¿Por qué la anguila?

Foto: Una persona sostiene una minúscula anguila joven junto a una cerilla cerca de un lago de Brandenburgo, Alemania. (EFE)

Ayer mi hijo me hizo llegar un artículo que hoy me da pie a cumplir con mi página escribiendo algo que la mantenga viva. Quizá decir viva sea un pleonasmo, porque hubiese sido suficiente decir «algo que la mantenga» y sobra decir viva.

IBueno, pues el artículo en cuestión ya tenía un título que yo vengo en decir que marca la diferencia. «El secreto de las anguilas: el animal más misterioso e increíble del mundo». Como siempre los superlativos deben cogerse con reserva. Desde luego que el animalito tiene todas las cartas para ganarle la partida a otros muchos que pueden sorprender. Veamos someramente cuáles son sus méritos. Ya Aristóteles, que le daba por pensar en todo, se fijó en este animal y le resulto tan enigmático, que no se atrevió a formular una de sus genialidades. Bueno, sí, dijo que por fuerza tenían que aparecer por generación espontánea. Una estupidez la dice cualquiera. Pero como la idea no se la tragaba nadie, se siguió buscando los tres pies al gato. Dos mil años sin tener ni idea de cómo se reproducía el animalito, hasta que otro lumbreras, S. Freud, quizá contando con una buena lupa, le encontró lo que sin duda eran los testículos del animal. En todo caso, los científicos del siglo XIX se enfrascaban en largos debates: «¿Son peces u otra cosa? ¿Son vivíparas u ovíparas?», preguntas que no se hacen los vascos, grandes aficionados a comerlas con ajos, guindillas y pimentón.. Juro que yo no las he probado y menos creo que llegue a probarlas si aún se sigue preguntando «¿Por qué es la anguila el animal más misterioso e increíble del mundo?.» De verdad que sólo por eso se le quitan a uno las ganas de engullirlas. Y no digo por el aspecto de culebras que tienen los animalitos.

Hipótesis que siguen apareciendo en un intento de comprenderlas, pero sin demostrar ninguna. Lo único que sabemos es que son geniales, geniales por el esfuerzo que desarrollan para existir. Su origen está en el Mar de los Sargazos, al norte de las Islas Barbados.

.Y no tienen la forma que luego han de tener de adultas. «Son como pequeñas láminas, como hojas de sauce trasparentes.» Pero allí no establecen su residencia, mecidas por las Corrientes del Golfo, se dejan ir, no un viaje cualquiera, atraviesan el Atlántico, llegando a las costas de Europa ya crecidas unos siete centímetros y con forma aún extraña, que una científica describió como pequeñas pinzas de vidrio.

Y en su continuo metamorfoseo, pasan del Océano a buscar ríos, lagos y ciénagas. Ya van tomando forma definitiva: «Una musculosa serpiente de mandíbulas anchas y poderosas».

Pero ahi no acaba de sorprender. Si el agua donde viven y se alimentan se seca, » salta a tierra y es capaz de deslizarse durante horas por la hierba, como si se olvidara de que es un pez». Bueno, esto lo hacen otros animales semiacuáticos, pero no deja de ser sorprendente en el cúmulo de singularidades que la acompañan. Mejor que yo, lo describe el artículo, por lo que copio y pego:

«De pronto, un día se detiene, nadie sabe por qué y apenas se mueve durante décadas del lago cenagoso donde ha decidido levantar su hogar. A veces el lago se seca pero el animal es capaz de sobrevivir en el fango en estado letárgico lo que seguramente explica la confusión de Aristóteles. Caza de noche y espera «como si la vida fuera, ante todo, espera, y como si su sentido se hallara en los intervalos o en un futuro abstracto susceptible de acelerarse solo mediante la paciencia«.

¿Es eso todo? No, el animalito necesita alguna proeza más para ostentar el calificativo de animal más enigmático y sorprendente del mundo.

