Lunes de Aguas en Salamanca

Regresé de Salamanca y… ¡Ay mísero de mí, ay infelice! Mi nieto me dijo:  Abuelo, el lunes es el Lunes de Aguas, una fiesta en Salamanca. Ni él me dijo en què consistìa ni yo pregunté.  De haber tenido entonces la curiosidad que hoy he tenido, hoy estaría en Salamanca. No me lo habría perdido. Eran los tiempos en el que el rey católico Felipe II, guadian de la fe y buenas costumbres, tuvo a bien con un edicto ordenar que las putas fuesen sacadas de sus burdeles  durante la cuaresma y Semana de Pasión y llevadas al otro lado del rio Tormes.

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Crónica de un encuentro, Autora Elsa Leví

 

Muchas son las formas de hacer amigos, quizá por eso esas amistades a salto de mata son perecederas o sin penetrar en la piel. Hacer amigos a 8.000 kms de distancia, con un nexo común, la afición a escribir, pareciera una amistad cimentada en la fabulación recíproca de los personajes. Y así era. Yo fabulaba a Elsa y Elsa me fabulaba a mí. Los personajes no eran reales. De todos los muchos amig@s que se formaron en aquellos foros de encuentro, muy pocos tuvieron la ocasión de sentirse personas de carne y hueso; en espíritu ya era más improbable.

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¿Escribí yo esto?

Cuando no se me ocurre nada nuevo, abro el ordenador para probar si me ofrece algo que me mueva de la silla de confort. A veces encuentro cosas que el ordenador ha guardado y que nunca pensé estaban allí. Un documento word y un título: Ël Casting¨, fechado  en 2008. No viene a mi memoria de qué va. Lo abro y parece un cuento. Comienzo a leer y sigo sin recordarlo. Reflexiono: ¨Si yo soy incapaz de recordar lo que escribí hace 10 años, ¿qué mierda fue? Sigo leyendo. Hoy, aquello que escribí hace 10 años me parece insulso, sin garra. No sé qué pude pensar entonces, y no sé si alguien dijo algo sobre él, bueno o malo. ¿Qué hago contigo, te mando a la papelera y si te he visto no me acuerdo? Vale, tampoco hay que ser tan exigente. Si yo lo escribí, puedo ser condescendiente y darle un  poco de vida más, tratarlo como a un hijo con deficiencias. Hoy no se me ocurre nada, y si no envío algo a mis lectores, van a pensar que algo me pasa, y no bueno.¨ Copio y pego en un nuevo post y lo envío.

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El tiempo congelado

 

Ha sido con ocasión de asistir al bautismo del aire de mi nieto. Estudia piloto comercial en la Universidad de Salamanca, y ayer se ponía en solitario, por primera vez, al mando de un avión. Todo transcurrió perfecto y emocionante.

Pero no  es de ese acontecimiento familiar del que quiero hablar.

El título de este post me parece un acierto, no porque de él tenga nada que presumir, sino porque responde fielmente a lo que quiero significar.

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El escritor malogrado (cuento)

 

¿Qué es un cuento? Antes de responder tengo que preguntarme: ¿un cuento popular, fantástico, ficción, realista,  de terror, en cualquier caso un cuento maravilloso? Las definiciones no son coincidentes. Para unos, el cuento es la narración de una ficción; para otros, una narración basada en hechos reales o ficticios. Sea real o ficticio, la pregunta es si siempre ha de ser un cuento maravilloso, cualquier otro calificativo es contingente, que no haría variar el sustantivo cuento. El consenso es unánime cuando se define la extensión: el cuento:  es una narración breve.

Un cuentista cuando inicia la narración, ¿ tiene claro qué tipo de cuento va a ser entre los enumerados arriba? Está claro que no está en él anticipar que será un cuento maravilloso; serán los lectores u oyentes los que manifestarán esa condición del cuento después de leerlo o escucharlo. El albur para el escritor dependerá del acierto, la suerte, su maestría como relator y, especialmente, su sensibilidad. Un cuento es sensibilidad desde la primera letra a la última, si no existe esa sensibilidad, un cuento no sería un cuento.

