parece sacada del almacén de atrezzo de la Guerra de las Galaxias. La señorita me invitó a subirme a una especie de mesa que se adentra en un túnel. Después de invitarme a que me colocase unos tapones en los oídos, me acosté y apoyé mi cabeza sobre una horquilla. La señoría me colocó, entonces, una especie de máscara de plástico rígido que se cerró sobre mi rostro. No debía ser suficiente para inmovilizarme, que aún me colocó dos almohadillas a sendos lados de mi cabeza. Puso una pera en una de mis manos: “Si siente pánico, apriete la pera” —me dijo. Me colocó algo en un dedo que supuse sería para detectar si me moría o seguía vivo. Faltaba algo y me pinchó en un brazo. Intuía que no era para sacarme más sangre y sí inyectarme lo que fuese en mis venas para seguir su rastro a través de mi cuerpo. Ya no podía desistir. Pulsar la pera para suspender aquella manipulación hubiese sido cobarde. Comencé a interesarme por aquello a lo que me estaban sometiendo. Dentro del túnel no había espacio para moverse, sólo mirar arriba. Muy cerca de mis ojos, unas ventanas con una luz tenue. Y no habían pasado unos segundos, que se desató la tormenta perfecta sobre mi cabeza. Taladradoras, motosierras, golpes de martillo sobre cinceles o sobre hierro al rojo para doblegarlo. Pensé en apretar la pera para preguntarle a la señorita si eso era normal o es que no funcionaba bien aquella infernal máquina. Me contuve, supuse que también ella lo oiría, y los de las salas contiguas, tal era el nivel de aquellos ruidos que superaban a cualquier umbral de una sala de tortura.Y así durante 45 minutos. Cada vez que algo parecía perforar mi cabeza, me preguntaba a qué lugar de mi cerebro habría querido llegar y qué esperaba encontrar allí. También qué habría descubierto. A veces pienso que mi cerebro es tortuoso, y yo mismo me pregunto de dónde surgen algunos pensamientos. Y como si no hubiese alcanzado el objetivo, un nuevo ruido, como de una taladradora de percusión, pareció querer doblegar cualquier cabeza dura que se le opusiese. Aunque de sobresalto en sobresalto, tuve ocasión de pensar: “Y si hallase un tumor…, o un mal pensamiento…. o una deformación de mi razón… o…” ¿Qué buscaba aquella mujer, al parecer, con tanto ahínco? Me arrepentí de no haberme informado antes en la Wikipedia en qué consistía aquella prueba, de haberlo hecho me habría evitado tanta ignorancia que me avergonzaba, tantos temores y presagios, y habría asistido decidido a ella en la seguridad de que me aplicaban lo último en el avance de ciencia médica. Debía estar contento con mi suerte. Luego, lo que resultase sería cuestión de asumirlo de la forma que fuese.

Terminó la sesión wagneriana, salí del túnel, me liberó de la máscara y de lo que estaba alrededor de mi dedo, le di la pera, y me dijo que todo había terminado. Me ayudó a incorporarme y me sujetó al bajarme de la mesa, pues sentí un ligero mareo. Me indicó que podía vestirme y se retiró a una sala contigua llena de monitores. Pensé, esta vez, sin consideración alguna: “esta tía ya conoce todo lo que tengo en mi cabeza, espero guarde la confidencialidad de los datos que ha obtenido”. Pero aquello no era sino una elucubración de mi deformación novelera. Me limité de preguntarle cuándo tendría los resultados. “Tres días” —me dijo. Le di las gracias convencido de que había hecho su trabajo, y por mí. Mis circunstancias ya no eran de su competencia.
Por deferencia a la Oftalmóloga que quiso diagnosticarme exhaustivamente la causa de mi problema, esperaré hasta el día 9 de Noviembre próximo, que tengo consulta con ella. Las lineas de la carretera que se cruzan, la visión doble en ocasiones, ya no será algo que me importe, porque para entonces tendré otras preocupaciones o ninguna.
Fin