«Una vez más algo ocurre, un nuevo resorte salta y, entre los 15 y los 30 años (puede llegar a vivir 70), decide reproducirse. ¿Dónde? ¡Pues en el Mar de los Sargazos, dónde va a ser! Así que inicia un camino de vuelta aún más arduo que el de ida con el fin de regresar al Atlántico para cruzarlo una vez más. Llega la cuarta y última transformación para tan exigente viaje: las aletas de la anguila plateada (así se llama ahora) se prolongan y fortalecen para nadar más rápido, los ojos se agrandan y se vuelven azules para otear las profundidades marinas, el estómago y las reservas de grasa se descomponen para extraer toda la energía posible y su cuerpo se llena de huevas o esperma. Nada la distrae de su objetivo, llega a nadar cincuenta kilómetros diarios esta vez a la contra de las corrientes sin tiempo para comer (se ha demostrado que una anguila puede vivir cuatro años en cautividad sin comer absolutamente nada). Tras seis meses de ascético viaje llega a su destino, los óvulos se fecundan bajo las algas de los Sargazos… y muere.»

El artículo sigue, ahora buscando apoyo en filosóficas consideraciones, pero estas ya no añaden nada nuevo a la comprensión de un animal para el que la vida es una lucha titánica, sin explicación, sin motivo que la justifique. Recojo la frase final que hago mía: «¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?» ¿Lo sabrá la anguila?

Nota: Los entrecomillados son párrafos del artículo copiados y pegados.

Ponle tú el título

Lloras, ríes, te duele, crece la ansiedad, apetito insaciable, te enamoras, te desengañas, la aventura, el primer sexo demasiado rápido, el último sexo demasiado lento, ella se fue para siempre, tú sigues por algún tiempo, la amistad, la amistad que acabó, la sensación de no estar, el horizonte difuso de la vida, la sima oscura de la muerte, lo tienes todo, no tienes nada, caminas sobre espinas, estás desnudo, no te reconocen, te alejas, la niebla te absorbe, el sol no te calienta, la noche es eterna, sueñas otra vida, despiertas en ésta, el sudor frío, la fiebre, estás enfermo, te curan, estás muy enfermo, te curan, te vas a morir, no te mueres, ya no es vida, respiras, tu corazón se cansa, tu mente se disuelve, apenas te das cuenta. Te hablan y no oyes, hablas y no te escuchan, podrías ser un árbol, pero no hay para ti primavera.

Dicen que es un milagro, porque vuelves a llorar, a reír, a tener ansiedad, apetito moderado, sexo olvidado, te palpas y te encuentras, la vida resplandece a través de la ventana, la muerte se aleja, no tienes nada pero suficiente, desnudo vuelves a ser tú, te visten y no te reconocen, el sol no calienta pero brilla, la noche dura lo que el sueño, despiertas entre sábanas de lino y sientes sus caricias, dicen que estás curado, que ha sido un milagro, te lo crees, piensas que eres un elegido de la suerte, aún no tienes un dios a quién agradecérselo, vuelves a la rutina sin ilusión, ya no tienes horizonte de vida, la muerte está a la espera, maldices el milagro que prolonga tu agonía, nadie se compadece, si lloras te acercan un pañuelo, y ahí te dejan, sentado en una silla, mirando a la pared, es una pantalla, allí ves como fue, esperas que ponga FIN.

Y si no es así, es que no eres de este mundo, quizá vivas otra vida.

Principio y fin del Universo

Ya estaba viejo, viejo por edad, viejo por haber vivido, viejo por ya carecer de ilusiones. Era como una silla vieja, vieja por haber sido asiento de muchos culos, vieja porque renqueaba de una pata y ya nadie confiaba en ella para sentarse. Pero todavía le quedaba un cerebro, bien es verdad que ya sin muchas de las neuronas que lo ocuparon en otras épocas de su vida, muertas y no recuperadas, según indicaba la ciencia.

Un día cayó en sus manos , o ante su vista cansada, un artículo de los que llaman divulgación de la ciencia. El título le pareció sugerente. «¿Cómo será el final del Universo? Las hipótesis más populares» Resulta, pensó, que hasta este momento existen hipótesis que , además, son populares, y ninguna certeza. Pues qué bien, ya tengo dónde elegir para responderme a una de las preguntas que me he hecho, resumidas en ¿de dónde venimos y adónde vamos». Las hipótesis, cómo no, avaladas por prestigiosos físicos, o más que físicos pensadores.