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Historia de una joven que se autollamaba Princesa Luz, verídica

Parodiando a José de Zorrilla:

**Yo a los cielos subí

Y los infiernos bajé

y en todos los foros dejé

memoria amarga de mí

Nunca estuve enamorado

Niñas que  se enamoraron

Todas su amor terminaron

Ni siquiera por mi respetado.

Fue así. Pudo ser de otra manera: condescendiente, mentiroso, embaucador, tierno y sensible, poeta a corazón abierto y vísceras enterradas. Pero  me miré demasiado en el espejo mágico y le pregunté: espejo que hablas de mí, ¿existe alguien más maravilloso que yo en este lugar de ninfas, señoras y señores respetables, rameras y cabrones? Era algún foro en el que participaba.

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La literatura al servicio del amor

 

 

Henry Fuseli (1781)

 

«Un sueño ahorcado

Hace poco soñé, un sueño inesperado. Soñé que pertenecía a un hombre desesperanzado. Me decía que amar sin amor era solo en momentos que soñamos. En mis adentros deseé, darle vida, de la que vivo con sabores, olores y colores amando. Y le dije que en solo en sus sueños, tendría mi alma abierta a su deseo. Desperté y recordé el sueño, el hombre… a mi diario.

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Carta a unos amigos protestantes


Estimados amigos, A. y P. 

Tenía una idea confusa sobre el protestantismo. Como la sigo teniendo. Como la tengo sobre todas las religiones, incluida en la que fui bautizado. 

Quiso la casualidad que descubriera vuestra inclinación religiosa: erais protestantes. Me pareció una oportunidad que quise aprovechar. Nunca me niego a saber sobre cualquier cuestión, por nimia que sea. Reconozco que hasta hablar con vosotros, los protestantes eran para mí una anécdota,  unos hijos díscolos, separados de la religión católica, pero no conocía la verdadera historia que explicara esa desavenencia, ni siquiera que Lutero hubiese sido el revolucionario que prendió la llama original.

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Muerte en la red… y nacimiento

 

Todos, a casi todos, hemos sido bautizados dándonos un nombre, unos apellidos, y en esa partida de bautismo algunas cosas más que nos identifican en la sociedad como seres únicos.

¿Existe un bautismo para los que escriben, lleguen o no a ser considerados escritores, que les definan como especie singular entre el bosque de consagrados, advenedizos y tímidos que apenas se atreven a hacer públicas sus incursiones en eso que llamamos literatura?

Buceando en mis archivos creí haber encontrado mi partida de bautismo literario. No podía ser una creación ex novo porque no sería una partida de bautismo, que sólo se entiende como el relato de algo sucedido, real. Y si lo llamamos  bautismo  literario es porque es así como comencé a andar en  esto de escribir. Y presentar en público, porque mucho antes ya había dado muestras de mi inquietud en escribir lo que imaginaba, lo que pensaba o en lo que creía.

Lo que aquí presento, y ahora, después de muchos años, releo, debería borrarlo de todos los discos duros, nubes y plataformas donde se encuentre sepultado. Pero ¿haría bien borrando mi partida de bautismo? Dejaría de ser un ser concreto y sí casi un fantasma.  Aunque tenga la tentación de destruir lo que debiera avergonzarme, he creído que, de hacerlo, no podría explicar cómo he llegado hasta aquí. Lo incorporo, después de toda duda razonable, a este blog, porque si se hace abstracción  del contexto en el que nació, es hasta un texto literario, discutible, pero que consagra el cordón umbilical entre la primera palabra que puse en circulación y la última que ponga. Que todo tiene un principio, muy fijado en el tiempo, y un final que llegará. No he cambiado nada, ni una coma que falte o esté mal puesta. A quien se decida a leerlo, le pediré que sea benevolente, que procure interiorizarlo  como una historia fantástica, que no pudo suceder realmente. Luego que lo haga, que atribuya a este pecador la culpa de la que no se arrepiente, porque, de hacerlo, a mi existencia como aficionado a esto de escribir le faltaría el origen, sin el cual nada existe.

