Cómo me hice maricón

Sólo es un cuento con moraleja: «Si no quieres tomarle gusto a una cosa, no la pruebes.»

Voy a contaros cómo me hice maricón. Porque  habréis de saber que un maricón se hace; al contrario de un homosexual, que parece ser de nacimiento…

Hace algún tiempo, por motivos de trabajo, tuve que ir al Norte de África; a Tetuán concretamente. Mis anfitriones, árabes, son exquisitos a la hora de prodigar atenciones a sus invitados, más si estos son especiales. Yo era un invitado especial; gracias a mí iban a hacer buenos negocios en España. Ahorraré detalles de protocolo y demás. Después de cenar con ellos, me iba a retirar a mi hotel, cuando uno se me acerca y me dice: «Me gustaría ofrecerte mi Harem en prueba de amistad» Negarle a un árabe una oferta de hospitalidad es de mal gusto, así que le dije que encantado. Tenía una cierta curiosidad, todo sea dicho, por ver un harem de cerca.

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El encuentro (2006)

NOTA: El contenido de este relato puede herir la sensibilidad y buen gusto del lector, por lo que así queda advertido.

EL ENCUENTRO
Y después de concluir todo, estuve dos buenas horas pensando, apoyada mi flotante cabeza en la almohada y el pesado cuerpo en aquella cama, mi cama de siempre. Debería intentar dormir, pero el cansancio no parecía suficiente para abandonar la inexplicable excitación, y por la que me mantenía aún en la actitud de explorar aquellas sensaciones nuevas, recién descubiertas.
Sucedió que ya en la terminal de llegada del aeropuerto, mientras miraba los paneles de los vuelos, mi pensamiento parecía anticipar acontecimientos que luego se habrían de suceder según habíamos preparado. Y como los pensamientos todos confluían en lo mismo, hasta me produjeron un erección que preconizaba un festín de los sentidos. Internet sólo había sido una larga espera en un interminable ensayo. Ella ahora venía y yo la esperaba, libre de aquel compromiso al que siempre me aferré para soslayar un deseo real enmarcándolo en supuestos literarios. Si todo se producía como ambos habíamos ensayado, la promesa de un encuentro inolvidable estaba servida.
» Arrival, Llegada» , marcó en el panel el vuelo que ella había tomado. Esperaba que las diez horas de viaje no hubiesen hecho mella física en ella. Yo quería llevarla al hotel en el que le había reservado habitación y allí mismo, después de cerrar la puerta detrás de nosotros, dar rienda suelta a la masacre de la carne por la carne

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La pido prestada para compartirla

Cuando contemplamos la belleza, nos relaja o nos sobrecoge. Nunca nos deja indiferente. Viendo la televisión, pocas veces un comercial te atrapa, y cuando lo hace, lo normal es que te deje suspendido en el aire; es cuando la belleza toma posesión de tus sentidos. Pero los comerciales tiene tasado el tiempo, y cuando la belleza los impregnan, el resultado es una especie de angustia ante el vacío que sigue. Me ha pasado viendo un anuncio de Chanel. «Quiero más», me digo frustrado cuando termina como soplo de aire perfumado. Pero no hay más, otro anuncio rompe la magia. «No, no puedo quedarme así, es preciso que encuentre la fuente de donde mana esta belleza». Y la encuentro. He aquí una canción, un video que, o yo soy un hipersensible , algo enfermizo, y tiene razón de ser lo que he sentido al verlo, al escucharlo, o para los demás es simplemente una bonita canción de Beyoncé con una puesta en escena espectacular. Prefiero ser raro.

Raquel y el cielo deseado


I

Un ángel se hizo hombre y habitó entre nosotros. De ángel sólo le quedaron las plumas y un gusto por el amor  etéreo, que él, para hacerlo perceptible a los sentidos humanos, lo configuró en la forma de una mujer, mujer de figura anémica, probablemente sifilítica, seguramente tuberculosa. El ángel, nada experto en amores carnales, la colmaba de flores, de versos, de suspiros. La mujer estaba encantada; le quedaba tan poca carne, que no tenía deseos libidinosos y, por tanto, no echaba en falta retozar, cuerpo a cuerpo, con aquel hombre, nunca mejor dicho, llovido del cielo. Se llevaba las flores que le ofrecía a su pecho para arropar a su corazón cansado y frío; escuchaba sus versos como el que oye complacido caer la lluvia en primavera y se deja mojar para sentir su caricia; y los suspiros, ¡ay, los suspiros!, ella los hacía suyos como transfusiones de sangre vivificadora que le permitían inspirar un aire demasiado denso para ella. Hablaban, siempre hablaban. No comían ni bebían. Él le hablaba de paraísos, de cielos, del Padre Celestial, de ángeles, de praderas infinitas donde la tierra era una nube blanca como el algodón cardado, cubierta de margaritas. Ella, arrobada, dejaba volar su imaginación y comenzaba a danzar un vals, casi levitando del suelo, mientras le decía:” amor, amor que me haces transportar a los cielos, antes ignotos, pero ahora perceptibles. ¿Cuándo será el momento en que me lleves allí? Ya nada me retiene en la tierra, donde sólo te piden que te confundas con los cuerpos de los hombres para sentir esos cielos de que me hablas. Nunca supe de ellos. Los hombres me rechazaron siempre por mis pocas gracias.  Dadme esta oportunidad, ángel de amor, que ninguna mujer debe morir en sí misma para sólo ser pasto de los gusanos». Y el ángel hecho hombre,  llevado de su condición de ángel, la tomó en sus brazos, desplegó las alas ocultas y con ella voló.