E. Hubble observó que una fuente luminosa tendía al rojo, lo que venía a explicar que se alejaba de nuestra visión o que se apagaba. Parecía nuevo, pero nó, porque antes un sacerdote llamado Georges Lamaître había dicho que el Univeso se expandía desde su origen, quizá un punto inmensamente concentrado. El origen fuese lo que fuese, explotó y comenzó la expansión. A eso se vino en llamar “Big Bang”. Desde entonces, el Universo dejó de ser algo que estaba ahí desde el albor de los tiempos y que así seguiría. El Universo se expandía, y nuestro viejo se preguntó: «¿Hasta cuándo? Si un globo se infla, crece y termina explotando, ¿sucederá así con el Universo?» Nuestro hombre siguió leyendo, aún le quedaban varias hipótesis según el título del artículo. Las galaxias se separan, ya la gravedad no las retiene juntas ni permite que colisionen. El artículo le da la explicación, no la última, sino la que procede para salir del paso. Entre las estrellas, las galaxias y aquellos cuerpos visibles, no puede haber un espacio vacío en el que los cuerpos celestes se muevan sin oposición, ese espacio tiene que ser consistente, y nació la idea de la materia oscura, que nadie sabe qué es, pero resuelve una incógnita. Claro, con materia oscura o sin ella, el Universo parece que sigue expandiéndose. El viejo, torciendo el gesto, se pregunta: «¿Hasta cuándo? Y ahí se detiene, perplejo por la osadía de los científicos. ¿Saben ya cuándo dejará de expandirse? No, no lo saben, por lógica, si toda la materia visible tiende al rojo cuando se aleja, ésta terminará por desaparecer, se apagarán, se evaporarán, al igual sucederá con esos fantasmas llamados agujeros negros. Será la muerte del Universo, el «Big Freeze». El artículo sigue elucubrando hipótesis. Puede suceder, dice, que en esa expansión vaya aumentando la materia oscura, rellenando el espacio, pero si eso sucede, se irá comiendo a las estrellas, a las galaxias, convirtiendo todo en una sopa de partículas. Y un nombre para ese supuesto: «Big Rip», por llamarlo de laguna forma.

Hasta aquí dos escenarios. El tercero, que llama mucho la atención de los ignorantes, se refiere a que, ¡coño!, hasta ahora ya no había espacio vacío, pero si resulta que no es tal, que por ahí hay energías poderosas que sustituyen la gravedad como motor principal de atracción, entonces el Universo volverá a su origen, encogiéndose. Y así una y otra vez, porque llegado un punto de concentración de energía, ésta volverá a otro Big Bang, a colapsarse sobre sí misma. Y vuelta a empezar. El abuelo ya no puede más. Le queda poco tiempo para vivir de hipótesis, nada le asegura que terminará respondiendose a la pregunta: de dónde venimos y adónde vamos. «Que sigan, si eso les entretiene», termina diciendo. Y, no teniendo nada que hacer, se echa una larga siesta, de la que no despierta hasta que su gata se pasea por su cara.

Saber o comprender

Hoy discutía en casa con alguien que me es próximo sobre un tema recurrente: ¿causal o casual? Se refería a si somos producto, Universo incluido, de la casualidad o que algo o alguien tiene que haber creado este orden. En la discusión yo parto de que no existe tal orden, que todo en el UNIVERSO tiende a la autodestrucción y su existencia es casual. Mi interlocutor niega tal cosa, por lo que ya tiene la primera piedra para edificar el edifico de su causalidad. Que todo es casual no necesita ser demostrado, no así lo que se afirma como causal. Quien esto sostiene, como no quiere parecer un predicador, ese algo que ha diseñado este supuesto orden tiene que ser algo o alguien inteligente, sin ponerle nombre, y menos llamarlo Dios, que descalificaría su epistemológico sostén: verdad, creencia y justificación, elementos esenciales para que el pensamiento sea válido. ¿Qué verdad? Unicamente la que impulsa la fe y las posiciones de algunos científicos apócrifos, por cuanto no se identifican con la doctrina religiosa y van por libre. ¿Qué creencia? La que ha sido formada por las persuasivas aseveraciones de visionarios, que sin pudor parecen ser los elegidos para iluminar las conciencias. ¿Qué justificación? «Es que si no existiera el principio de causalidad, nada tendría sentido», responden como si esa aseveración fuese a misa, sin discusión posible. Llegados, pues, a señalar la debilidad en la que sustentan su pensamiento, poco o nada se puede argumentar en contra. Están tan persuadidos de tener razón, que si yo propongo se discuta sobre el principio de la casualidad, se me negará la insostenibilidad de tal postura, porque, dice mi interlocutor, tú lo que no aceptas es la posibilidad de yo estar en lo cierto, eres un negativista destructivo, no sólo niegas toda realidad o creencia, sino que no aportas ninguna idea sostenible. Y aquí se acaba la discusión. Yo me repliego, me voy a mi cuartel de invierno, donde, al menos, puedo mantener mi cabeza fría.