Recorriendo una vida, (recuperado)

¡Ay, niño José!
Crecerás entre algodones reciclados en el agua clara del arroyo
Tus manos ateridas se calentarán a la llama de un candil de aceite usado
Verás las golosinas, los juguetes, a través de los cristales de las tiendas
Comprobarás que tu estómago no tiene fondo
Surgirá el sexo de tu cuerpo como una fuente artesiana de colores
Llenarán tus sueños de miedos y pecados, y más miedos
Se aprovecharán de tu inocencia para redimirte
¡ Ay, joven José!
Te vestirán con el revés de otras ropas ya usadas
Presumirás de todo sin tener nada
Te sacudirás el Cielo y el Infierno como quién se sacude el polvo que te impide respirar
Comenzarás a dudar que tus ojos ven lo que ven o es otra cosa
Amarás con la fuerza de tu deseo onírico
Querrás conquistar desde tu posición de vencido
Seguirás sin saber si tu estómago tiene fondo
Caminarás sin rumbo a la meta soñada y regresarás despierto al principio.
¡ Ay, José ya hombre!
Aceptarás que ser comienza por aceptar no ser y seguirás no siendo
Trabajarás para romper todos los maleficios anteriores
Fruto de tu trabajo, tendrás el fruto del amor, tus hijos
Dejarás para siempre de trabajar con el sudor de tu frente
Verás pasar los días contando los amaneceres que quedan
Hurgarás en tu mente los motivos de tu escepticismo, y no hallarás respuestas
Verás señuelos que ocultan trampas saduceas
No caerás en la tentación, te librarás del mal, amén
¡ Ay, viejo José!
Tu vida se apagará sin dejar deudas
Tu muerte, al menos, no se cobrará una cruel factura, porque nada de ti quedará para cobrarse.
Habrás caminado por la vida por la fuerza del destino, sin dejarte ni un instante contemplarla sentado.
Cuando las estrellas, el sol, la luna no formen más el techo ornamentado de tu vida; cuando ya no queden sino sombras, deberías decir adiós sin rencor, porque tampoco sabrías a quien culpar.

Cualquier día, mes, año, hoy mismo.

De la Entropia

Líbreme Dios de ponerme grandilocuente, sabio, en definitiva pedante en este escrito que ya resultará sospechoso a mis lectores al leer el título. Como he dicho en otra ocasión, los títulos los utilizo para llamar la atención de lectores con pocas ganas de curiosear sobre lo que escribo. Sin duda Entropía es una palabra que no por desconocida para el gran público, deja de tener su importancia. Hay miles de artículos en Internet que desarrollan su significado, alcance y la realidad de su existencia. Cualquiera que tenga curiosidad se verá ampliamente satisfecho de la información que unos y otros suministran para alcanzar a comprender de qué trata la palabreja, que se refiere al desorden que todo en el Universo se produce, y es la información, sólo la información, sin pruebas, la que nos pone al corriente del fenómeno.

Pero si todo es información, incluidas las contradicciones, me quedo con una definición de un tal Claude E. Shannon que la define la entropía de la información así: «mide la incertidumbre de una fuente de información».

O sea, que si yo he entendido bien, que probablemente no, cuando escribimos, el nivel de entropía es proporcional al desorden con el que nos expresamos. A más desorden, mayor es la incertidumbre que creamos en el el lector cuando quiere comprender lo que queremos decirle. De lo posible a lo probable, el lector consume al elegir una cantidad de energía, que malgasta, contribuyendo con su incertidumbre a aumentar la entropía del Universo y, en consecuencia, su desorden. Diréis que es imperceptible, tan pequeña que no altera el orden del Universo, pero tomar en cuenta que toda actividad, desde la atómica hasta la galáctica, por poner dos extremos, y no quiero mencionar la mecánica cuántica, utiliza energía que convierte en trabajo. En ese proceso aquello que tenía una configuración X, se modifica y se convierte en Y, y ese desorden es el que mide la entropía.