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Dedicado a Vesta, en el recuerdo

Vesta, hija de Saturno
Dios del tiempo que devora
De su miedo te libraste
En Cibeles engendrado.

Calor de hogar divino
En el ara de los sacrificios
Era el alma del Universo
Guardada en vasos de bronce
Por la pureza de seis jóvenes.
Hasta que se fueron mirando
En los espejos ustorios
Cuando el sol dormía.
Y se vieron poseídas
Por los hombres mortales
Y asesinos de los dioses

Vesta, hoy ya tu fuego
Se extingue en mil pavesas
Con la pérdida de mil purezas.

Vesta, ahora tu Universo
Sólo es pasto de los hombres.
Y su alma recoge velas
Varada está por el tiempo
A merced de los carroñeros
Mientras se miran contentos
Los malditos agoreros.
(JDD 2001)

P.S. Qué ha cambiado, Vesta?

La mujer que no envejeció

I

Josefina, Fina en lo sucesivo, que tampoco es para exagerar, era una mujer solitaria; pocas relaciones, las imprescindibles.

Fina cumplió cuarenta años y se propuso no cumplir ni uno más. «¿Para qué están los cosméticos, los masajes, incluso las operaciones de cirugía?», se dijo. Fina vivía casi exclusivamente para detener los estragos de la edad. Cuarenta años era una edad ideal. Fina se encontraba en la plenitud, y como era huraña y no apetecía de la relación con los hombres y menos con las mujeres, pues todo consistía en verse ella misma en esa edad detenida y contemplarse satisfecha. Nadie, pues, podía recordarle: «Fina, que ya cumpliste cuarenta el año pasado», o peor aún: «Fina, hace dos, tres… años nos dijiste que tenías cuarenta», con lo que Fina, a pesar de tener la misma apariencia que cuando cumplió verdaderamente cuarenta años, tendría que admitir que envejecía y que se mantenía artificialmente, ya que es el único milagro en el que nadie cree.

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¡Todo sea por mi país!, por Elsa Levy

¡TODO SEA POR MI PAÍS!!

Elsa Levy

Romualdo reunió a su familia en el salón de proyecciones de Los Pinos. Hizo preparar bandejas de bocadillos apetitosos y descorchar botellas de champaña. Son las nueve de la noche, Azucena, Romualdo “junior”,Teresa y Andrea, se preparan bulliciosos para ver en la TV la primera aparición oficial de su esposo y padre que, con aire de triunfador departe con ellos.

―¡Silencio!―ordena Romualdo en voz alta ―El programa va a comenzar.

Todos se remolonean en sus asientos y prestan atención a la enorme pantalla incrustada en el muro central del salón.

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Viaje a la vagina de Ariadna

Textura de la vagina microbservada

Superhombre o semidiós, esta pasada noche visité la vagina. No, no fue una grosera visita de entrar y salir para sólo captar de ella que es acojedora por cierto tiempo. No entré en ella a ciegas de mi deseo. Estaba soñando y podía hacerlo: penetrar en su misterio. Los misterios, en general y para el hombre mortal, dejan de serlo cuando se abren a los sentidos. En lo sueños los sentidos sólo aprecian el misterio, sin querer comprenderlo, porque saben que nunca podrán hacerlo. Era Ariadna y era su vagina la que visité en mis sueños. Una vez en su vagina, el misterio se mostró cual era. Mi subconsciente quiso esta vez que fuera Ariadna, quizá porque su leyenda permitía que yo la poseyera si soñaba con ella.

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Imaginando una playa en el año 2118

 La playa, como todos los veranos, están atestada de gentes venidas de todos los puntos cardinales de la vieja Europa. Las playas siguen siendo el mejor lugar para procurarse un bronceado integral. Pocos recuerdan cómo se comportaban las personas cien años atrás. Algunos han asistido al proceso de cambio a partir del 2050, que culmina ahora en unos comportamientos generalizados, absolutamente normalizados para todos. Por ejemplo,  ya nadie usa ninguna prenda para taparse una zona concreta de su cuerpo. El culto al cuerpo de décadas anteriores, que inevitablemente inducía a establecer diferencias vergonzantes, ha dejado paso a un concepto nuevo de entender el aspecto físico y tratarlo convenientemente. Se procura por todos seguir dietas correctoras  hipocalóricas y otras de mantenimiento, bien mediante procedimientos físicos o químicos; hay máquinas que esculpen el cuerpo,  pastillas y brebajes para todo propósito y nadie tiene que avergonzarse de su imagen. Incluso la vejez se atenúa evitando degradaciones de otros tiempos, como la gordura, la flacidez, las arrugas, la piel hirsuta, etc.

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No siempre es lo mismo

Bajé una foto de la RED. Era de una mujer desnuda. La foto, con alta resolución, parecía en tres dimensiones. Si no fuera por su miniaturización y de haberla podido contemplar completa de tamaño natural,  habría causado estragos en mí . Creo que la baje  por sus formas prodigiosas, todas unos centímetros más de lo que señalan los cánones de la belleza femenina, precisamente esos centímetros de más que hacen de la mujer ser objeto de deseo, superando la simple contemplación admirativa. No niego que sentí una incipiente convulsión, y pensé en mis posibilidades. La sometí a todos los aumentos que me permitía mi programa de visión de imágenes, hasta que su resolución se perdía en puntos dispersos. Desafortunadamente, a cada aumento se ocultaba un sector de su cuerpo, y debía pasearla por mi pantalla para encontrarme, de nuevo y aumentado, el sector perdido. Algunos sectores fueron especialmente atendidos por mi lujuriosa mirada.

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