¿Adónde va la ciencia?

Que nadie tuerza el gesto, que no soy tan ingenuo como para dar una lección magistral sobre una pregunta que ya ha sido tratada por filósofos y preclaros hombres de -ciencia. ¿Adonde va la cienciaMax Planck. Prologo Por Albert Einstein, es suficientemente ilustrativo como para que yo no intente desarrollar mi propia teoría. Ni estoy preparado y ni me interesa competir con esos y otros señores/as que se les considera incuestionables genios.

Pero la pregunta está hecha, y debo darle respuesta. Es como si la pregunta fuera ¿Dios existe?, y yo, agnóstico, ante esa pregunta me encogiera de hombros y dejase la respuesta a otros que aparecen en Google desparramando sus hipótesis, tesis o afirmaciones fundamentadas en epistemologías rebuscadas con la intención de hacerlas validas, en ocasiones parecieran incontrovertibles.

Quizá hoy no es mi mejor día para llenar esta página y yo mismo me he metido en la trampa de la que difícilmente puedo salir. Pero a lo hecho, pecho, y voy a arriesgar mi prestigio de persona que no presume de saber, si acaso de comprender.

Acabo de ver la serie Marte, en Netflix. Es una mezcla de realidad documental y ficción. La realidad documental está sustentada por los hechos en torno al año 2016. Todos los hemos vivido y daríamos fe de ser ciertos. La ciencia, en esa época no lejana, ya había dado un salto cualitativo importante. La tecnología, también, sustentaba los principios científicos. Los políticos estaban obsesionados con lo que la ciencia y la tecnología les ofrecía, y ponían a su disposición los medios para que siguiera su imparable curso de desarrollo. Luego se atribuirían los méritos por lo conseguido. Y como los políticos no se hacían esa pregunta, porque sólo les interesaba las respuestas, ninguno tuvo la ocurrencia de responderse: «cuidado, nos estamos cargando la Tierra». En su lugar, se debieron decir con la suficiencia manifiesta: «Vamos a preservar la especie humana, busquemos otros planetas o lugares en el Universo que sean habitables o podamos convertir en habitables. Y tenían fácil preservar la Tierra de los avances tecnológicos, pero no, eso suponía limitar la leche que les daba la vaca, también quedar relegados militarmente de otros países potencialmente enemigos seculares. Y así, mientras quedaban exhausta la Tierra, cambiaban el clima, destruían el ecosistema, se armaban hasta los dientes, su empeño se fijo en las estrellas. Ellas tenían la posibilidad de dar continuidad a la existencia humana, si la jodían como estaba sucediendo. Ya en 2016 se miraba a Marte como objeto de deseo político, deseo transmitido a los científicos que enseguida se pusieron entusiasmados manos a la obra. Recursos ingentes para llegar a Marte, y colonizarlo. Con la mitad de esos recursos se habrían paliado muchos del los endémicos problemas que estaba padeciendo la tierra. Pero eso no daba rentabilidad ni política ni económica.