Pero no es mi propósito, digo, competir con los sabios y los enterados en profundidad sobre la materia. Termino aceptando que en todo lo que he escrito, escribo y escribiré, si con ello creo en mis lectores algún tipo de incertidumbre, sin duda estoy participando en el desorden del Universo. De no ser así, poco importa, el desorden está servido, aunque los creacionistas lo niegan, sin darse cuenta que sus manifestaciones también contribuyen a crear incertidumbre y, por tanto, entropía.

Los años perdidos (reeditado)

¿Y si no teniendo pasado proyectara mi imaginación al futuro? No podría hacerlo al presente, por cuanto la realidad se impondría y sólo me mostraría lo fatuo que soy. No estoy obligado a confesar a nadie lo que imagino, en realidad nadie me importa en el momento en el que tan sólo quiero encontrar sentido a mi existencia, y si no tocarla sí sentirla. Pero tampoco debo dejar que mi imaginación se desboque en ensoñaciones que superen lo realizable por el ser humano en su circunstancia temporal, porque, entonces, el futuro me devolvería frustración tras frustración hasta consumir la fuente. Y sin memoria y sin imaginación, ¿qué haría entonces? Como escritor, no me cuesta imaginar personajes y dotarlos de vivencias. Es cierto que mis personajes nunca parecen ser felices y sí atormentados, pero si quisiera haría de ellos paradigmas de seres pletóricos de vivir. ¿Y por qué no quiero? Mi escepticismo los margina de toda posibilidad. ¿Podré, contra mi escepticismo, hacer una excepción de mí mismo? Por ejemplo, ¿puedo imaginar para mí una época dorada llena de satisfacciones? ¿Y en qué habría de consistir esa época dorada? ¿Entra dentro de los límites de lo realizable algo que pueda llamarse así? ¿Amor, éxito, paz interior, ausencia de presagios, la buena salud como marco necesario? Todo eso, en alguna medida, lo disfruto ahora, ¿qué me falta para confiar que mi futuro? ¿ Me dará algo del que pueda decir: ahora sí, ahora puedo considerarme un hombre que ha alcanzado todo lo que la vida me podía ofrecer? Pero mi pensamiento enseguida anticipa una respuesta que no podré llenar con mi imaginación: los años perdidos, y son tantos… (2008)

Y al final dije algo importante

SUEÑO

Hoy, como es mi costumbre, después de almorzar me quedé transpuesto. No sé si soñé o imaginé lo que relato a continuación.
Pareciera que entraba en una tienda atraído por el rótulo colocado en el frontispicio de la misma, y que decía así:
«VENTA DE SUEÑOS»
Ya dentro, no vi nada especial que me llamara la atención , pues que la tienda estaba completamente vacía. Detrás de un mostrador de madera vieja, un hombrecito de barba blanca y larga, me sonrió al verme entrar.
–¿Usted, de verdad, vende sueños?–le pregunté
–Claro que sí, este es mi negocio.
–¿Negocio? ¿Y cuánto cobra usted por un sueño?
–Nada en forma de dinero. Yo le vendo a usted el sueño que más desearía tener y usted me da a cambio lo que más estima poseer.
No sé que sucedió, que desperté de aquella especie de ensoñación. Rememorando lo sucedido, me dije a mí mismo: Hubiese sido, en cualquier caso, una mala compra, pues nada puede reemplazar la autoestima.
(JDD 2002)

TIEMPO

Observo, tiempo cómo pasas delante de mí. Hoy vas vestido de andrajos. Como si quisieras dejar constancia de tu ironía, llevas prendido de la solapa un clavel rojo. Tu pálida faz la has retocado con lo que supongo una mezcla perfecta de los colores del arco iris; o sea, de blanco inmaculado. Intento pararte, pues quisiera hacerte una pregunta. Pareces dudar y, sin detenerte por completo, te acercas a mí describiendo círculos en torno mío. Yo debo girar y girar para no perderte la cara. Y te hago la pregunta: «¿De dónde vienes, tiempo?»  Tú me sonríes y contestas: «Del mismo lugar donde te engendraron, naciste, fuiste niño, joven  y hombre maduro; yo aparecí en cada uno de tus momentos; soy como el resplandor de cada uno de esos momentos».