Nota.

Los sucesos tuvieron lugar hace 25 años. Este escrito al que me refiero ahora tiene fecha 2001.

 

CAPITULO PRIMERO

Muerte en la RED

Yo era un recién iniciado en lo que llaman navegar en la RED. Había dejado todo: mi trabajo antes de cumplir con la establecida edad de jubilación, mis escasas relaciones sociales y de amistad. Tenía, por fin, la decisión de dedicarme a una pasión aparcada por mucho tiempo: escribir. Infructuosos intentos de sacar a la luz mis primeros manuscritos tecleadados en una máquina convencional. Había oído hablar a mi hijo de servidores, portales, páginas, grupos de discusión, correo electrónico. Fue la curiosidad la que me llevó a ver de qué iba aquello. Pronto pude percibir las enormes posibilidades que me ofrecía, no sólo como ilimitada fuente de información, sino como medio para salir de mi anonimato, comunicarme con otras gentes de mi cuerda una vez localizadas. Mi hijo me configuró los accesos, luego, hasta me diseñó una pagina personal donde pude ver mis cosas, mis escritos en letra impresa, o digital, que esta modalidad aún no ha sido definida. Resultaba magnífico verme allí y suponer que alguien caería sin querer en aquella página y se viera tentado a ver de qué iba ése. Luego, quizá interesado y finalmente satisfecho del tiempo que le había dedicado a un aprendiz de escritor con más entusiasmo que experiencia, quizá, hasta se comunicara conmigo, a través del correo electrónico, para darme su opinión, opinión que yo esperaba con una mezcla de impaciencia, pudor y temor. Consultaba todos los días el número de visitas a mi página, direccionada desde los “búsqueda” instalados en los principales servidores de la RED, bajo las palabras relacionadas: literatura, novela, teatro… No era para sentir entusiasmo: una, dos, ninguna visita diaria. Todo cambió sustancialmente cuando descubrí los llamados Foros de discusión. En ellos, un grupo de gentes, daba la impresión de necesitar de las mismas cosas que yo: comunicarse con personas afines a mi inquietud literaria, sentirse acompañados, “hablar” de esto y aquello y tener siempre un interlocutor que aceptaba no sólo escucharte sino intercambiar pensamientos contigo. No recuerdo cómo caí en uno de esos grupos. Cómo llegué al grupo que hoy continúa existiendo bajo el nombre El Cadillo (ya no). Debió ser como ocurren estas cosas en Internet: uno navega sin ton ni son y encuentra un banner (esos letreritos sugestivos que aparecen cuando “navegas,” más bien a la deriva). Algo sobre literatura debía anunciar, que yo piqué el anzuelo. En aquella cesta me encontré con otros pececillos tan entusiastas de respirar oxígeno a manos llenas como yo, sin aparente preocupación de que tanto oxigeno nos pudiera matar o ser devorados por alguna piraña oculta en las buenas formas.

Tuve muchas vacilaciones antes de decidirme a hacer mi presentación. Yo, por entonces, era una persona pudorosa, llena de miedos a ser juzgado, inseguro de mí mismo. Me temblaron las manos cuando, en un supremo rasgo de heroísmo, pulsé mi primer “enviar”. Mi primer mensaje, o aporte en la jerga de los foros, era como una declaración de intenciones: llamar la atención. Digo que fue un rasgo de heroísmo, porque soy persona tímida, y ese mensaje era como llevarme a exhibirme en una plaza pública vestido de guerrero romano. El mensaje decía así:

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