Y la serie da saltos del 2016 real al 2034 distópico (me gusta esta palabra, no lo puedo evitar). Para ese año se debe haber alcanzado la meta soñada: llegar a Marte y comprobar cuánta leche puede dar. Los ingenuos científicos buscan vida, agua, esencial para la supervivencia. Los que han puesto las ingentes cantidades de dinero para hacer posible la conquista de Marte, sólo piensan en extraer todo aquello que les interese a los grandes emporios, para los que el único dios es el dinero. Los filósofos, otrora de la mano de la ciencia, sin cuyo concurso aún no se habría inventado la rueda, Marte, así, se convierte no en un lugar para la supervivencia de la especie humana, que eso a los políticos les tiene sin cuidado, sino un recurso para suplir los agotados recursos que ofrece la Tierra como consecuencia de la ambición humana.

Y la pregunta que me hago, ¿adónde va la ciencia?, quizá no haya sido respondida académicamente, pero me conformo con no haber dicho ninguna estupidez.

¿Qué es esto?

Pues esto, señoras y señores, es mi destiladora. Con ella destilo toda clase de bebidas alcohólicas: aguardiente, anis, ginebra, triple seco, etc, e hidrolatos de plantas aromáticas. Es legal, no comercializo lo que produzco, es para coloque propio, sin llegar a pasarme ni permitir que mis invitados se pasen, todas mis bebidas tiene un grado alcohólico que no pasa de 40 grados. Con los hidrolatos puedo darme lociones de tomillo, romero, lavanda, azahar, flores varias y alguno exótico, según manden las circunstancias y el lugar a aplicar. (Ver en Google aplicaciones de los hidrolatos)

Así pués, además de teclear palabras y daros el coñazo con mis ocurrencias literarias, cuidar a mi gata (es una bebé aún), construir muros y casitas, y un pequeño huerto en el que cultivo pimientos, tomates y alguna hortaliza más, éste del destilado es uno de mis pasatiempos. Como podréis suponer, a mis 81 años, poco más puedo dar de sí. Ahora todo lo tengo abandonado por culpa del water, que la tiene tomada conmigo, y la consiguiente debilidad de un cuerpo no sólo mayor (viejo) sino maltratado por la enfermedad. Tampoco me permito catar destilados, prohibidos por ahora, pero mi bar está repleto y puedo obsequiar a mi gente e invitados con una copita después de comer o para celebrar algo. Aseguro la excelencia del producto.

El alambique es español, pero se distribuye al mundo entero. Si alguien está interesado en él y no tiene otro proveedor a mano, que me escriba y le doy detalles, también, cómo no, participarle de mi experiencia en los casos de dudas.

Con afecto y sobrio

José

Vivo sin vivir en mí


y tan alta vida espero,
que muero porque no muero. (Santa Teresa de Jesús)

Estoy confinado, y por ser más preciso, en el water de mi casa. La radio terapia y la quimio me han dejado para no alejarme demasiado. No soy alarmista que pretenda preocupar a quien me lea y pueda llegar a estar en la misma situación, por lo que añado que voy mejor: de 17 veces que tuve que tomar asiento en el inodoro, ya sólo voy 4-5-6, o mejor dicho, 6-5-4. Me he tomado en serio la alimentación que se aconseja para el caso y parece que funciona. El día que me considere una persona capaz de dominar mis esfinters, prometo escribir un poema heroico que me dignifique como persona.

Para el caso, recojo unos versos de un poema de Santa Teresa de Jesús que parecieran escritos para mí o por mí si yo viviera en loor de santidad, que dudo lo sea. Y me han parecido oportunos porque el primer verso bien claro dice que estoy viviendo sin vivir en mí, si no domino mis esfínteres, mi yo no acepta que eso sea vivir.

El segundo verso dice «y tan alta vida espero», que podría significar el volver a ser persona digna de ser así llamada y considerada por los demás. Si supero esta coyuntura, podré cantar a Dios en las alturas: Señor, me muero porque no muero, que sería como decirle: quiero estar cerca de ti, seguro que si muero, en el Paraíso nadie tendrá que ir la water.

Y voló tan alto…

Estaba viendo una serie en el salón de mi casa. De repente algo ruidoso sonó y me hizo levantar la vista. Frente a mi hay una amplia cristalera que da acceso a la terraza. Detrás de mí, un pasillo y la puerta de entrada a la casa, que mantengo abierta; no da a la calle, sino al jardín.