Y el tiempo se alejó para seguir pasando delante de mí. Ya no pude preguntarle por qué iba vestido de vanidoso payaso.
(JDD 2002)

Desde dentro, (recuperado)

LIBRO

En mi polvorienta biblioteca se acumulan libros que parecen protuberancias muertas; ahogan el exiguo espacio del lugar donde tengo los únicos sueños: el lugar donde escribo . Se abrigan unos a otros como se dan calor los semovientes bajo el rigor de un cielo de invierno. ¿Qué se dirán entre ellos, en voz queda, para que yo no les oiga? Me estarán reprochando el abandono en el que los tengo. Ellos fueron creados para estar entre las manos amorosas de los hombres, ingrávidos en sus manos, para ser escrutadas sus intimidades con  ojos ávidos; para ser aventadas sus hojas y que respiraran el aliento de satisfacción que producen el leer sus contenidos… Te he  tomado a ti, al azar, con la prevención que me produce tu título: RIMAS, POR GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER. Antes de abrirte, a punto he estado de volverte a colocar en tu nicho; ya no es mi tiempo para el romanticismo; ¿fue Bécquer un lírico?. No lo he hecho, y con cierta desgana, observo al tacto tu antigüedad; eres muy antiguo, una edición probablemente anterior a mí. ¿Cómo habrás sobrevivido al tiempo, sobre todo a un tiempo como el mío, de acá para allá, nunca enraizado en ninguna parte? Acrecientas mi interés y supongo eres feliz, después de tanto tiempo ignorado. Curioso, busco tu fecha de nacimiento: 1936; celebración de la Fiesta del Libro; edición numerada, ejemplar nº 2139, conmemorativa del primer centenario del excelso. ¿Y esto? Escrito a pluma, aparece un verso incrustado entre las rimas del poeta, como a su abrigo. Lo firma JDD y lo data: 1956. Sin duda es mío, y dice así:

Rimas simples
Rimas hermosas
Son tus notas
La canción
Que al alma anega
Cuando el suspiro
Triste por romántico
Rompe el estuche
Del corazón.
Era la noche
Y en su negrura
Se oyó un suspiro
Se oyó un sollozo
Y entre el dolor
Se oyó la risa
Se oyó la mofa
De la pasión
Que se burlaba
Que se reía
De tan puro amor.

Y te cierro, viejo libro, y te aprieto sobre mi pecho. Bécquer, viejo amigo, de mi lejana juventud, tú me has traído, sin duda, este recuerdo hermoso, un recuerdo de algo tan olvidado, como olvidado te tenía a ti: la edad en la que yo sentía como tú. Y tú, debes haberlo puesto en mis manos,  para que yo también  tenga mi celebración, la celebración de un lejano y hermoso pasado.
(JDD 2002)

Poemas en prosa (recuperados del olvido)

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Mujer, me pides amor 
como si se fabricara
en algún lugar de mi cuerpo.
¿Por qué no me pides pasión 
si es lo único que siento…?
Toma mi pasión si quieres
y llámalo amor si lo prefieres
(JDD. 20-6.2001)
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Y Dios dijo: Hágase la luz,
y se olvidó de las tinieblas.
Y Dios dijo: Hágase el hombre
a mi imagen y semejanza,
 y se olvidó de maquillarse.
Y Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo,
 y se olvidó de la mujer.
Y dios dijo: Se pueble la Tierra de animales, 
y se olvidó del hombre.
Y Dios dijo: Crezcan plantas y flores,
y se olvidó del hombre.
Y Dios dijo: ¿Dije yo todo esto?
Sí; más te habría valido callarte.
(JDD. 30-6-2001)

Agazapados en las sombrasparece que sonríen,y sólo afilan sus colmillos.La presa es apetitosa y ellos tienen hambre. Banquete de lujuria se prometen. Sólo necesitan emboscarse, lanzar cánticos de sirena hablando de paraisos, de promesas. No escuches esos cantos, niña.Aléjate de ese mar de aguas tranquilas, muertas, y deslízate en el torbellino de tu juventud hasta crear tu propio remanso.(JDD. 2000)


Echadme una mano, viejos,que no puedo con la aurora que me trae esta chiquilla.Testigos sois de que no puedo, ni quiero, a solas estar con ella. Y no es temor lo que lo impide; es cariño paternal, o de abuelo la ternura. ¡Maldita edad que no me da otra alternativa!
(JDD. 1999)

Ya se acerca al mar el río y se seca de sal y arena. Atrás dejó la frondas. Atrás los esquivos meandros. Atrás los cantarines saltos. Atrás los remansos de paz. Atrás el torrente orgulloso. Atrás el reflejo de luna, en el espejo de sus olas inquietas.Atrás los muertos confiados. Atrás los campos engendrados. Atrás las fuentes nutrientes. Atrás el nuevo río que empuja. Ya estás, río, en el mar, seco de sal y arena. ¡ Río, río, no puedes llorar tu pena! Tienes lágrimas de cristal, lágrimas de sal y arena.
(JDD. 1999)
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El ángel San Gabriel anunció a María: Vas quedar preñada sin romperlo ni mancharlo. Son cosas del Gran Padre que habita en los cielos, que disimules, que será el padre putativo. Y a las vecinas les cuentas que fue una gran noche de amor. Son mentiras celestiales pa cubrir las apariencias. No vaya ser que alguien pienseque el hijo de Dios es un hijo de puta. Soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
(JDD 2000)
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Que el viento te lleve mi virtual beso, húmedo, cálido o frió. Sólo tienes que acercarte a la pantalla y besar mi nombre. Es tu opción. También puedes escupirlo. Pero has de decírmelo para que yo, acercándome a la mía, pueda sentirte húmeda, cálida o fría
(JDD. Junio 2001)
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Un viejo es un viejo moribundo de soledad. Un viejo es un viejo con lágrimas y no llora. Un viejo es un viejo con la memoria marchita, con la esperanza marchita, con el deseo marchito. Un viejo es tan poca cosa…Tan inútil es un viejo…
(JDD. Junio 2001)
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DI QUÉ TE PASA, MUJER QUE HOY ME HUELES A ROSAS Y A CLAVELES AYER, PUES ES A MI PARECER QUE SI ME HUELES ASI NO TE PUEDO CONOCER.
(JDD. Junio 2001)
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A una poeta querida¡

Ah, las metáforas; siempre llenan el alma de incertidumbre!¿ Qué contienen tus metáforas, niña? ¿Son presagios?¿ Qué dice tu mensaje, lleno de ambiguos significados?Ahora tu amor ausente estará llorando, queriendo comprenderte. Sólo ha entendido que no está en tu esperanza, sólo en tus sueños, y eso es poco. El quisiera tenerte en sus brazos despiertos, estar en donde tú estás, ocupando el mismo espacio. Despierta o dormida, él sólo necesita contemplarte de cerca, sentir tu aliento. Y luego dejarte, despierta o dormida, con la promesa de su amor eterno. E irse por el camino que tu pintas de flores, en busca del nuevo firmamento. Y allí encontrar una nueva estrella vacía que sea vuestra morada eterna. Pero… puede que tu amor esté diciendo: Ah, los sueños, las mentiras, las metáforas, malditos seáis, malditas sean, que nos permitís vivir una apariencia de vida hermosa. Hasta despertar y conocer la amarga verdad. Y con ella vivir hasta la muerte sin otro sueño, sin otra mentira. Ven ya, muerte, no te demores, que del tiempo pasado y vivido entre sueños y mentiras, nada quiero recordar.
(JDD. 1999)
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Aviva ya el alma, que se te duerme, y llévala a un mar tempestuoso. Dile que esperé allí en actitud inerme la caricia del viento incestuoso. Mientras ella se fecunda de pecados, verás alma y cuerpo embellecidos, alma y cuerpo de virtudes sobrados y de marchitos amores renacidos.
(JDD. 2000