Me perita y mi gatita salieron de sus letargos y corrieron hacia la cristalera anticipándome lo que había sucedido. Ambas estaban en posición de ataque. En el suelo, quieta, quizá aturdida por el impacto, una especie de golondrina de colores, que nunca había visto, permanecía inmóvil, tomando aliento con su largo pico abierto. Era cuestión de milisegundos que la gatita o la perrita la atacaran, quizá les retenía el que no se moviera; los animales de presa sólo atacan lo que se mueve, y éste debía ser la razón. No seguro de evitar la tragedia, las llamé con voz de mando: «Nia, Lola, fuera!». Se apartaron de mala gana. Me agaché y tomé el pájaro en mis manos. Soplé a su boca para ayudarles a respirar. Pasados unos minutos, me pareció que ya no aceptaba ser prisionera de mis manos, pues se movía como queriendo zafarse de mí. Salí a la terraza, seguido de mi perra y de mi gata, para las que aún suponían una presa que yo terminaría por ofrecérsela. No estaba seguro si volaría o caería al suelo, quizá lesionada del golpe que se había dado contra la cristalera. Podía recogerla, si no conseguía volar, al otro lado de la terraza, enmarcada por un muro de escasa altura pero que mantendría a mis mascotas incapaces de atraparla. Y decidí abrir la mano. Un segundo quieta en mi palma y emprendió el vuelo. Un vuelo explosivo, vertical. Yo la seguí hasta que mi vista sólo pudo percibir un punto en el cielo. Luego nada. ¿Por qué tanta prisa en escapar de mi y, sobre todo, por qué aquel vuelo casi vertical, como un rayo en dirección inversa? Mi mente quería encontrar una explicación. Mantuve la vista en la dirección que la había visto subir. Dado por terminado todo recurso a la lógica, me di la vuelta para volver a casa. No había dado dos pasos, cuando oí un golpe seco, detrás de mí. Me volví para identificar qué podía haber sido. Al otro lado del muro, yacía el pájaro, ahora inerte. ¿Cómo podía ser? Poco antes lo había visto volar vigoroso hasta perderse de mi vista. ¿Es que su ansia de libertad le había hecho volar tan alto, que a esa altura le faltó oxígeno y esa fue la causa de su muerte?

Y ante un suceso tan inusual, mi mente se volvió transcendente: así sucederá con mi alma, en su momento se liberará de mi cuerpo y volará tan alto, que allí donde llegue no habrá un lugar para ella, y caerá sin aliento a la tierra de la que partió.

¿A qué juegan los niños de ahora?

No parece un tema de gran interés, y ni yo mismo soy consciente de por qué lo abordo. Hay mucha información disponible en Internet, alguna me ha servido para escribir lo que sigue.

Recordando a qué jugaba yo cuando niño, a mi memoria llegan nítidos algunos de los juegos que, solo o acompañado, ocupaban nuestros momentos de ocio. Eran juegos infantiles, no podrían ser denominados de otra forma: estúpidos, sin imaginación, simiescos… Denominaciones que hoy les aplicaríamos por comparación a los juegos actuales. Cualquiera de mediana o mayor edad puede asegurar que en alguno de ellos participó, y con el entusiasmo que produce un juego en el que puedes llevar la iniciativa. Traigo aquí algunos de aquellos juegos, y ya me diréis si os suenan:

  • El escondite. … 
  • La rayuela. … 
  • Saltar a la comba. … 
  • La gallinita ciega. … 
  • El pañuelo. … 
  • El juego de las sillas. … 
  • El ratón y el gato. … 
  • Juegos con las palmas de las manos.
  • La carrera de sacos.
  • El futbol, por supuesto con pelotas de trapo y en un descampado.
  • El escondite.
  • Las canicas.
  • El gua.
  • Un, dos, tres, palito inglés.
  • Veo, veo, ¿qué ves?
  • El aro.
  • Carrera de chapas
  • colección de cromos.