Y la muerte tendrá que esperar

Hoy los médicos me comunican que estoy libre del cancer. Esta noticia, que me debería causar una alegría desbordante, la he tomado con absoluta frialdad. Ya me había hecho a la idea de que mi futuro se contaba por días, y estaba preparado. Y ahora qué? Me pregunto. Ahora me tocará esperar a un nuevo aviso, suponiendo se digne avisarme. Alguien se siente feliz porque no vislumbra su fin? Es como coger un tren y no saber adónde te lleva, pero si que se ha de parar en cualquier instante. Dicen los bien pensantes que disfrute del momento, pero la vida está hecha de momentos, y de ninguno tienes noticia previa, por lo que resulta inútil tirar las campanas al vuelo, es por eso que recibo con alegría contenida la noticia de hoy.

Y la virgen fue fecundada por Dios

DIVAGACIONES SOBRE LA VIRGEN MARÍA

Con mi absoluto respeto a los que con estas cosas que digo, no descalifico sus creencias; sólo es filosofar, o dicho de otra forma, hacer el tonto. Me queda el consuelo de que los tontos nunca mienten.


Un día del año, en los ámbitos católicos romanos, se celebra el día de la Virgen. Se hace fiesta y en algunos lugares se procesionan imágenes, todas diferentes, de la «Madre de Dios». María, la mujer que dio a luz en parto milagroso a Jesús de Nazaret, es así venerada por los fieles. Tomó el apelativo de virgen, del hecho, según se cuenta, de no haber «conocido varón»; es decir, que María no tuvo relaciones carnales con José, su marido, ni con ningún otro hombre. Resulta curioso un hecho que, sin embargo, no se analiza. Según se cuenta, María quedó embarazada por intercesión del mismo Dios. Hasta aquí, nada contradictorio; Dios podía hacerlo con su infinito poder. Y tampoco, a la luz de los avances científicos, era imposible para Dios poner en el vientre de María el germen completo, para entendernos, procedente únicamente de una célula madre, con un único código genético. Hoy se pueden producir clones, sin el concurso ni del óvulo ni del espermatozoide. Pero esta posible forma de dar origen a lo que luego fue Jesús presenta un problema, pues, como mínimo, deberíamos admitir que los genes de Jesús fueron creados ex novo por Dios y María una madre de alquiler, en términos actuales. Pudo ser. Se parte de que fue un milagro, y no admite explicación.  No se puede discutir que María no fuese virgen antes del matrimonio con José e incluso después. Pudo ser.  Por otra parte, había, también según se dice, un precedente de fecundación milagrosa, también por intercesión directa de Dios. Así fue que Isabel  concibió a Juan, luego apodado el Bautista. En este caso se dice que Isabel era estéril, algo que no pasa de ser normal. En ambos casos, María e Isabel, concibieron y parieron sendos hijos de forma milagrosa en su origen. Para la fe, este hecho no admite discusión. Aquí reside lo que no deja de ser curioso y que nadie plantea, no habiendo inconveniente mayor. Si en ambos casos, Juan y Jesús, fueron concebidos por mediación directa de Dios sin el concurso ni de hombre ni de mujer en sus respectivas fisiologías, salvo ser meros recipientes tanto María como Isabel, quiere decir que Juan y Jesús eran hermanos en Dios Padre,  «gestador» de ambos, ya que ni Zacarías ni José habían tenido parte alguna. En definitiva, ni María ni Isabel fueron madres biológicas, no podían serlo; Juan y Jesús eran clones, o Dios sabrá, pero, ¿qué fue lo que impidió que nos lo contara? Y si para Dios no existen impedimentos, ¿por qué nos lo contó tan mal, que convierte la fe en una ceguera absoluta? ¿Fueron ganas de joder a su manera? Pues vaya…
(JDD 2003)