Y así podría seguir, unos porque los recuerdo, otros porque me los ha hecho recordar Google. Todos se jugaban en las calles , en las plazas, en los recreos del colegio. Decidme, mayores de sesenta, ¿todos esos y otros los recordaréis ahora que os los pongo delante? ¿Qué sensación os producen cada uno de ellos? Supongo que nostalgia y alguna sonrisa burlona, quizá alguno se atreva a decir: ¡qué juegos más estúpidos!

Pasemos a los niños de ahora. Mostradles esa lista y preguntarles si aún juegan a alguno de ellos. Apartarán la vista del movil, de la tableta o del ordenador, mirarán la lista y se encogerán de hombros, todo lo más preguntarán: ¿qué es eso? A continuación querrás saber a qué juegan los niños de ahora. No lo tienes difícil, míralos aquí y allá, en cualquier lugar donde esté un niño, y verás que está convulsivamente jugando con juegos electrónicos, como el nintendo, play station, game cube, el uso de juegos para computadora, el internet, el chateo, la televisión, y en su intimidad, si los padres han descuidado poner barreras al uso de iNTERNET, también accederán a páginas porno, películas para mayores de 16 años. Ninguno de los juegos de la lista formarán parte del ocio compartido. Los niños de hoy ya comienzan a ser manipulados, de esa manipulación no tenemos aún a qué les conduce, pero toda manipulación tiene un propósito: servir al que manipula. Los niños de ahora son los juegos de los mayores de ahora.

El hombre y el sueño

En esta ocasión fue un hombre, pero igualmente pudo ser una mujer. Los sueños de un hombre y de una mujer pueden ser diferentes, pero siempre serán sueños.

Vino al mundo en un ambiente humilde, lo indispensable para mantenerse vivo. Sus padres no tenían más recursos que los que arañaban cada día a la suerte, en ocasiones sólo a la mala suerte. El niño crecía escuálido, desnutrido, pero ya había alcanzado la figura humana. Y algo que, probablemente, provocaba la minería: el niño soñaba. No soñaba con hadas, nunca le hablaron de ellas. Tampoco con juegos, nunca tuvo con quién jugar. Soñaba con una mesa llena de frutas, de viandas, de quesos, de pan blanco. Y soñaba que todo eso estaba a su disposición. Soñaba hasta que se despertaba de un atracón de comida inexistente. Ya despierto, se palpaba su vientre, que se hundía vacío hasta la espalda.

El niño ya es un joven de edad incierta, espigado como un junco, su cara solo son pómulos y ojos, la boca sólo una hendidura horizontal. Y el joven soñaba. Y seguía soñando con una mesa repleta de manjares, en los que una joven estaba sentada en el lado opuesto. El la miraba mientras comían, pero sus sentidos volaban hasta la boca, cada vez que la abría para introducir alimento. Y soñaba que aquella boca también servía para el beso. Y se despertaba húmedo, sin saber si fue por el beso.

El joven ha dejado atrás los sueños imprecisos, se ha hecho mayor, trabaja en un aserradero, ha entrado en carnes y tiene la apostura de un hombre hermoso. Y sigue soñando. Sus sueños no se pueden contar, porque, al despertar ya no los recuerda. Sí le han dejado señales: un sudor frío y una especie de angustia que dura hasta que recobra la plena lucidez. Piensa por qué si siempre soñó en cosas complacientes cuando era niño y cuando era joven, en las miserables circunstancias en que vivía, ahora que disfruta de lo que nunca tuvo, salvo en los sueños, sus sueños se asemejan a pesadillas. ¿Podría ser porque teme perder lo que ahora tiene? ¿Podría ser porque le atenaza la ansiedad por alcanzar mayores metas?

El niño, el joven, el hombre es ahora un viejo con achaques de un viejo vulgar. Y no sueña. En su duermevela recorre pasajes de su vida, no en la que le queda, para la que no tiene ya ni ambiciones, ni deseos de besar una boca sugerente, ni manjares que parezcan nuevos. Se pasa la mano por las mejillas para impedir que corran las lágrimas hasta su boca, si no lo consigue del todo, le sabrán saladas, pero para el viejo serán amargas. En eso ha quedado una vida vivida en los sueños. La realidad siempre estará condicionada por ellos. Pero para un viejo soñar es vivir despierto.